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Fernando Lugo impone crucifixión del Partido Liberal

Coherente con su historial de traicionar a quienes le beneficiaron, el cura papá y presidente Fernando Lugo ahora condena al Partido Liberal a morir crucificado

En abril de 2008 llegó al gobierno el insólito candidado del Partido Liberal de Paraguay, el cura papá Fernando Lugo, quien desde esa fecha no ha dejado de traicionar a quienes le beneficiaron sin banderías políticas ni ideológicos. 
 
 Un ejemplo son las ejecuciones extrajudiciales que ordenó contra los militantes del EPP, luego de haberlos utilizado para lograr pasar por “chavista y bolivariano” ante la prensa y opinión pública internacional.

Muchos de los grupos no liberales que teóricamente apoyaron al candidato liberal, pero que en realidad pusieron en riesgo el tan necesario y anhelado paso para la democracia paraguaya que se dio en abril del 2008, con insólita impavidez, aparecieron luego en espacios de la prensa reclamando la herencia de un triunfo que no les pertenecía, una victoria en la que no habían tenido parte, tras una campaña cuyo sosiego perturbaron y cuyo desenlace comprometieron con su errática conducta.

Muchos de estos grupos que el liberalismo toleró con grandeza y estoicismo, como Partido Febrerista, Demócrata Cristiano y otros, incluso habían perdido la personería de sus propios partidos, siendo hoy grupos extintos y fantasmas que siguen como furgón de cola a las ONG que usan como mampara movimientos políticos para recibir fondos de USAID, sobre todo Tekojoja y PMAS.

Jamás pensaron cumplir con su palabra, que desde luego no fue sincera, de que hacían lo que hacían por la patria, de que no irían a comprometer el futuro del país y dejarían gobernar al partido Liberal.

Vida, Pasión y Crucifixión del Partido Liberal

Aunque el fin de los 61 años de hegemonía del aparato clientelista del estado teñido del signo político colorado ha tenido diversas interpretaciones, y complejas y múltiples causas, es imposible restar méritos a la estrategia y la actitud de la dirigencia y el electorado del Partido Liberal, verdaderos artífices fundamentales de la resonante victoria popular del 20 de abril.

Superando a las propias limitaciones y a la misma historia, fueron sus dirigentes quienes con estoicismo y el espíritu templado, soportaron la conducta anárquica del abigarrado conglomerado de “aliados”, inclusive con la grandeza de no excluir a quienes restaban más votos de los que sumaban.

Un recordado maestro del periodismo paraguayo decía que despotricar contra los liberales era considerado por muchos paraguayos como una receta mágica, desprovistos como estamos del don de la objetividad. Frente al partido Liberal sólo se admitía, según Humberto Pérez Cáceres, condenarlo con los juicios más severos o elogiarlo sin tasa ni medida. 
 
 El liberalismo era la doctrina antinacional, causante de todos nuestros males, o evangelio de la libertad y palanca del progreso, pero nunca un tema que podía enfocarse con medias tintas.

Uno de los prohombres de la estructura que se desplomó en abril del 2008, J. Natalicio González, llegó a decir que nuestra política se trataba de luchas entre paraguayos y liberales.

¿Agoniza el liberalismo? Se preguntaba Eusebio Ayala en la década de 1930, y él mismo se contestaba: hay algo que oponer a la agonía, y es el sentimiento de libertad arraigado en el corazón del hombre.
 
 Ese fue el secreto guardado que posibilitó la estruendosa resurrección liberal en abril del 2008, luego de haber atravesado etapas tan difíciles como un régimen militar adverso, durante el cual el mismo dictador una vez reconoció que hacía fraude en favor de los candidatos a parlamentarios del Partido Liberal.

Cuando hacia 1928 Asunción era un hervidero por la polémica suscitada en torno a la creación del arzobispado, el entonces liberal Anselmo Jóver Peralta, quien luego sería ideólogo del febrerismo, se oponía con vehemencia en la Cámara de Diputados calificando la iniciativa como una conjura retrógrada y gravosa para el escuálido tesoro público. 
 
Desde la barra, un líder católico le gritó que siempre sería menos gravosa que una revolución, a lo que replicó Jóver Peralta que estaba en lo cierto, pero que la humanidad no tenía deudas con ningún arzobispado y mucho menos le debía los sagrados derechos del hombre.

Con un razonamiento paralelo, la campaña liberal que triunfó en 2008 lo hizo porque coherente y auténtica, nuevamente puso en el centro del sistema cultural a las libertades civiles, la tolerancia con las demás doctrinas políticas, la sana competencia en el campo del pensamiento y la acción, el ataque calculado a los señores feudales de la reacción, la exaltación de la dignidad de todos los compatriotas.

El discurso pluralista que desecharon sus adversarios fue recogido por el Partido Liberal, que haciendo honor a su ideología permitió la expresión de un abanico de movimientos que abarcaron todo el espectro político, actitud que honró a la agrupación y que el pueblo premió atiborrando las urnas en beneficio de la alternancia.

Desgracidamente, hoy todo eso es historia.

La mentalidad retrógrada, inquisitorial y represiva, aunque con paso cansino, logró imponerse ante un liberalismo que cayó en la trampa de la disgregación que le tendió el luguismo, enceguecido por la sed de poder, ante el cual los divididos y debilitados liberales no tuvieron o no encontraron respuestas.

El final de esta historia no podía ser más lamentable: la anunciada absorción del liberalismo por el luguismo, capitaneado dentro del liberalismo por el caudillejo Blas Llano, se ha consumado a través de un muy esperado fraude.

Fraudes en las internas de los partidos gobernantes no son novedosos en Paraguay, y mucho menos en fechas cargadas de simbolismo. 
 
Cuando en 1992 los partidarios del colorado Juan Carlos Wasmosy planearon un fraude, lo prepararon para las fechas de navidad y año nuevo buscando aprovechar la desatención de la opinión pública debido a las vacaciones y las fiestas.

Como una paradoja del destino, a su turno, los partidarios del cura presidente apelaron a la muy católica semana santa para cometer sus pecaminosos actos e imponer el martirio de la crucifixión al Partido Liberal.

Ya decía Chamfort que Dios debería enviar un nuevo diluvio, ya que el primero fue inútil. 
 
 O, cuando menos, a otro de sus hijos para que reemplace en la cruz al Partido Liberal. LAW

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LAW, el Dreyfusard

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