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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Habitantes de Sirte y Beni Walid denuncian robos y saqueos

http://www.resumenlatinoamericano.org/images/stories/cayo-abatido-el-lider-libio-muammar-al.jpeg El pueblo libio soporta ahora el comportamiento criminal de los invasores, pero sigue resistiendo.

Residentes en Sirte y Beni Walid, los dos últimos enclaves que se mantuvieron fieles a Muamar Gadafi, denuncian robos y saqueos en sus propiedades. 

Según relatan, algunos milicianos han aprovechado los combates para hacerse con todo aquello que encuentran entre los escombros de las viviendas. Para ellos, la «liberación» que celebran en Trípoli solo significa haberlo perdido todo.

Alberto PRADILLA

«Regresé a casa después de dos meses para comprobar en qué estado se encontraba. Dos rebeldes me siguieron en un coche. Cuando salí, me pidieron las llaves del mío. 

Uno de ellos conducía, yo iba de copiloto y el tercero en la parte de atrás. Me llevaron a diez kilómetros de la ciudad, me ordenaron que levantase las manos apuntándome con un kalashnikov y me dejaron allí». Khalifa Mohamed Khalifa, habitante de Beni Walid, maldice el robo de su vehículo hace exactamente una semana. 

Dos milicianos que se identificaron como miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT) le atracaron a las puertas de su propia casa.

Además, del coche, Khalifa se ha quedado sin el dinero y los documentos que guardaba en la guantera. 

Por lo menos, nadie ha sustraído nada en el interior de su domicilio, donde el desorden de todas sus pertenencias evidencia que alguien entró forzando la puerta. Según señala, no ha echado nada de menos.

El caso de este hombre, miembro de la tribu Warfallah y que lleva un mes acampado en los barracones de una empresa de construcción a las afueras de Trípoli, no es el único.

Junto a él, Abdul Hadi, también de Beni Walid. En su casa desaparecieron los documentos que acreditan la propiedad de unas tierras familiares. «Sin ellos no puedo demostrar que eran de mis antepasados», protesta.

Muchos de los vecinos de Sirte y Beni Walid, los dos últimos feudos en poder de los leales a Muamar Gadafi hasta hace una semana, han denunciado saqueos protagonizados por insurgentes. Ellos se marcharon durante la tregua de dos semanas decretada a mediados de setiembre.

Luego, en medio de los combates, sus viviendas se utilizaron como trincheras.

Se peleaba casa por casa y las khatibas irrumpían en los pisos vacíos para ganar terreno. 

También entonces algunos rebeldes aprovecharon para robar.

Ahora, con ambas ciudades reducidas a escombros, el saqueo se ha convertido en un castigo añadido para las familias que tienen que pernoctar en espacios para desplazados. 

Para los habitantes de Sirte y Beni Walid, la «liberación» que se celebra en Trípoli ha supuesto perderlo todo.

«Destruyeron todo»

«Si reconozco lo que me robaron suena hasta cómico», se lamenta un residente en la calle Dhnu Ennagadeen, en Sirte. No quiere identificarse y tampoco acepta que se fotografíe el interior de su vivienda. «No quiero mostrar mis miserias al resto del mundo», explica.

Es ingeniero, estudió en Austria y ahora realiza 50 kilómetros diarios con su mujer y sus tres hijos para limpiar su casa durante el día y dormir en una granja familiar por la noche. 

Según denuncia, los milicianos accedieron a su domicilio forzando la puerta y lo destruyeron todo sin motivos. Muestra una habitación tras otra.

Las ropas, los muebles y las fotografías familiares están esparcidas como si cada uno de los habitáculos hubiese sido víctima de un registro. Sobre una mesa, la televisión. En otra, un ordenador. «Solo me robaron la playstation de mi hijo y mi cámara de vídeo», señala, con una mueca que mezcla la irritación con la incredulidad.

El CNT, que es quien debería de mantener el control de la zona, niega los robos o los reducen a chiquillerías. 

Pero no hace falta más que sentarse en la autopista que une Misrata con Sirte para comprobar cómo un flujo constante de furgonetas vacías sale del feudo insurgente, pasa unas horas en la ciudad devastada y regresa cargado hasta los topes.

Televisiones, armarios, sillas, frigoríficos... Las calles de la última fortaleza de Muamar Gadafi se han convertido en un self service para decenas de libios. 

Algunos lo justifican por despecho, acusando a los habitantes de Sirte (y también de Beni Walid) de haber acumulado riquezas gracias a los favores del régimen. Aunque la mayoría que opta por afanar algo prefiere hacerlo de forma discreta, sin tener que dar explicaciones.

«Cogemos todo lo que puede ser útil y nos lo llevamos. No lo vamos a vender, lo juro». Muri Jumal, un hombretón con polvo hasta en los párpados, coloca un televisor junto al pick-up en el que varios menores cargan todo tipo de electrodomésticos. 

Suben, apilan y regresan al vehículo aparcado junto al edificio Tameen, completamente destrui- do tras un bombardeo de la OTAN. Ninguno de los presentes residió nunca aquí. 

Tampoco sus familiares. Así que no están recuperando los muebles que pudieron salvar después de la explosión.

Descartada la opción del vecino que trata de rescatar sus pertenencias solo queda una alternativa: el robo. No hace falta insistir mucho. 

Tras unos minutos de desconfianza, Jumal termina reconociendo que, como duda de que los legítimos dueños de todo el mobiliario lleguen a tiempo para impedírselo, él aprovechará para hacerse con todo lo que entre en su remolque.

Casos esporádicos, según el CNT

A pesar de las evidentes muestras que de existen auténticas brigadas de «limpieza» como la que comanda Jumal, los responsables del CNT aseguran que se trata de casos esporádicos. 

«Únicamente algunos jóvenes han entrado a robar.

Pero es porque no saben lo que hacen», señala Salem Abu Salem, uno de los coordinadores de la insurgencia cuando el régimen todavía mantenía el control de Sirte.

Para demostrar que se mantienen firmes y no permiten los asaltos, insiste en que, aunque estos se produzcan, «sus responsables son detenidos en el primer checkpoint». 

No resulta muy creíble. Media hora antes, dos vehículos cargados con material del puerto (uno de ellos transportaba el motor de una lancha) se paraban a charlar tranquilamente con los milicianos que custodiaban una barricada en la zona costera, una de las primeras en ser tomada por las milicias procedentes de Bengasi. La sensación de impunidad es absoluta. 

Existe una desconfianza total entre la mayor parte de los habitantes de Sirte y los milicianos del CNT, así que el «Allah Uakbar» con el que se saludan los simpatizantes del nuevo régimen suele servir como salvoconducto.

El robo de trofeos de guerra obtenidos en los centros de poder de la Yamahiriya ha sido una constante durante todo el conflicto. Ocurrió en Trípoli, especialmente en Bab al-Azziziyah y las diferentes mansiones de la familia Gadafi. Símbolos como el puño agarrando un avión norteamericano, que recordaba el bombardeo lanzado por EEUU contra la ciudad en 1996, se exponen en la calle Trípoli de Misrata. Pero, hasta el momento, los saqueos se limitaban a los edificios oficiales. Ahora es distinto.

«La culpa es nuestra. Teníamos que habernos quedado a defender nuestras casas», se lamenta Abdul Hadi, que señala a las brigadas procedentes de otros lugares como Zawiyah o Trípoli. 

«No somos todos iguales», le responde un miembro del CNT que se niega a identificarse. Oculta sus credenciales bajo la camiseta. En ese momento Hadi calla y Khalifa desaparece.

Llega la versión oficial y ambos desplazados tienen que callar. Tampoco esperan recuperar algún día sus pertenencias.

Paradero del hijo de Gadafi y de Al-Senussi

El que fuera jefe de los servicios secretos del gobierno de Gadafi, Abdallah al-Senussi, habría pasado de Níger al desierto de Mali con algunos de sus hombres, según informaron fuentes militares de ambos países.

Estas fuentes no evocaron la posible presencia en el grupo de Saif al-Islam Gadafi, hijo del coronel y considerado su delfín huido del cerco a la ciudad de Sirte. Ambos fueron localizados en la frontera entre Libia y Níger por responsables tuaregs nigerinos.

Diarios de Johannesburgo señalaban ayer que el hijo de Gadafi se hallaría aún en suelo libio protegido por una veintena de combatientes sudafricanos contratados por su padre en agosto, y que estarían intentado buscar refugio en Níger, para su traslado a Sudáfrica. Para ello estarían listos dos aviones en Johannesburgo y Sharjah, en los Emiratos Árabes Unidos. 

Los mismos diarios informan que dos  sudafricanos murieron y otros dos resultaron heridos en el bombardeo de la OTAN contra el convoy en el que trató de huir el coronel.

Por contra, fuentes del CNT aseguraron que Saif al-Islam seguiría en Libia y estaría buscando que le enviaran un avión al sur del país para poder entregarse al Tribunal Penal Internacional (TPI) en La Haya, para lo que estaría buscando la implicación de Argelia o Túnez. Tanto Saif como Al-Sennusi están en busca y captura por el TPI, del que Mali es un país signatario.

La familia de Gadafi, por su parte, denunciará a la OTAN ante el TPI por crímenes de guerra, alegando que fueron sus acciones las que facilitaron del coronel. GARA

La OTAN planea dejar en Libia una fuerza gendarme a cargo de Qatar

El jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército qatarí, el teniente general Hamad bin Ali al-Atiyah, avanzó que los países occidentales han propuesto la creación de una nueva alianza para Libia que sustituya a la de la OTAN y que estará liderada por Qatar. 

Al-Atiyah declaró a Al-Jazeera que está claro que la OTAN tiene en mente el fin de su misión y, en este punto, los «amigos de Libia de los países occidentales» han planteado una «nueva alianza» de apoyo.

Un portavoz del Ministerio de Exteriores francés se negó a confirmar este extremo. 

El ministro francés de Defensa, Gérard Longuet, ya advirtió de que para mantener la intervención militar en Libia la OTAN necesitaría un nuevo mandato, algo para lo que no parece haber consenso en el seno de los aliados (EEUU es renuente, frente al mayor entusiasmo franco-británico).

Así las cosas, y un día antes de la reunión de la OTAN para decidir sobre el final de su operativo en Libia, prevista para hoy, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó el fin de la operación aérea de la OTAN en Libia, al tiempo que levantó el embargo de armas y activos decretado hace meses contra Muamar Gadafi y aseguró que ello permitirá al país avanzar hacia un «futuro pacífico y democrático». 

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, confirmó que la Alianza formalizará hoy la decisión de concluir su misión el 31 de octubre.

El portavoz del Ministerio francés de Exteriores, Bernard Valero, señaló que «concertaremos con el conjunto de nuestros aliados en la ONU, la UE, la OTAN y la región» la petición del CNT de prolongar la misión de la Alianza hasta al menos fin de año, lo que da visos de verosimilitud al anuncio de Qatar. 

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