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http://www.prensa-latina.cu/images/stories/Fotos/2011/septiembre/29/correa-golpe.jpg A un año del intento de golpe de Estado y magnicidio en Ecuador, el 30 de septiembre de 2010, los principales autores materiales e intelectuales de esa conspiración contra la democracia aún no están identificados y condenados.

  Peor aún, la proximidad del aniversario de uno de los hechos más lamentables de la historia reciente del país, ha puesto de manifiesto públicamente la posición de políticos y asambleístas opositores empeñados en convencer de que se trató de una protesta salarial.

La negativa de lo innegable queda descartada por videos tomados en el propio patio del Regimiento Quito 1 de la Policía Nacional, donde comenzó todo bajo la apariencia de un reclamo policial por la supuesta pérdida de beneficios con la Ley de Servicio Público.

Al producirse lo que nadie esperaba, la llegada al lugar en las primeras horas de esa mañana del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, para intentar explicar a los sublevados que la reciente Ley los beneficiaba en lugar de perjudicarlos, se precipita el plan golpista.

Negados a escuchar al mandatario, los policías comienzan a agredirlo, disparan gases lacrimógenos, intentan romperle con un garrote la rodilla recién operada, quitarle la máscara que su escolta le pone y bloquean con motos su posible salida por un helicóptero.

En el tumulto, grabado en videos, aparecen policías enmascarados y civiles pertenecientes al partido opositor del derrocado presidente Lucio Gutiérrez, hablando por celular y con el pecho abultado por lo que autoridades consideran un chaleco antibalas.

Ante la imposibilidad de evacuar al mandatario por aire o en sus vehículos rodeados por insubordinados armados, la escolta lleva a Correa casi desmayado al contiguo Hospital de la Policía, y pese a obstáculos logra abrir una reja e ingresarlo al mismo.

Grabaciones de la radio-patrulla llaman en términos insultantes a matar a Correa y los sublevados agreden a la comitiva para impedirle acompañar al mandatario, quien ingresa al hospital con un pequeño grupo de escoltas, funcionarios y periodistas.

"En un momento dado pensé que íbamos a perder la vida, cuando estábamos en un corredor, había una puerta de vidrio y los policías empujaban para abrirla, pero desistieron porque no pudieron y había médicos, enfermeros. Había testigos", relató el Jefe de Estado.

La espontánea movilización popular en cuanto se supo que Correa estaba retenido a la fuerza en el tercer piso de ese hospital, rodeado de policías armados y francotiradores que dispararon a su ventana, no se hizo esperar tras el desconcierto de los primeros momentos.

Muchas cosas pasaron en las más de 10 horas que permaneció retenido el Presidente, tras abrirse el pecho ante los sublevados e invitar a dispararle y advertirles que con él jamás lograrían nada por la fuerza, incluida la demora de la cúpula militar en pronunciarse.

Los hechos hablan del cambio de planes de una asonada a partir de la llegada de Correa, con la participación de elementos policiales de varias provincias, militares de la fuerza aérea que tomaron los dos mayores aeropuertos, la escolta legislativa y políticos opositores.

La televisión permitió al pueblo ecuatoriano y al mundo ver en directo el asedio policial a un hospital donde estaba prácticamente secuestrado el Jefe de Estado, quien es por la Constitución el máximo comandante de la Policía y las Fuerzas Armadas.

También pudo ver cómo fueron masacrados cinco defensores de Correa y heridos más de 250 civiles, entre ellos ministros del gobierno, y constataron en el propio mensaje del Presidente en cadena de radio y televisión su esfuerzo por evitar mayores víctimas.

Las fuerzas especiales del Ejército y la Policía leal, encargadas de rescatar al mandatario, recibieron órdenes de no disparar y protegerse con escudos, como consta en videos reales, pero su auto recibió siete impactos de bala y un escolta fue muerto por francotiradores.

Derrotada la conspiración, los mismos medios de prensa promotores del malestar y la confusión previos al intento golpista tratan de negarla, en apoyo a una oposición obstruccionista que llegó a acusar al propio Correa de ordenar disparar contra un hospital lleno de civiles.

Casi un año después, el Jefe de Estado ha reiterado en varias ocasiones que continuarán las investigaciones para establecer responsabilidades, a pesar de reconocer que ha habido boicot tras boicot, lentitud y permanente entorpecimiento de las investigaciones.

Las autoridades reconocen que en la Policía Judicial aún tienen problemas y todavía hay grupos que participaron del 30 de septiembre (30S) con mucho poder y capacidad de investigación que obstaculizan el proceso y la verificación de las armas utilizadas.

El gobernante señaló que tienen indicios de que la sublevación "fue preparada con dos o tres semanas de anticipación, pero buscaban pretextos"; sin embargo, por no existir pruebas contundentes no se puede acusar a determinadas personas.

Según declaró Correa en una entrevista con Ignacio Ramonet, publicada por Le Monde Diplomatique, opositores "se reunieron con banqueros corruptos, fugados del país, a los que les incautamos las empresas, y que probablemente son los que financian todo esto".

"Ahí hablaron claramente: para que se acabe el Socialismo del Siglo XXI hay que acabar con Rafael Correa. Entonces, a la altura de este camino, no creemos en casualidades".

"Esas declaraciones, comentó, fueron hechas una semana antes de que ocurriera el 30 de septiembre; y después, Lucio Gutiérrez viaja fuera del país

Un asambleísta de Gutiérrez, la mañana de ese día, era premonitorio y decía: al Presidente van a lincharlo los policías.

"Ahí está la grabación. El hermano de Gutiérrez (Gilmar), era el que dirigía la escolta legislativa en la Asamblea; se subordinaron a él, y se insubordinaron al Gobierno. Claramente había vinculaciones. Y allí, claramente, entre bastidores, manejaron todo esto", agregó.

"La derecha se mostró dividida, desconcertada, escindida entre los aguijonazos del (Partido) Sociedad Patriótica para forzarla a caminar detrás de sus iniciativas, por un lado; y, por otro, las dificultades para dotarse de una representación política orgánica", apuntó Correa. 

Algunos movimientos sociales mostraron ese día la profundidad de su crisis política al sumarse al intento desestabilizador, aliados con la derecha opositora, y enfrentarse al propio pueblo volcado en las calles para respaldarla.

Aún cuando el respaldo internacional cierra el paso al reconocimiento de gobiernos surgidos de intentonas golpistas, las reiteradas denuncias de conspiraciones para derrocar a Correa continúan y la necesidad de organizar las bases populares sigue pendiente.

El primer aniversario del fracaso del golpismo y del triunfo democrático, sus defensores lo consideran un llamado a consolidar las conquistas de la Revolución, organizar al pueblo para defenderlas y prepararse para el 2012 ante una derecha cada vez más agresiva.

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