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Nicaragua: DIGNIDAD NACIONAL (Miguel D'Escoto Brockmann)


Los hijos de Sandino, los que reconocemos en el General de Hombres Libres al paradigma de lo que significa ser un nicaragüense digno, celebramos hoy 4 de mayo, el Día de la Dignidad Nacional.



Pero hoy, 4 de mayo del año 2004, en plena Nueva Era del más descarado servilismo y de total falta de dignidad en la conducción de nuestra política exterior, cabe preguntarse, y de hecho somos muchos los que nos preguntamos, ¿cuál es esa dignidad nacional que celebramos? 
Evidentemente la dignidad nacional que hoy conmemoramos, celebramos y queremos promover, no tiene nada que ver con esa enfermiza obsequiosidad que caracteriza las relaciones del actual gobierno de Nicaragua con el cada vez más universalmente repudiado gobierno de los Estados Unidos.

Para nuestro hermano, el Presidente Bolaños, como para todos los otros cortesanos del imperio, llámense P.L.C., Bolañistas, Azul y Blanco, Camino Cristiano o Conservadores, el concepto de dignidad nacional resulta extraño, foráneo, incomprensible. No debería ser así - pero así lo es.
 Decimos que no debería ser así porque como políticos, servidores públicos o aspirantes a servidores públicos, deberían siempre ajustar su conducta a los principios y disposiciones enunciados en nuestra carta magna, la Constitución Política de Nicaragua.

Pero los invito a que antes de revisar los artículos de nuestra Constitución Política que claramente expresan la obligación del Estado, del Gobernante y de todo ciudadano de defender y mantener muy en alto la dignidad nacional, es decir, la independencia, la soberanía y la autodeterminación nacional, refresquemos un poco nuestra memoria remontándonos a aquel glorioso 4 de mayo de 1927. 
Fue entonces cuando por primera vez se declaró este día como Día de la Dignidad Nacional. Desde entonces esa fecha ha sido conmemorada por todos los hombres y mujeres dignos y dignas de ser nicaragüenses.

Para refrescarnos la memoria y alimentar nuestro espíritu patriótico, nada mejor que permitir que el propio Sandino, en su inmejorable estilo de auténtico prócer nacional, nos relate lo que sucedió aquel 4 de mayo de 1927:
"Regresó el correo diciéndome:
 'Ya se fue el general Moncada y en estos mismos momentos debe estarse echando sus buenos mielazos con los yankees'.

"Hubo mucha inconformidad y sospechas en todo el ejército por aquel viaje. Después que se cumplieron las primeras cuarenta y ocho horas de armisticio, vino nueva orden de cuarenta y ocho horas más.

"El 5 de mayo del mismo año, recibí una orden verbal enviada por Moncada con el coronel Pompilio Reyes manifestándome que reconcentrara las fuerzas a mi mando en el pueblo de Santa Lucía; que ya no había necesidad de poner retenes; que la gente podía dormir bajo techo porque ya estaba todo arreglado.

"Consideré muy informal aquella orden y me fui inmediatamente con mi Estado Mayor a La Cruz, jurisdicción de Teustepe, lugar donde estaba Moncada.
 Llegamos a donde él estaba.
 Le encontré en una hamaca que había bajo un árbol frondoso. 
Al vernos, Moncada se levantó saludándome. 
Me refirió la orden que me había enviado con el coronel Reyes.

"Le pedí una explicación de la forma en que había quedado arreglada la paz.

"Para contestarme se acomodó bien en la hamaca componiéndose a la vez una cruz de oro de la marinería norteamericana que tenía pendiente del cuello con una cintita blanca. 
La explicación de él fue que un representante del gobierno de los Estados Unidos de Norte América le había dicho que su gobierno estaba dispuesto a ponerle fin a la guerra que había en Nicaragua.

"Que aquel gobierno había aceptado la solicitud de Adolfo Díaz para supervigilar las elecciones presidenciales y que por consiguiente el gobierno norteamericano custodiaría las armas de Adolfo Díaz y las de los liberales.

"Que a cambio de la depuesta de las armas daría diez dólares por cada rifle al hombre que lo tuviera.
 Que al que no depusiera las armas pacíficamente lo desarmarían por la fuerza.

"Yo me sonreí maliciosamente.

"Fue objeto de sorpresa mi sonrisa para el general Moncada, quien agregó:

'También nos darán el control de seis departamentos de la República. 
Usted es el candidato escogido para jefe político de Jinotega. 
El gobierno de Díaz pagará todas las bestias que actualmente estén en la guerra y usted puede recoger las que más pueda y será legalmente dueño de ellas.

"Pregunté a Moncada si estaba de acuerdo todo el Ejército y me respondió:

'Tiene que estarlo puesto que a todos les será pagado el sueldo que hayan devengado. 
A usted le corresponden -continuó- diez dólares diarios durante el tiempo que ha permanecido en armas.
"Yo me sonreí maliciosamente.

"Moncada me invitó para llegar a unas conferencias que se verificarían el 8 del mismo mes de mayo en Boaco y que allí se conocería la opinión de todos, porque él había pedido a Stimson ocho días de plazo para contestar.

"Téngase presente que Moncada nos dijo a los jefes de columna que había pedido a Stimson ocho días de plazo, a partir del 5 del mismo mayo, para consultar la opinión del Ejército y contestar.
 Sin embargo, declaró día de fiesta el 4 de mayo por haber sido ese el día en que se firmó la paz, lo que prueba que a Moncada le importó poco la opinión del Ejército y que cuando regresó de Tipitapa a nuestros campamentos ya traía en el bolsillo la promesa de su presidencia.

"El 4 de mayo a que nos hemos referido", continúa relatándonos Sandino, "es efectivamente día de fiesta nacional, pero no es porque Moncada haya negociado al Ejército liberal como a partida de ganado en Tipitapa, no.

"Es fiesta nacional porque fue ese el día en que Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le quedaban todavía hijos que con su sangre lavarían la mancha de los demás.

"Le manifesté nuevamente que yo sería uno de los opositores.

"Con su palabra fácil procuró convencerme de una vez, respecto a la claudicación, diciéndome que sería una locura pelear con los Estados Unidos de Norteamérica, porque es aquella una nación poderosa que tiene ciento veinte millones de habitantes; que yo no podía hacer nada con trescientos hombres que tenía a mi mando.
 Que nos sucedería igual que a una presa que está bajo la garra de un tigre que en tanto más se mueve, más se le ahondan las uñas.

"Sentí un profundo desprecio desde ese momento por Moncada. 
Le dije que yo consideraba un deber morirnos o libertarnos.
 Que con ese fin yo había enarbolado la bandera rojinegra simbolizando libertad o muerte. 
Que el pueblo nicaragüense de aquella guerra constitucionalista esperaba su libertad.

"Él sonrió sarcásticamente. Me dijo textualmente estas palabras, en tono despreciativo.
'No hombre…¿Cómo se va a sacrificar usted por el pueblo? 
El pueblo no agradece… Esto se lo digo por experiencia propia… 
La vida se acaba y la patria queda… 
El deber de todo ser humano es gozar, y vivir sin preocuparse mucho…'

"Me despedí de él y me fui hacia donde estaban todas mis Fuerzas.

"Como, según dejo dicho, yo estaba en ese momento con mi Estado Mayor, ante Moncada, todos los que lo formaban son testigos del relato que dejo hecho.

"Cuando salimos al portón del camino real todo mi Estado Mayor y yo dimos 'mueras' a los yankees.
 En el camino fuimos comentando las razones de Moncada y todos comprendimos que él ya traía en su bolsillo la promesa de la presidencia de Nicaragua.

"Terminó la llamada revolución constitucionalista, en que Moncada vio que podía realizar su vieja ambición de ser Presidente, sin fijarse en los medios que debían llevarlo hasta allí, sin tomar en cuenta que se entregaba al país nuevamente al interventor y hasta olvidando a los delegados del doctor Sacasa, doctores Espinosa, R. Argüello y Cordero Reyes, quienes una vez en esta capital, lanzaron un manifiesto, dando a conocer las intenciones de Moncada y expresando que no eran esas las instrucciones del doctor Sacasa.
 Así entregó las armas Moncada. Comprendí que éste traicionaba los intereses de la revolución, pues así lo declaró el doctor Sacasa, y comprendí también con amargura que eran defraudados los ideales del pueblo nicaragüense.

"Llegué al cerro El Común, en el cual estaba mi fuerza, y participé a todos lo que oí de propia boca de Moncada y lo que en él comprendimos.

"No era posible que yo fuera indiferente a la actitud asumida por un traidor. 
Recordé en esos momentos las frases hirientes con que nos calificaban a los nicaragüenses en el exterior. 
Así pasé tres días en el cerro del Común, abatido, triste, sin saber qué actitud tomar, si entregar las armas o defender el país, que reclamaba conmiseración a sus hijos.
 No quise que mis soldados me viesen llorar, y busqué la soledad.

"Allí solo, reflexioné mucho, sentí que una voz extraña me decía: '¡Vende patria!' Rompí la cadena de reflexiones, y me decidí a luchar, comprendiendo que yo era el llamado para protestar por la traición a la Patria y a los ideales nicaragüenses, y que las balas serían las únicas que deberían defender la soberanía de Nicaragua, pues no había razón para que los Estados Unidos intervinieran en nuestros asuntos de familia. Fue entonces cuando publiqué mi primer manifiesto."

Con esa patriótica determinación de Sandino, como ya otros han observado, aquella guerra convencional de montoneros se transformaría en la primera guerra de guerrillas liberada en el continente americano.

Moncada se dio cuenta del peligro que Sandino, aún con pocos hombres, representaba para el futuro de sus ambiciones personales. 
Así fue que se propuso persuadir a Don Gregorio, padre de Sandino, que fuera a Yalí el 23 de mayo a reunirse con su hijo con el fin de disuadirlo de continuar en armas. Moncada, paradigma de la clase política tradicional de Nicaragua, oportunista, pragmático sin dignidad ni verdadero patriotismo, pensaba lograr su objetivo porque no era capaz de comprender que eso de Patria Libre o Morir no era una simple consigna sino algo muy firmemente arraigado en el corazón de Sandino y de sus seguidores.

Joseph Baylen, en un artículo publicado en el Hispanic American Historical Review, en agosto de 1951, relata que Moncada habría pedido a Don Gregorio que le recordara a su hijo que "el que se mete a redentor termina crucificado y que, al fin de cuentas, el pueblo nunca agradece nada". 
"Pero", continúa Baylen, "en vez de disuadir a Sandino el resultado de ese encuentro en Yalí fue la conversión de Don Gregorio a la causa de su hijo."

En ese mismo artículo, Baylen escribe: "La denuncia del Departamento de Estado que caracterizaba a Sandino como 'bandolero' había sido motivada por su deseo de convencer al pueblo norteamericano y al mundo que su intervención en Nicaragua era para salvar a ese pobre país de un temible bandolero y no, ni mucho menos, para suprimir un movimiento revolucionario.

"Cada vez era más evidente que la etiqueta de bandolero se la habían puesto a Sandino para no tener que reconocerlo como un dirigente revolucionario.
" Eso hubiera implicado darle un status de fuerza beligerante, con todo lo que eso conlleva en derechos y prerrogativas, y el Departamento de Estado habría tenido que reconocer que el principal objetivo de Sandino era la retirada de las fuerzas interventoras de Nicaragua.
 Obviamente Washington pensaba que reconocer esa verdad no era conveniente porque aumentaría la oposición del propio pueblo norteamericano a su política de intervención.

Washington, eterno falsificador de la verdad, nunca ha permitido que su pueblo conozca las verdaderas razones de sus incesantes guerras y agresiones, sistemáticamente mentía y desinformaba a su propio pueblo sobre las razones de su intervención en Nicaragua. 
Después haría lo mismo con respecto a su guerra contra la Revolución Popular Sandinista en los ochenta y ahora persiste en su misma política de engaño y falsificación de la verdad para "justificar" su cobarde, ilegal y criminal guerra de agresión contra Irak y Afganistán.

Pero, a los hombres y mujeres verdaderamente dignos y honestos nunca se les ha podido engañar por mucho tiempo. 
Y así fue que el repudio a la intervención militar contra Sandino fue creciendo rápidamente por toda América Latina, el mundo y en los propios Estados Unidos donde los artículos de Salomón de la Selva y de Carlton Beals, en la revista The Nation y en otros medios, fueron altamente concientizadores.

Por este tiempo ya América Latina se había nutrido del pensamiento de sus más grandes intelectuales, como José Enrique Rodó, Dario y Francisco García Calderón, que alertaban sobre el peligro latente para la paz y su seguridad que Estado Unidos representaba.

Eres los Estados Unidos,
(nos decía Darío)
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español…

Tened cuidado. Vive la América española.

Con mucha antelación, el Libertador Simón Bolívar ya nos había alertado en forma categórica. Los Estados Unidos, dijo: "parecen destinados por la Providencia a plagar a la América de miserias en nombre de la libertad…".

Aunque Sandino no era comunista, la Internacional Comunista, como era de esperarse, lo apoyaba a través de organizaciones como la Liga Anti-Imperialista y la All American Anti-Imperialist League. 
Un capítulo mexicano de la Liga Anti-Imperialista fue organizado por Gustavo Machado. Este ilustre comunista venezolano trabajaba muy de cerca con el Dr. Pedro José Zepeda, representante de Sandino en México. Sandino apreciaba este apoyo grandemente.

En América del Sur, Gabriela Mistral varias veces hizo oír su voz diciendo que Darío y Sandino prestigiaban a Nicaragua. 
Su apoyo a Sandino fue siempre claro y firme hasta el punto que la gran poeta chilena llegó a promover la idea de formar una Liga Hispana para combatir en Nicaragua.

Joaquín García Monge, el famoso director del prestigioso Repertorio Americano en Costa Rica, fue uno de los más comprometidos intelectuales latinoamericanos en dar a conocer la lucha de Sandino.
 Tarea similar hizo en Honduras Froylan Turcios y, posteriormente, Gustavo Alemán Bolaños.
 El gran José Carlos Mariáteguí con su revista Amanta en el Perú fue un gran aliado. Víctor Raúl Haya de la Torre ofreció sus servicios a Sandino.

El novelista francés, Premio Nobel de Literatura 1915, Romain Rolland, públicamente pedía apoyo para las fuerzas del Chipote.
 De hecho, no parece haber habido intelectual de mérito en América Latina o Europa que no haya descubierto la dignidad patriótica de Sandino y apoyado su causa.
 Miguel Angel Asturias, Carlos Quijano, Alberto Masferrer y José de Vasconcelos lo hicieron desde París.

El Sexto Congreso Mundial del COMINTERN, reunido en Moscú en 1928 envió: "saludos fraternos a los obreros y campesinos de Nicaragua y al heroico ejército de emancipación nacional del General Sandino.
" Cabe preguntarse, ¿a qué se debió tan inmensa acogida a Sandino y a su lucha? 
Simplemente a que las personas honestas, de esa época como las de hoy, siempre han sabido reconocer las causas justas que merecen apoyo y las políticas criminales que hay que denunciar. 
La ola de condena que se hizo sentir en todo el mundo a la política de Washington contra Nicaragua por los años 1928-29 no había tenido precedente en la historia de las relaciones internacionales.

Simultáneamente con la reunión del COMINTERN en Moscú, se celebraba en Frankfurt, Alemania, el Primer Congreso Anti-Imperialista Internacional, con la presencia de una delegación sandinista integrada por gente del Dr. Pedro José Zepeda en México. 
Sandino personalmente se había interesado en este congreso y escribió una carta a Henri Barbusse, uno de los organizadores que es quien bautizó a Sandino con el honroso nombre que don Gregorio Selser posteriormente popularizara: General de Hombres Libres. 
En su carta a Barbusse Sandino le decía que aunque en ese momento su lucha era nacional "se volverá internacional a medida que los pueblos coloniales y semi-coloniales se vayan uniendo con los pueblos de las naciones imperialistas."

Desde la tarima un sandinista mostró una bandera norteamericana capturada de los intervencionistas en Nicaragua. 
Todo esto fue observado con complacencia por Jawaharlal Nehru, compañero de lucha de Mahatma Gandhi, padre de Indira Gandhi y abuelo del gran amigo de Daniel Ortega, Rajiv Gandhi. Nehru fue el primer Primer Ministro de India después de la independencia en 1947 y fue reelecto para el mismo cargo continuamente hasta su muerte en 1964. Indira y Rajiv también llegaron a ser Primer Ministro de esa gran nación.

Fue en ese mismo Primer Congreso Anti-Imperialista Internacional que se empezó a notar cierta tensión entre los comunistas y los sandinistas porque éstos rehusaron dar apoyo a la iniciativa comunista de expulsar del congreso a la representación de Haya de la Torre.

En ese mismo año 1928, tropas del Kuomingtang (Partido Nacionalista Chino) entraron victoriosos a Bejing llevando varios estandartes con el retrato de Sandino. 
Según un informe del jefe del destacamento de Marines americanos en China, una de las unidades del ejército del Kuomingtang se llamaba "División Sandino".

Finalmente cabe recalcar que la grandeza y dignidad patriótica de Sandino era tal que obtuvo muchos elogiosos reconocimientos hasta de parte de los que lo adversaban. 
Uno de esos elogios indirectos le llegó de parte del coronel Fagan, jefe de las fuerzas invasoras en León quien, habiendo sido invitado para hablar a favor de Moncada en Poneloya, sorprendió a todo mundo diciendo: 
"Yo soy irlandés al servicio de los Estados Unidos. Pero como irlandés digo que el General Sandino es un patriota, aunque con poco juicio, porque si exigiera, por ejemplo, que se le construyera una catedral en cualquier parte de la Segovia, pediría una cosa posible; si exigiera diez millones de dólares, también pediría lo posible; pero pensar que va a vencer a los Estados Unidos, esta es su falta de juicio." Sin embargo, sabemos que Sandino lo que buscaba no era "vencer" a los Estados Unidos, sino que las fuerzas extranjeras abandonaran el país.

Hemos hecho estas remembranzas de lo que significó para Nicaragua y el mundo el gesto heroico de Sandino cuando se negó a suscribir el ignominioso Pacto del Espino Negro el 4 de mayo de 1927 y, más bien, proclamó esa fecha como Día de la Dignidad Nacional, con la esperanza de que todos estos recuerdos sirvan para reencender la mecha de la dignidad patriótica de todos los nicaragüenses que verdaderamente aman a su patria.

Decíamos, antes de entrar a recordar los aspectos históricos del 4 de mayo, que el concepto de dignidad nacional, a 77 años del Pacto del Espino Negro, resulta extraño e incomprensible para el ejecutivo y, al parecer, para todos los diputados en la Asamblea Nacional con la clara y única excepción de los diputados sandinistas. Estas son palabras duras y me hubiera gustado no tener que decirlas. 
Pero se trata de un problema que tenemos que reconocer y, por el bien de Nicaragua y en la forma más fraterna y constructiva, tenemos que abordar. 
Esto es algo que entre todos, liberales, sandinistas, conservadores, social cristianos, etc., etc., como hermanos, por amor a la patria y a las futuras generaciones debemos corregir sin acusaciones ni señalamientos estériles y con mucha humildad. 
Y la manera de comenzar debería ser examinando lo que nos dice la constitución.

Nuestra constitución política claramente enuncia ciertos principios fundamentales y derechos irrenunciables del pueblo que, si los servidores públicos y todos los ciudadanos los respetáramos, estaríamos enalteciendo la dignidad de Nicaragua.

Nuestra Constitución de 1987 en su título primero, sobre principios fundamentales, capítulo único, artículo 1, dice que "toda injerencia extranjera en los asuntos internos de Nicaragua o cualquier intento de menoscabar esos derechos", es decir, la independencia, soberanía y autodeterminación, "atentan contra la vida del pueblo". 
Nosotros podríamos añadir y "contra la dignidad nacional". 
Pues es en esos principios y derechos que radica nuestra dignidad como nación.

El mismo artículo de nuestra constitución continúa: 
" Es derecho del pueblo y deber de todos los ciudadanos, preservar y defender con las armas en la mano si es preciso, la independencia de la patria, la soberanía y la autodeterminación nacional". 
Es en el ejercicio de este derecho y cumplimiento de ese deber ciudadano que se manifiesta la dignidad nacional.

Un ciudadano cualquiera y, con mucha más razón, un gobernante que permite el irrespeto de estos derechos irrenunciables del pueblo, que no defiende con toda su fuerza el derecho a nuestra autodeterminación, atropella nuestra dignidad nacional y viola la constitución. 
Del mismo modo el respeto al artículo 3 de la constitución es también esencial para el enaltecimiento de nuestra dignidad nacional:

"La lucha por la paz y el establecimiento de un orden internacional justo, son compromisos irrenunciables de la nación nicaragüense. 
Por ello nos oponemos a todas las formas de dominación y explotación colonialista e imperialista y somos solidarios con todos los pueblos que luchan contra la opresión y la discriminación."

Hay que repetir hasta la saciedad que si el concepto de dignidad nacional nos resulta retórico, impreciso, poco claro y muchas veces reñido con nuestros principios de pragmatismo, oportunismo, realismo o realpolitik, volemos al traste esos principios y meditemos sobre Sandino y sobre la sangre derramada por todos nuestros Héroes y Mártires.
 Es allí donde aprenderemos lo que significa dignidad y patriotismo.

Don Salvador Calderón Ramírez, en su libro, Ultimos días de Sandino, publicado en México en 1934, escribe:
"La figura de Sandino llegó a ser el símbolo de un gran ideal y sus hechos heroicos adquirieron resonancias épicas y marciales, y al fundirse en una onda armoniosa colmaron la conciencia de América."

Es triste que a 77 años de aquel glorioso 4 de mayo de 1927, esas resonancias de que habla don Salvador aún no hayan sido captadas por la conciencia sorda de nuestro presidente y de la mayoría de los legisladores.
 El gobierno de don Enrique deshonró a Nicaragua y empañó la dignidad nacional cuando usó el escaño de Naciones Unidas para avalar la lógica de Washington para invadir a Irak, convirtiéndose así en apologista del terrorismo y en cómplice del genocidio.

Como lo escribimos en un artículo el 28 de febrero del año pasado, según la lógica servil y mercantil del Gobierno de la Nueva Era, se hacía necesario vender el alma al diablo para obtener el apoyo de Bush en el Banco Mundial y en el BID. 
A don Enrique se le hace difícil comprender que el pueblo decente de Nicaragua, ni para salvar la vida estaría dispuesto a convertirse en cómplice del terrorismo y genocidio. 
El posterior envío de tropas a Irak con la aprobación de todos los diputados, con sólo la honrosa excepción de los 38 legisladores sandinistas, ha sido el mayor golpe a nuestra dignidad nacional.
 El compromiso de destruir los misiles SAM 7 asumido por el Presidente Bolaños ante su amo Bush constituye el broche de oro con que se sella el entreguismo de Bolaños.
 Pero si esto de dignidad resulta incomprensible para el Gobierno de la Nueva Era, que por lo menos acaten las disposiciones de nuestra Constitución Política para no hacernos pasar tanta vergüenza.

Defender la dignidad nacional no es simplemente denunciar que don Enrique y los diputados PLC, Azul y Blanco, etc. han humillado a la nación permitiendo e incluso cooperando con quienes violentan nuestra soberanía. 
Contra estos repetidos atropellos a nuestra soberanía y a nuestra Constitución hay que tomar medidas.
 Sobre eso no puede caber la menor duda. La defensa de la vida, de la dignidad nacional y de todos los derechos irrenunciables del pueblo y fundamentos de la nación nicaragüense enunciados en el título 1, capítulo único, de nuestra Constitución Política, implica una lucha sin tregua. 
Pero esa lucha debe ser exclusivamente noviolenta, desde ayunos, manifestaciones, huelgas y hasta la desobediencia civil si fuese necesario.

Aunque yo, desde hace muchos años, he sido un convencido de la noviolencia, nunca tuve problemas en entender y apoyar la gloriosa lucha sandinista. Jamás hubo un caso más claro de "guerra justa".
 La mayor parte de las guerras, como las que Estados Unidos a diario inventa por docenas, nada tienen de justo y en efecto no son más que aventuras criminales, robo a mano armada. 
Si se aplican los criterios que la teología de la "guerra justa" considera esenciales para que una guerra sea verdaderamente "justa", la lucha armada sandinista los sobrecumple todos. 
No obstante, en lo personal yo pienso que esos criterios de "guerra justa", por muy católicos que sean, son poco cristianos.

Como Tolstoy, Gandhi, Martin Luther King y Dorothy Day, yo también creo que la lucha noviolenta es el único medio capaz de efectuar las transformaciones permanentes que el mundo necesita y reclama con urgencia.

Durante todos mis años de vida como sacerdote sandinista, este tema de la noviolencia ha sido siempre un tema recurrente en diferentes intercambios con mis compañeros.
 Fue el tema central en el AYUNO POR LA PAZ Y LA VIDA, julio-agosto 1985, en la Iglesia del Sagrado Corazón del Barrio Monseñor Lezcano.

El tema de la noviolencia lo retomamos nuevamente como tema central en el VÍA CRUCIS de Jalapa a Managua (febrero 1986). 
Lo he expuesto también a lo largo de los años en una serie de artículos y entrevistas.

Pero si antes fueron consideraciones de tipo religioso las que me llevaron a hablar de la noviolencia como el único medio de lucha revolucionaria a que deberíamos recurrir, ahora los signos de los tiempos, la desenfrenada y cada vez más criminal violencia del imperio, las circunstancias del presente, han fortalecido esa convicción. 
El sacrificio de nuestros Héroes y Mártires y toda su santa sangre derramada en nuestro suelo patrio están logrando que avancemos a una etapa superior del desarrollo humano a la cual sólo podremos ascender con el espíritu patriótico y el amor que caracterizó a Sandino y siempre ha caracterizado a sus verdaderos seguidores.
 Gandhi nos decía que las personas y los pueblos ascienden a nuevos niveles de humanidad casi siempre por necesidad, no por virtud.
 "Pero no hay nada malo", añadía, "en que avancemos en el camino de nuestra perfección, individual o colectiva, bajo la presión de las circunstancias".

La liberación que los pueblos urgen y anhelan debe incluir en forma prioritaria la liberación de la dependencia en métodos violentos para corregir los males de este mundo.
 Pero no sería honesto si al compartir esta convicción con ustedes este Día de la Dignidad Nacional no les digo también que siento una gran admiración y respeto por la lucha del digno y heroico pueblo iraquí y en mis oraciones pido al Señor les ayude a expulsar a la Bestia Apocalíptica de esa santa tierra de nuestro padre Abraham.
Conferencia del Padre Miguel D'Escoto Brockmann
Managua 4 de mayo de 2004

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