El senador Jorge Enrique Robledo, aseguró que el TLC golpea las posibilidades de producir nuevos medicamentos genéricos en Colombia |
JORGE ENRIQUE ROBLEDO / Terecera Información – El TLC con
Estados Unidos es lo más malo que le ha ocurrido a Colombia luego de la
Independencia de España, el 7 de agosto de 1819.
Porque lleva las relaciones entre los dos países a unas muy parecidas
a las que tuvo la Nueva Granada con la Corona española, le arrebata al
país toda posibilidad de resolver sus graves problemas económicos,
sociales y políticos, condenándolo, mientras dure el Tratado, a la
pérdida de la soberanía, el atraso científico y productivo, la
desnacionalización económica, la concentración de la riqueza, el
maltrato laboral y ambiental, la corrupción, el desempleo y la pobreza.
Ganarán, sí, los pocos colombianos que logren separar su suerte personal
de la de la nación, al conectar sus intereses con los de las
trasnacionales que avasallan a Colombia.
El Tratado tiene 23 capítulos y 1.300 páginas que reglamentan en
detalle toda la economía colombiana: exportaciones e importaciones,
agro, industria y servicios, inversiones extranjeras, sector financiero,
telecomunicaciones, propiedad intelectual, compras públicas, asuntos
culturales, laborales, ambientales y sanitarios, en fin, todo.
Ninguna
norma nacional podrá contener nada que contradiga su texto, pues este
equivale a la Constitución económica de Colombia. El TLC, además, no
podrá modificarse sin permiso de Estados Unidos y su derogatoria
unilateral por parte de Colombia, que puede darse, tendría que obligar a
las trasnacionales a soltar la presa.
Los TLC están montados sobre mentiras. No es cierto que para venderle
a Estados Unidos haya que tener un TLC con ese país: nadie en Europa lo
tiene, ni China, ni Japón, ni Brasil. También es falso que a los países
los desarrollen los extranjeros, y más si solo invierten cuando les
garantizan monopolios y materias primas, impuestos y mano de obra
baratos.
Tampoco es verdad que los estadounidenses desmontarán sus
descomunales subsidios industriales y agrarios.
Y es falaz afirmar que a
Colombia se le impone lo que hicieron norteamericanos, europeos y
japoneses para desarrollarse. Por el contrario. El TLC le quita los
principales instrumentos que esas naciones usaron para construir sus
economías.
Colombia no negoció un TLC con Estados Unidos. Los llamados
“negociadores” fueron un grupito de “hombres sí”, a cuyo director, el
ministro de Comercio, no le dio vergüenza salir del cargo para irse a
Washington a un puesto en el Banco Mundial. Que todos los TLC de América
sean iguales obedece a que las trasnacionales le indican a la Casa
Blanca cuáles son sus intereses y esta se los convierte en tratados.
Las
diferencias se limitan a establecer el plazo en el que la industria y
el agro de los países víctimas perderán toda protección, es decir, a
darles orden a las quiebras: quiénes en el primer año, quiénes en el
quinto y quiénes el décimo, que suele ser la desprotección más tardía.
El libre comercio no va a empezar en Colombia con los TLC. Lo inició
César Gaviria y avanzó en los gobiernos siguientes. Lo nuevo es que
buscan profundizarlo y hacerlo irreversible.
Y dos décadas de ruina y
retrocesos industriales y agropecuarios por las mayores importaciones,
de desempleo y pobreza, al igual que de unas exportaciones limitadas a
los mismos productos agropecuarios y mineros de siempre, muestran la
falacia de los pajaritos de oro que pintan con el TLC con Estados
Unidos, a cuyos daños se sumarán los tratados con Canadá, la Unión
Europea y Corea.
Si este TLC era malísimo en 2006, cuando se negoció, ahora es peor.
Primero, por la grave crisis estadounidense y mundial. Y segundo, porque
la revaluación ha disminuido en 20% la competitividad nacional,
revaluación que tiene como causa principal que Estados Unidos reducirá
las importaciones y aumentará las exportaciones como sea, incluso
imprimiendo dólares sin parar, en algo así como una gran falsificación
de moneda.
Las privatizaciones son parte del libre comercio.
Por eso Santos no desmonta el sistema de las EPS, estrangula
financieramente a las universidades públicas y busca legalizar el lucro
en la educación, negocio impuesto por el capítulo de inversiones del TLC
con Estados Unidos.
Y otra vez se demostró, esta vez con Obama y sobre
el caso de los crímenes contra los sindicalistas colombianos, que
Washington permuta negocios por derechos humanos (Libro “El TLC
recoloniza a Colombia” en http://bit.ly/jho8XW).