Pablo Gonzalez

Hugo Chávez en el contexto histórico

 Gracias a Chávez, también otros pueblos lograron competir en democracia con los intereses del saqueo, acceder al gobierno e iniciar profundos procesos de descolonización...

Cuando la historia nos muestra que hasta los libertadores ahora universalmente reconocidos, como Simón Bolívar, en vida fueron resistidos por el sector social que perdía el poder, nos está mostrando el lado ingrato del patriotismo. 
 
Pareciera ser que la libertad se entiende mejor en la perspectiva histórica, porque recién desde la distancia se puede entender, por ejemplo, que en el pasado nunca la tuvimos.
 
 Que en realidad es una guerra eterna, en la que apenas hemos ganado batallas.

Tan larga es la guerra por la libertad, que ni Bolívar pudo ver su obra terminada, ya que las nuevas repúblicas establecieron acuerdos con las clases dominantes de la Colonia, lo cual dejó intacta la estructura económica del saqueo, dando inicio a una era republicana con características neocoloniales: un largo período histórico en el cual Latinoamérica siguió siendo saqueada y sus pueblos explotados, aunque con diferentes métodos.

Es que los intereses del saqueo y la explotación, teniendo el poder económico en sus manos, se adaptaron ágilmente para esconder sus nuevas formas de dominación, y lo hicieron mucho antes de que los pueblos pudieran siquiera darse cuenta que seguían siendo esclavos. 
 
El control de la información con el que se perpetró el engaño institucionalizado hizo que durante el siglo XX los pueblos latinoamericanos ignoraran, por ejemplo, que el ‘mercado libre’ no era libre, que la ‘democracia’ no era el gobierno del pueblo, y que la ‘libertad’ no era más que la libertad para alimentar la insaciable voracidad del capitalismo depredador y acumulativo.

Durante la década de los años 60 surge la figura de Ernesto Che Guevara, otro de los visionarios frustrados que dejó una profunda huella en la imaginación de la humanidad. Le tocó vivir durante la expansión del neocolonialismo estadounidense mediante los programas de ‘construcción de naciones’ complacientes con sus políticas abusivas de Washington. 
 
Contra eso luchó Guevara, pero en su última campaña le tocó enfrentarse a una de las dictaduras militares que el gobierno de Richard Nixon había apoyado en Latinoamérica para imponer sus políticas en el continente. 
 
Empuñar un rifle para enfrentar al orden mundial de Estados Unidos condujo al Che Guevara a su inmolación a manos de la CIA, pero lo convirtió en la figura inspirativa del antiimperialismo en el ámbito mundial.

Después de las sangrientas dictaduras de los años 70 que siguieron saqueando a sus países, empezó la época de la democracia débil. Eran democracias incipientes que, por haber nacido entre el olor a pólvora y el resuello de los dictadores, se conformaron con recuperar el estado de derecho y preservarlo de nuevas vejaciones. 
 
Era muy difícil aspirar a más, porque los pueblos estaban ya tan enajenados por la prensa corporativa que la derecha siguió ostentando un importante poder político en una democracia representativa en la que el pueblo no gobernaba, sino que era ‘representado’ por un candidato aprobado, en una u otra medida, por los intereses de Washington.
 
 Tanto fue así, que, en los países donde la izquierda logró llegar al poder, lo hizo a duras penas, mediante amplias coaliciones con poca fuerza para combatir a la poderosa estructura internacional política y económica del saqueo.

El capitalismo depredador es ágil para metamorfosearse y adelantarse siempre a la defensa que puedan presentar los pueblos. 
 
Eso nunca fue tan evidente como en los años ochenta. Tras el ‘fracaso’ de la izquierda empujada por el ‘sistema mundo’, resurge en Latinoamérica el viejo colonialismo de España, que había mutado al de Inglaterra, y luego al neocolonialismo de Estados Unidos, el cual a partir de la Segunda Guerra Mundial se había disfrazado ya de ayuda humanitaria, de asistencia económica, de privatización, y de capitalización.
 
 Volvía en los ochenta, con una flamante careta llamada ‘neoliberalismo’ y respaldado por una serie de mecanismos de control ahora implementados por instituciones ‘independientes’ como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las otras organizaciones del funesto ‘Consenso de Washington’.

El neoliberalismo impuso el saqueo en Latinoamérica mediante su explícita política de entregarle todos los recursos naturales y sectores productivos a la empresa privada internacional, y además quitarle al Gobierno su función social y su capacidad para cumplirla. Fue la cruenta época del saqueo institucionalizado por la vía “democrática”.

En ese período de expansión impune de la desigualdad es que aparece la figura de Hugo Chávez para conducir la nueva batalla por la libertad de los pueblos.
 
 La nueva etapa de la eterna guerra asimétrica que sólo es posible en la mente de los visionarios: enfrentar a un orden mundial hasta ese momento intocable que, en este caso, había convertido a la democracia en un patrimonio de las corporaciones: una corporatocracia, o mejor dicho, una pantomima para hacer simulacros de democracia en una puesta en escena en la que sólo participaban los agentes de los intereses del saqueo. 
 
Es recién Hugo Chávez quien, inspirado en el pensamiento de Bolívar, pone en práctica el nuevo socialismo del siglo XXI y lo eleva hasta convertirlo en un paradigma universalmente reconocido como opción democrática viable, no sólo ante la crisis del capitalismo depredador y la democracia representativa, sino también para la construcción de la sociedad más justa que tanto anhela la humanidad.

Gracias a Chávez, también otros pueblos lograron competir en democracia con los intereses del saqueo, acceder al gobierno e iniciar profundos procesos de descolonización que le han cambiado la cara al continente y empiezan a repercutir en otras regiones del mundo.
 
 Hugo Chávez, como igualador de las asimetrías en democracia, es la figura más importante de la nueva batalla por la liberación de los pueblos. 
 
Es el hombre que está haciendo realidad el sueño de sus predecesores antes mencionados.

Pero no todos lo ven así de claro, porque la oposición venezolana en Miami, aprovechando el delicado estado de salud del Presidente, pretende escamotear la enésima victoria electoral del pueblo venezolano, y dar la impresión de que existe un ‘vacío de poder’ en Caracas.

Esa mentalidad es un resabio del viejo paradigma del poder de siglos pasados, totalmente obsoleto e inaplicable, en países de democracia participativa como Venezuela y Bolivia, donde el proceso de descolonización es irreversible porque está fundado en un modelo económico más justo, y porque está defendido por el pueblo atrincherado en sus organizaciones sociales.

Lo hecho por Chávez es, en muchos aspectos, inconmensurable, aunque su oposición necesite de la perspectiva histórica para asimilarlo y empezar a entenderlo. 
 
Que Dios le dé larga vida al presidente.

(*) Es corresponsal del periódico Cambio en Estados Unidos.

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