Dos noticias relacionadas con acciones del presidente de EEUU entre
1960-1963, John F. Kennedy, circularon en la red el pasado siete de
febrero: la firma del bloqueo impuesto a Cuba,
el día 3 de febrero de 1962, que entraría en vigor precisamente el 7, y
su presunta relación con la becaria Mimi Alford, en el verano de ese
mismo año.
Las memorias de Alford se titulan Once Upon a Secret. My Affair with President John F. Kennedy and Its Aftermath (Érase una vez mi secreto. Mi «affair» con John F. Kennedy y sus consecuencias)
y, según se anuncia, vienen condimentadas con acusaciones de abusos
sexuales, aberraciones y pasajes oscuros.
Como es de esperar, este
suceso entra en el sistema espectacular a que responde la política estadounidense,
acostumbrada a vapulear la vida privada de sus figuras públicas al
punto de que lo insólito se convierta en cotidiano y, por supuesto, lo
esencial quede supeditado por lo superficial.
Lo dicho por la exbecaria,
quien confiesa no haberse podido resistir ante el hombre más importante de los EEUU en ese instante, (el de entregarle su virginidad) transitará hacia el mundo de la especulación y el cotilleo.
La
nota acerca de la firma del bloqueo ha estado matizada, además de por
la petición de mil puros cubanos de la marca Upmann por parte de
Kennedy, por descargar sobre el gobierno cubano, del mismo modo en que
se descargan los cuestionamientos sobre la opinión de Alford, la idea de
las pérdidas, que son cifras superiores a los 104 mil millones de
dólares (975 mil millones con la depreciación de la divisa en la
actualidad), o la de la intensificación del acoso, que se traduce en
multas a empresarios y Compañías por comerciar con Cuba, en incautación
de cuentas bancarias y, sobre todo, en actos de terrorismo directo y
guerra biológica en el país.
Son hechos, no testimonios.
Por otra parte,
los propios informes presupuestarios del Departamento de Estado revelan
cifras millonarias para la subversión en Cuba,
con publicaciones impresas, en web, emisiones radio-televisivas y
suministro de equipamiento tecnológico al esmirriado grupo de disidentes
en la Isla.
Así mismo, no hay ejemplos concretos de la anunciada
flexibilización de la campaña del actual presidente Barack Obama.
Y
no se trata solo de la opinión oficial del gobierno cubano, sino de
votaciones en la Asamblea de Naciones Unidas que lo condenan
abrumadoramente, desde el 24 de noviembre de 1992, hasta la última, en
2011, en la que solo Israel continuó del lado de su eterno aliado. ¡186
naciones se manifestaron oficialmente en contra del bloqueo! Insisto:
¡bloqueo!, pues la resolución que esas naciones han firmado se llama «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».
Se hace explícito, pues, que no somos solo los cubanos los que así lo llamamos.
No
puede haber mayor desprecio por el respeto al derecho de las naciones a
decidir su trayectoria política que la que lleva EEUU desde ese 3 de
febrero de 1962, cuando aún el presidente Kennedy no le había “rayado la
pintura” a la becaria Alford.
Sin embargo, como muestra una
inspección elemental a la red, la anciana Mimi Alford lleva la delantera
en interés mediático en tanto el anciano bloqueo se va barriendo debajo
de la alfombra, de ser posible Persa, para seguir centrando en Damasco
la próxima invasión.