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Amancio Ortega, tercera fortuna del planeta a base de explotación laboral


Adquirir una prenda de ropa de las marcas del grupo Inditex que se haya confeccionado en Marruecos supone refrendar un sistema de producción en el que las trabajadoras acumulan hasta 65 horas a la semana detrás de una máquina para cobrar un salario de 178,72 euros mensuales.

Estas condiciones laborales las mantienen “viviendo en situación de pobreza” mientras el fundador del imperio textil, Amancio Ortega, se consolida como la mayor fortuna de España y la tercera en el mundo.

La situación se atestigua en la investigación ‘La moda española en Tánger: trabajo y superviviencia de las obreras de la confección’, elaborada para la ‘Campaña Ropa Limpia’ de las ONG española Setem y gallega Amarante Setem y que analiza las condiciones de vida y trabajo precarias que sufren las trabajadoras en talleres textiles de la ciudad de Tánger.

Inditex no es la única que se beneficia de esta situación. Las empresas españolas de moda más importantes tienen factorías propias o proveedores en Marruecos.
 
 El Corte Inglés e Induyco, Cortefiel, Mango y muchas otras firmas europeas “operan en el mercado marroquí aprovechando unos costes de producción claramente inferiores a los de la Unión Europea y la cercanía geográfica”.

No en vano, España es el cliente más importante de las exportaciones de ropa marroquíes desde 2006. En lo que respecta a Inditex, en 2007, el 10% de la ropa de sus marcas Zara, Bershka, Stradivarius, Oysho, Uterqüe, Pull & Bear, Zara Home y Massimo Dutti se confeccionaba en Marruecos.
Incumple sus propias normas

El código de conducta de Inditex, que recoge los estándares laborales mínimos que deben respetar todas sus fábricas proveedoras, establece que el máximo de horas que podrán realizar las personas trabajadoras en toda su cadena de suministro son 48, con la posibilidad de realizar, de forma esporádica, un máximo de 12 horas extraordinarias.

El estudio se basa en encuestas a 118 obreras de la asociación marroquí Attawassol. Las realizadas a las trabajadoras que cosen para Inditex reflejan que lo incumplen: la jornada habitual del 68% es de entre 45 y 54 horas, y la del 30% supera las 55 horas semanales de forma habitual. Además, el 62% de las obreras aseguran que “las puntas de trabajo con más carga laboral de lo habitual se repiten con mucha frecuencia”.

Al respecto, el estudio recoge que “la realidad parece chocar con el texto del código de conducta de la empresa que reza, literalmente: “[las horas extra] no se requerirán de manera habitual y deberán ser liquidadas en cuantía superior a la hora normal, de acuerdo con lo establecido en la legislación vigente”. 
 

Salarios que no cubren lo básico

La investigación recoge que, en materia de salarios, el código de conducta de Inditex exige que sus proveedores paguen el salario mínimo de su país. 
 
Además, el acuerdo marco internacional que Inditex ha firmado con la principal federación sindical internacional del sector (ITGWF) recoge el compromiso de pagar un salario que permita cubrir las necesidades básicas de las personas trabajadoras y de sus familias y otras necesidades “razonables”.

Aunque el 75% de las encuestadas que trabajan en proveedores de la empresa gallega reciben el SMIG, un nivel de cumplimiento “algo superior al de las empresas que no están en su cadena de suministro”, las personas que cosen para Inditex “muestran la misma precariedad o incluso algo mayor que las de las obreras de otros empleadores”.

Así, “el 40% afirma que no puede cubrir sus necesidades ni las de sus familias o que lo hacen con muchas dificultades”. Entre las obreras sin relación con Inditex esta proporción es del 31%.
Mango, un patrón que se repite

Mango es la segunda empresa de carácter internacional más mencionada entre las trabajadoras encuestadas. De las 118 obreras, 37 trabajaban para una empresa proveedora de la firma catalana en el momento de la encuesta. De ellas, 31 afirmaban que en su fábrica también se confeccionaban artículos de firmas de Inditex.

El estudio recoge que “Mango expresa desde hace años su voluntad de transparencia hacia los actores sociales y la materializa facilitando la lista de proveedores a SETEM (en representación de la Campaña Ropa Limpia española)” y que la propia empresa ya reconoció en su memoria 2010 “algunos incumplimientos de su código de conducta”.

La empresa indicó que había dado un plazo de seis meses para la corrección de estas problemáticas. Sin embargo, “en el momento de las encuestas sólo un 3% de las obreras encuestadas que confeccionan la ropa de Mango expresaron que su jornada habitual era de menos de 45 horas. Por el contrario, un 62% afirmaron realizar jornadas entre 55-65 horas, y un 35% dice trabajar más de 55 horas semanales”.

El 54% de las trabajadoras de proveedores de Mango afirmaron que estos picos de trabajo se repetían de forma muy habitual y sólo un 68% reciben un salario igual o superior al SMIG marroquí.
Abusos verbales y físicos

El informe descubre las duras condiciones de las obreras de confección marroquíes: exceso de horas de trabajo, bajos salarios, abusos verbales y físicos, arbitrariedad en la contratación y el despido, medidas disciplinarias desproporcionadas y obstáculos a la acción sindical.

Recoge que las horas extras son obligatorias y no se suelen remunerar, que prolongan la jornada hasta las 12 horas diarias, seis días a la semana por salarios que no superan los 200 euros mensuales, y que, en ocasiones, están por debajo de los 100 euros al mes.

A las trabajadoras más jóvenes, a menudo menores de 16 años, “se les hace trabajar sin contrato las mismas horas que el resto, pero cobrando 0,36 euros la hora, tres veces menos que sus compañeras”.

El autor del informe, Albert Sales, indica que “estas empresas tienen en su mano la capacidad, tanto de generar situaciones de explotación laboral, como de evitarlas” y que muchas han asumido códigos de conducta y la obligatoriedad de pasar auditorías en los talleres.

Estos compromisos han quedado en papel mojado. Una trabajadora de una fábrica proveedora de una gran empresa textil asegura en el estudio que “cuando aparecen auditores por sorpresa, los supervisores esconden a las trabajadoras menores en la azotea o en cajas de ropa vacías”.

Natalia Puga

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