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¿Darwin y los monos o los Anunnaki?


El hombre se debe a si mismo la tarea de investigar sus orígenes y su evolución como sociedad.
Nos debemos esta reflexión para comprender nuestro universo cotidiano, para entender hacia donde nos lleva el desarrollo tecnológico y para no cometer errores que llevaron en el pasado a crisis, conflictos y extinción de culturas.

Desafortunadamente no hemos seguido ese camino y por el contrario nos hemos llenado, a través de la historia, de dogmas y tabúes que han impedido que pensemos fuera de los límites de lo establecido.

Por ejemplo, la humanidad pasó siglos pensando que la Tierra era el centro del universo sin ninguna prueba de ello cuando ya muchos científicos tenían evidencia de lo contrario. 
Aceptar esto le tardó a la humanidad siglos, con el estancamiento científico que implicó.

Hablemos del misterio que ha desafiado a la ciencia durante siglos, ¿cómo apareció el hombre en la Tierra?  
 Por cientos de años, mientras los científicos todavía no desarrollaban teorías para explicar la presencia del hombre en este planeta, la religión tuvo la única palabra. 
El hombre fue creado por Dios. 
En el caso de la religión católica fuimos creados a partir de un pedazo de barro. 
Así vivimos casi 19 siglos, hasta que llegó Darwin y estableció que Dios no nos creó del barro sino que fuimos fruto de una evolución en la que una selección natural hizo que nos impusiéramos sobre otras especies más débiles. 
Es decir, hace millones de años los monos fueron evolucionando lentamente y se convirtieron en humanos.

Desde ese entonces, nuestra visión cambió. 
La historia del génesis de Adán saliendo del barro se convirtió en una leyenda. 
Todos proveníamos de los monos.
Ahora bien, a pesar de comprender que estuvimos estancados 19 siglos pensando que veníamos del barro, no hemos aprendido de la experiencia y nos hemos vuelto a encerrar en otro dogma.

Nos hemos quedado estancados en una teoría incompleta pues no se han encontrado restos para completar la cadena evolutiva que estableció Darwin.
 ¿Cómo podemos explicar que los simios hayan pasado 3 millones de años evolucionando a gotas para luego dar un salto evolutivo y convertirse en el hombre actual en tan solo 60,000 años? 
Esto es motivo de duda y controversia entre los eruditos y no debería dejarnos indiferentes.

El “eslabón perdido” sigue aún perdido y nosotros, como verdaderos monos, no buscamos otras teorías.

Hoy en día, existen varias investigaciones que ofrecen alternativas a la teoría de Darwin.
Según Francis Crick, premio Nobel de Medicina y descubridor del ADN, el código genético que tenemos en la Tierra es universal. 
Las plantas, animales y seres humanos comparten el mismo código genético, cada uno con variaciones pero siempre dentro del mismo código. 
Lo que determina que un organismo sea de color verde o azul es igual en las plantas, los animales y en los seres humanos.
 Francis Crick afirmaba que la vida en la Tierra podría explicarse como un caso de “panspermia dirigida”. 
Es decir, hace billones de años una civilización alienígena pudo haber enviado a la Tierra una bacteria con un código genético inicial que originó la vida en el planeta. 
Para Crick no descendemos de los simios, y su teoría encaja perfectamente con la realidad. 
Todos compartimos el mismo código genético, quizás el que llegó con aquella bacteria alienígena.
 Pero hay voces que van más allá, algunas con avezadas teorías que no dejan de interpelar nuestra curiosidad científica. 
Es el caso de R.A. Boulay, Laurence Gardner, Christian O’Brien, Andrew Collins o el Doctor Zecharia Sitchin. 
Todos estudiosos de las tablillas de arcilla de la cultura sumeria, que fue la primera gran civilización que conoció el hombre y que tuvo un grado de desarrollo científico inexplicable para la época con avances en campos como medicina genética, música, literatura, astronomía, y matemáticas, y que floreció en Mesopotamia alrededor de 5,000 años antes de Cristo.

Para todos estos investigadores fueron los Anunnaki, alienígenas venidos del planeta Nibiru en busca de metales, quienes crearon al hombre mezclando su ADN con el de especies ya existentes en la Tierra. 
Todos fundamentan sus investigaciones en las tablillas de escritura cuneiforme sumerias y sostienen que los mitos de creación sumerios narrados en esas tablillas de barro fueron la inspiración y fuente de las historias de creación del génesis bíblico, pues se escribieron, al menos, 4,000 años antes.
 Para muchos los Anunnaki de las tablillas son los Nephilim del Antiguo Testamento.
 Sobre esto volveremos en detalle en otros artículos, ya que la historia de los Annunaki merece serias reflexiones.

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