Estados Unidos se retira militarmente de Irak aunque mantendrá una fuerza bélica lo suficientemente poderosa para controlar las amenazas a los intereses de la Alianza Transatlántica en la zona del Golfo Pérsico.
El retiro de las tropas de Estados Unidos de Irak y de otras naciones (47) pertenecientes a la operación multinacional que manejó la invasión, no significa poner término a la ocupación.
El retiro de las tropas de Estados Unidos de Irak y de otras naciones (47) pertenecientes a la operación multinacional que manejó la invasión, no significa poner término a la ocupación.
Tampoco pone fin a un proceso que debería continuar para ajustar cuentas, si el derecho internacional fuera una realidad y no un artefacto de simulación para mantener falsos códigos de convivencia internacional.
Son 48 los países que participaron en la invasión a Irak 2003, con el apoyo de sus parlamentos. Es decir, la representatividad política en su conjunto de estos países estuvo con una invasión que se llevó a cabo sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU.
Son, por lo tanto, 48 los países que deben rendir una cuenta internacional al mundo de por qué violaron una resolución de la ONU poniendo en el tacho de la basura la Carta Fundamental de la ONU.
La invasión a Irak de 2003 constituyó un crimen internacional que permanece en la impunidad
La llamada “comunidad internacional” avaló que 48 países invadieran Irak avasallando la Carta Fundamental de las Naciones Unidas. Es importante desactivar la idea de que el Reino Unido y Estados Unidos fueron los únicos responsables de lo sucedido en Irak.
Esta coalición de 48 países, fue integrada de la región de América Latina, por República Dominicana, Honduras, y Nicaragua. Costa Rica y Guatemala tuvieron cierta participación en los pasos iniciales. Países con tinte de pacifistas como Dinamarca, Holanda y Canadá participaron activamente durante casi el mayor período crítico de la ocupación.
El tema más profundo es que guerra y terrorismo ocupan un lugar central en la agenda política de los países como si fueran sinónimos o piezas intercambiables de una doctrina de seguridad internacional extendida a nivel planetario. Es una tesis que gradualmente empieza a tener sentido como política de estado en un espectro más vasto de países, afectando normas internas de convivencia.
Para el gran capital que ha dominado ideológicamente en esta invasión a Irak, no ha habido nada más inútil que los movimientos por la paz, en momentos en que los precios de los metales están encendidos, como fue a fines del siglo 19 y el período de las guerras de la Reina Victoria. La paz, en la ecuación del crecimiento económico, destruye las variables útiles del momento de expansión y guerras.
La lucha antiterrorista se ha enfrentado bajo los parámetros de la confrontación dura, aumentado a la vez la dosis de ilegitimidad que se da en guerras sin definición de “regular” y sin fiscalización, como la que derrocó a Gadafi o como la que se prepara para derribar al actual gobierno en Siria. Pero aún, como la que se da en la actualidad en Afganistán.
El peso político que conlleva este clima de procedimientos contribuye al actual clima de inseguridad en el mundo.
La mayor responsabilidad reside en los países (alrededor de 193 que forman la ONU) y que comparten un espacio político avasallado por la complicidad inherente de un sistema que se quebró y no logra recuperar su razón de ser.
La clave de las irregularidades reside en reducir la gran brecha que existe entre las declaraciones de los países más poderosos, y sus acciones para recuperar el multilateralismo. En esa brecha se detecta una demagogia manipuladora por parte de las potencias y lo más grave es que los medios en su mayoría están acoplados a fomentar esa demagogia.
Por otra parte, las agencias internacionales como Human Rights Watch, Amnesty International, y otras similares orientadas a resguardar aspectos claves en el derecho internacional se acoplan a la misma estrategia de control y supremacía occidental. Ni hablar de la Corte Penal Internacional en La Haya convertida en la práctica en el brazo legal de la OTAN.
El desafío de corregir este “mar” de desviaciones en el derecho internacional debería ser parte central de la agenda del Secretario General de la ONU, el diplomático surcoreano Ban Ki Moon, en el entendido que este es el único espacio con participación masiva de los países y a través del cual los pueblos podrían tener un grado de participación en las decisiones. Este es un tema que incita un gran debate al interior de las naciones.
Sin embargo esta misión, se dificulta desde la propia postura ética de Ban Ki Moon durante la invasión a Irak.
Corea del Sur participó con 3300 efectivos en la invasión a Irak (Fuente: Multinacional Force; Briefings), y es un dato clave a la hora de evaluar la gestión del actual Secretario General Cuando esas decisiones fueron tomadas en Corea del Sur, el actual Secretario General de la ONU había sido el embajador de su país ante la ONU y posteriormente asumía como canciller. Fue un activo participante de la decisión de violar la resolución del Consejo de Seguridad de no invadir Irak para sumar a Corea del Sur en el conjunto de las 48 naciones.
La recuperación del multilateralismo no podría estar en peores manos que bajo el liderazgo del actual Secretario General surcoreano. Es como estar durmiendo con el enemigo al interior del ministerio.
Mientras tanto continuará la presencia militar occidental en una región convulsionada, para satisfacer las demandas de la lucha contra el terrorismo y el radicalismo islámico que es muy probable se agudice a partir de la erróneamente llamada “primavera árabe”, al suponer que democracias verdaderamente árabes son las que surgen de estos movimientos en contra de gobiernos autocráticos.
El tema es engañoso, porque hasta hoy no se conoce lo que es un referente de democracia árabe. La única democracia que se propaga es aquella destinada a mantener el status quo capitalista y el poder sus elites.
Los intereses que se protegen con esta fuerza bélica estacionada en el Golfo Pérsico son esencialmente los que corresponden al capital transnacional occidental y tanto China como Rusia, al ponderar el significado de esa supremacía en la zona, deberían liderar la contención indispensable para recuperar los equilibrios de poder a nivel global.
De otra forma, la convivencia internacional será tan sofocante como en los peores tiempos de la Guerra Fría anterior.
Son 48 los países que participaron en la invasión a Irak 2003, con el apoyo de sus parlamentos. Es decir, la representatividad política en su conjunto de estos países estuvo con una invasión que se llevó a cabo sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU.
Son, por lo tanto, 48 los países que deben rendir una cuenta internacional al mundo de por qué violaron una resolución de la ONU poniendo en el tacho de la basura la Carta Fundamental de la ONU.
La invasión a Irak de 2003 constituyó un crimen internacional que permanece en la impunidad
La llamada “comunidad internacional” avaló que 48 países invadieran Irak avasallando la Carta Fundamental de las Naciones Unidas. Es importante desactivar la idea de que el Reino Unido y Estados Unidos fueron los únicos responsables de lo sucedido en Irak.
Esta coalición de 48 países, fue integrada de la región de América Latina, por República Dominicana, Honduras, y Nicaragua. Costa Rica y Guatemala tuvieron cierta participación en los pasos iniciales. Países con tinte de pacifistas como Dinamarca, Holanda y Canadá participaron activamente durante casi el mayor período crítico de la ocupación.
El tema más profundo es que guerra y terrorismo ocupan un lugar central en la agenda política de los países como si fueran sinónimos o piezas intercambiables de una doctrina de seguridad internacional extendida a nivel planetario. Es una tesis que gradualmente empieza a tener sentido como política de estado en un espectro más vasto de países, afectando normas internas de convivencia.
Para el gran capital que ha dominado ideológicamente en esta invasión a Irak, no ha habido nada más inútil que los movimientos por la paz, en momentos en que los precios de los metales están encendidos, como fue a fines del siglo 19 y el período de las guerras de la Reina Victoria. La paz, en la ecuación del crecimiento económico, destruye las variables útiles del momento de expansión y guerras.
La lucha antiterrorista se ha enfrentado bajo los parámetros de la confrontación dura, aumentado a la vez la dosis de ilegitimidad que se da en guerras sin definición de “regular” y sin fiscalización, como la que derrocó a Gadafi o como la que se prepara para derribar al actual gobierno en Siria. Pero aún, como la que se da en la actualidad en Afganistán.
El peso político que conlleva este clima de procedimientos contribuye al actual clima de inseguridad en el mundo.
La mayor responsabilidad reside en los países (alrededor de 193 que forman la ONU) y que comparten un espacio político avasallado por la complicidad inherente de un sistema que se quebró y no logra recuperar su razón de ser.
La clave de las irregularidades reside en reducir la gran brecha que existe entre las declaraciones de los países más poderosos, y sus acciones para recuperar el multilateralismo. En esa brecha se detecta una demagogia manipuladora por parte de las potencias y lo más grave es que los medios en su mayoría están acoplados a fomentar esa demagogia.
Por otra parte, las agencias internacionales como Human Rights Watch, Amnesty International, y otras similares orientadas a resguardar aspectos claves en el derecho internacional se acoplan a la misma estrategia de control y supremacía occidental. Ni hablar de la Corte Penal Internacional en La Haya convertida en la práctica en el brazo legal de la OTAN.
El desafío de corregir este “mar” de desviaciones en el derecho internacional debería ser parte central de la agenda del Secretario General de la ONU, el diplomático surcoreano Ban Ki Moon, en el entendido que este es el único espacio con participación masiva de los países y a través del cual los pueblos podrían tener un grado de participación en las decisiones. Este es un tema que incita un gran debate al interior de las naciones.
Sin embargo esta misión, se dificulta desde la propia postura ética de Ban Ki Moon durante la invasión a Irak.
Corea del Sur participó con 3300 efectivos en la invasión a Irak (Fuente: Multinacional Force; Briefings), y es un dato clave a la hora de evaluar la gestión del actual Secretario General Cuando esas decisiones fueron tomadas en Corea del Sur, el actual Secretario General de la ONU había sido el embajador de su país ante la ONU y posteriormente asumía como canciller. Fue un activo participante de la decisión de violar la resolución del Consejo de Seguridad de no invadir Irak para sumar a Corea del Sur en el conjunto de las 48 naciones.
La recuperación del multilateralismo no podría estar en peores manos que bajo el liderazgo del actual Secretario General surcoreano. Es como estar durmiendo con el enemigo al interior del ministerio.
Mientras tanto continuará la presencia militar occidental en una región convulsionada, para satisfacer las demandas de la lucha contra el terrorismo y el radicalismo islámico que es muy probable se agudice a partir de la erróneamente llamada “primavera árabe”, al suponer que democracias verdaderamente árabes son las que surgen de estos movimientos en contra de gobiernos autocráticos.
El tema es engañoso, porque hasta hoy no se conoce lo que es un referente de democracia árabe. La única democracia que se propaga es aquella destinada a mantener el status quo capitalista y el poder sus elites.
Los intereses que se protegen con esta fuerza bélica estacionada en el Golfo Pérsico son esencialmente los que corresponden al capital transnacional occidental y tanto China como Rusia, al ponderar el significado de esa supremacía en la zona, deberían liderar la contención indispensable para recuperar los equilibrios de poder a nivel global.
De otra forma, la convivencia internacional será tan sofocante como en los peores tiempos de la Guerra Fría anterior.
http://www.argenpress.info/2011/11/estados-unidos-retira-sus-tropas-de.html