Alberto Piris cuenta algo impresionante en su columna del periódico digital República de las Ideas el 22 de septiembre.
Sucedió tras un pleito planteado en un juzgado del Estado de Nueva York
entre dos empresas privadas, relacionadas con la aviación comercial,
que se reclamaban mutuamente ciertos impagos.
Un intermediario
aeronáutico y una compañía de alquiler de aviones privados, en su pugna
porque la justicia les diera la razón, han hecho salir a la luz una
extensa documentación relacionada directamente con los famosos “vuelos
secretos” de la CIA. Richmor Aviation, ubicada cerca de Hudson, Nueva
York, demanda a Sportsflight, una empresa unipersonal de corretaje en
Long Island, por incumplimiento de contrato.
Documentos presentados al
tribunal durante el pleito muestran que alrededor del año 2003
Sportsflight organizó decenas de vuelos a petición de la CIA con destino
a lugares como Rumania, Azerbaiyán, Egipto, Yibuti, Pakistán y Libia.
Más de 1.500 páginas de los tribunales que entendieron en la causa y de
los tribunales de apelaciones detallan llamadas a cuarteles de la CIA, a
los celulares y teléfonos particulares de altos funcionarios de la CIA
vinculados al programa de entrega de prisioneros, así como a la compañía
contratista privada DynCorp, empleada por la agencia.
Los
trayectos efectuados por los reactores privados, alquilados por la CIA
para trasladar a los prisioneros, figuran detallados en estos documentos
que el pleito ha sacado a la luz.
Los transportes ilegales de presuntos
terroristas, muchos de los cuales acabaron en Guantánamo, se hicieron
con escrupulosa corrección burocrática y administrativa: facturas,
recibos y justificantes de gastos.
Todo muy correcto, excepto que
secuestraban a la gente, la narcotizaban, la llevaban a una prisión
clandestina y la torturaban.
En los documentos que las empresas han
aportado en su litigio comercial aparecen los detalles de los vuelos,
ciudades de origen y destino, itinerarios, hoteles donde se alojaban los
agentes, ciudades donde se ubicaban las cárceles clandestinas, acuerdos
económicos, descuentos por mayores vuelos y números de “pasajeros”,
etc...
Para ellos era una actividad comercial más, fueron a los
juzgados no porque tuvieran algún problema en trasladar a un tipo
narcotizado y encapuchado, sino porque luego no les pagaron lo
convenido.
Lo más impresionante es que quizás el único delito que
encuentren los jueces sea la ausencia de algún recibo o impago.
En el
capitalismo las cuestiones relacionadas con pagos, cheques, descuentos y
contratos se abordan con mucha escrupulosidad y acaban ante los jueces
para asegurar que los compromisos y acuerdos se cumplen conforme a la
ley.
Basta recordar el caso de Al Capone que tras años de crímenes
terminó procesado por evasión fiscal.
Por el contrario, los derechos
humanos son cuestiones secundarias, ningún juez estadounidense ha
dedicado ningún esfuerzo a buscar responsables por secuestrar y
torturar, quizás porque ni los legisladores ni los mejores abogados
están para estos asuntos, lo importante en el capitalismo es que ningún
cheque quedé impagado.