
Si los cables diplomáticos del pasado pueden servir de indicación, la
Casa Blanca de Obama puede estar interesada en perpetuar la actual
guerra propagandística de EE.UU. en Latinoamérica.
Según correspondencia
clasificada recientemente revelada por WikiLeaks, Washington ve a
Venezuela como una potencia advenediza cuya campaña de relaciones
públicas puede interferir con importantes esfuerzos de comunicación de
EE.UU.
No es ningún secreto que el gobierno de Bush era paranoico
respecto a la cobertura mediática que criticaba su política exterior;
sin embargo a medida que van saliendo cables a la luz, es sorprendente
ver cuán lejos estaba dispuesto a ir el Departamento de Estado al
equiparar medios de Medio Oriente con medios noticiosos suramericanos
recientemente formados.
Lo que parece haber preocupado más a los diplomáticos estadounidenses fue la posibilidad de que Al Jazeera,
cuya cobertura de la Guerra de Irak había crispado los nervios del
gobierno de Bush, pudiera colaborar con Venezuela, así como con otras
naciones suramericanas.
Poco popular dentro de la elite de Washington, Al Jazeera transmitió fotografías explícitas de soldados estadounidenses muertos y capturados durante la Guerra de Iraq.
Cuando la red transmitió las secuencias, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld acusó a Al Jazeera
de violar las convenciones de Ginebra.
Entonces, en una incursión aérea
y andanadas de artillería contra Bagdad, el 8 de abril de 2003, las
fuerzas estadounidenses mataron por lo menos a tres periodistas,
incluido un corresponsal de Al Jazeera.
Según un informe, nada
menos que el presidente Bush incluso pudo sugerir, en una reunión con el
primer ministro británico Tony Blair, que se bombardearan las oficinas
de Al Jazeera en Qatar.
A la luz de una historia
semejante, no es demasiado sorprendente que los diplomáticos se hayan
alarmado ante cualquier crecimiento de medios internacionales más
independientes y críticos.
En una columna anterior en Al Jazeera,
detallé parte de la preocupación de EE.UU. ante los medios de tendencia
izquierdista en Sudamérica, pero nuevos cables colocan la obsesión de
Washington con un mayor escrutinio sobre el asunto.
Refundiendo Al Jazeera y Telesur
En
2005, los funcionarios estadounidenses aceleraron sus esfuerzos de
monitoreo de los medios y escribieron a Washington que Hugo Chávez
estaba “presionando vigorosamente” a favor de la creación de una nueva
red noticiosa suramericana llamada Telesur.
Los diplomáticos estadounidenses estaban preocupados por eventos semejantes y comentaron que, si Telesur
llegaba a ser un éxito, podría “promover las ambiciones de Chávez de
liderazgo continental” e incluso –horror de horrores– llevar a un
“desarrollo cultural endógeno (no-estadounidense)”.
En un disparo de advertencia que amenazó con debilitar a medios basados en EE.UU. como CNN, el ministro de Información de Chávez, Andrés Izarra anunció que Al Jazeera
abriría una oficina en Caracas.
Este hecho parece haber alarmado a la
embajada de EE.UU., que al parecer estaba preocupada de que la red de
Medio Oriente podría colaborar con Telesur en el futuro.
En una acción de capa y espada, el embajador de EE.UU. William Brownfield narró que una “periodista” anónima representante de Al Jazeera
había “asistido a numerosas conferencias de prensa del gobierno de
Venezuela”.
Por si no fuera suficiente motivo de preocupación,
Brownfield agregó que la periodista en cuestión también había
participado en programas de entrevistas transmitidos por Venezolana de Televisión, una estación de televisión de propiedad estatal.
Mientras investigaba para mi segundo libro, tuve la oportunidad de entrevistar personalmente al director de Telesur,
Aram Aharonian, y le pregunté si estaba preocupado porque el gobierno
de Bush podría reaccionar de modo negativo ante cualquier cooperación
entre Al Jazeera y Telesur.
Aharonian descartó cualquier preocupación semejante, señalando que “Mire, colaboramos con Al Jazeera tal como lo hacemos con la Voice of America. Una delegación de Voice of America vino a nuestras oficinas el mes pasado, y llegamos a un acuerdo para intercambiar noticias e imágenes.”
Para Brownfield y los diplomáticos estadounidenses, sin embargo, Al Jazeera y Telesur
parecen haber representado un frente hostil común.
Por cierto, en su
comunicación a Washington, Brownfield incluso refundió a las dos,
señalando en un punto que Telesur podría representar “el nacimiento de al-Chavezeera” o “la propia CNN de Chávez”.
Lo que es más, Al Jazeera podría suministrar a Telesur
secuencias cinematográficas “provocadoras” de Medio Oriente, que
entonces podrían doblarse al castellano.
Poco después, los temores del
gobierno de Bush surgieron cuando Telesur comenzó a transmitir en serio.
Además, un año después del envío del cable de Brownfield al Departamento de Estado, Telesur anuncio un acuerdo oficial de compartición de información con Al Jazeera. En
Washington Connie Mack, una congresista republicana de derecha de
Florida, señaló que la decisión tenía el propósito de crear una “red
global de televisión para los terroristas”.
Preocupación por la conexión cubana
Durante
años, Washington ha librado una guerra de propaganda contra Castro
mediante emisoras como Radio Martí, y por ello no es sorprendente que el
espectro de la colaboración mediática cubana-venezolana sea muy
importante en el cable de Brownfield.
Aunque el embajador de EE.UU.
señaló que Telesur parecía tener “piernas débiles” por el
momento, el diplomático se preocupaba de que el canal propagaría ideas
pro venezolanas e incluso pro cubanas.
Durante mi propia entrevista con Aharonian, pregunté al director de Telesur
si pensaba que el canal contribuiría a acabar con el aislamiento de
Cuba.
“Los cubanos” señaló, han tenido “una mentalidad de bloqueo, es
decir que todo lo que viene de afuera es malo, es necesario que nos
defendamos, etc. EE.UU. ha estado tratando de transmitir sus medios a
Cuba durante cuarenta años, y lo ha hecho mal, Radio Martí, por
ejemplo”.
“Nosotros tenemos un enfoque diferente”, agregó
Aharonian. “Vemos nuestra presencia en Cuba como una oportunidad de
informar más al pueblo cubano sobre lo que sucede en Latinoamérica y en
el mundo.
Ahora tenemos tres horas a la mejor hora en la televisión
cubana. En cierto sentido, tenemos monopolizado el mercado ya que no hay
muchas oportunidades de cambiar canales. Para nosotros es un arreglo
beneficioso, y también para Cuba.”
Es probable que la posibilidad
de más intercambio cultural entre Cuba y Venezuela haya sido
exactamente lo que molestó a los funcionarios estadounidenses. Según
Brownfield, Aharonian es un exiliado uruguayo radical que originalmente
llegó a Caracas en los años ochenta para abrir una oficina de la agencia
noticiosa cubana Prensa Latina.
Al buscar en Caracas más información
sobre Aharonian, la embajada encontró a un corresponsal extranjero
anónimo que con placer calumnió la reputación de otro colega para
favorecer a los servicios de inteligencia de EE.UU. Según el periodista,
Aharonian tenía vínculos “formales o informales” con espías cubanos.
Evaluando la trayectoria de Telesur
Ansioso de disipar la noción de que Telesur
estuviera vinculado a algún tipo de agenda política específica,
Aharonian me dijo que el nuevo canal no serviría de vocero a ningún
gobierno en particular, venezolano u otro.
“No pienso que haya alguna
campaña contra Bush o algo parecido”, señaló, agregando que Telesur
tampoco estaba a favor del gobierno de Bush. “Es algo diferente. Damos
opiniones de ambos lados, lo que es diferente de los medios
estadounidenses donde solo se tiene un lado.
La idea es suministrar más
información alternativa. En Miami, al contrario, existe una mentalidad
de que debemos alentar los medios ‘anticubanos’, pero nosotros en Telesur estamos presentando un espacio público equilibrado. No podemos estar contra nadie.”
En
otro momento de la entrevista, Aharonian declaró que yo “partía de una
premisa errónea” al creer que Telesur estaba “contra EE.UU.” Aunque el
canal ha criticado a Washington, dijo Aharonian, Telesur también
suministra cobertura independiente de muchos países latinoamericanos.
Cuando atraje la atención de Aharonian a una foto en la pared que lo
muestra de pie al lado de Chávez, el exiliado uruguayo dijo que el
presidente venezolano nunca lo llama y que las autoridades no se
involucran en los asuntos de la estación o en su política interna.
A pesar de posiciones tan matizadas, parece por los cables de WikiLeaks que la embajada de EE.UU. no estaba convencida de semejantes aseveraciones. La inclinación ideológica de Telesur es evidente, señalaban los diplomáticos: “izquierdista, antiestadounidense, y pro Chávez”.
La ‘diplomacia del dólar’ de Chávez
Al
parecer la embajada de EE.UU. consideró apropiado monitorear las
finanzas del canal. Aharonian, señaló un diplomático, “es un personaje
notoriamente escurridizo y puede no haber dicho toda la verdad cuando
dijo que su presupuesto era de 10 millones de dólares”.
En otros cables,
funcionarios de EE.UU. trataron de calcular cuánto gastaba Chávez en
general en propaganda, señalando que Caracas había firmado un contrato
por 1,2 millones de dólares con la firma de cabildeo Patton Boggs para
ayudar a mejorar la imagen de Venezuela en EE.UU.
Los
diplomáticos estadounidenses se preocuparon aún más cuando Chávez
comenzó a gastar profusamente en ayuda al extranjero. En 2006, notaron
que Venezuela estaba comenzando a “ganar amigos e influencias en países
de la región y más allá”.
En un informe detallado, los estadounidenses
catalogaron la larga lista de proyectos en el extranjero de Chávez,
incluyendo montos proyectados en dólares para una iniciativa de
construcción en Cuba, un préstamo para infraestructura a la República
Dominicana, e incluso ayuda financiera para construir un aeropuerto en
la pequeña isla caribeña de Dominica.
Pero los estadounidenses no
se detuvieron ahí y se concentraron en todos y cada uno de los
proyectos que podían reforzar la imagen de Venezuela, incluso el
financiamiento por parte de Chávez de una escuela de samba en Brasil,
así como becas a bolivianos pobres, un préstamo para un hospital en
Uruguay, ayuda alimentaria a la empobrecida nación africana de
Mauritania, y ayuda humanitaria a Mali, Níger y Burkina Faso. Brownfield
se preocupó personalmente de que Chávez podría desviar parte del Fondo
Nacional de Desarrollo de Venezuela para apoyar iniciativas diplomáticas
sin un escrutinio o supervisión pública efectiva.
Interés de diplomáticos estadounidenses en estudios mediáticos
Al
leer los cables diplomáticos de la embajada de EE.UU. en Caracas, se
podría pensar que sus representantes se habían convertido en estudiantes
de posgrado que realizaban estudios avanzados en Estudios Mediáticos.
Como testimonio de la creciente importancia de Venezuela en el radar
político, los funcionarios estadounidenses mostraron un grado
sorprendente de interés en todo, desde la televisión a la publicidad,
documentales, medios electrónicos e incluso a carteleras y murales
revolucionarios.
La embajada de EE.UU. se sintió particularmente
molesta por la estatal Venezolana de Televisión, que mostró un videoclip
de multitudes haciendo fila para comprar bidones de combustible líquido
durante un lockout dirigido por la oposición.
Una voz comentó:
“La oposición desató el terrorismo contra el pueblo venezolano y llevó
al hambre y el desempleo. Gracias a la nueva PDVSA (compañía petrolera
estatal), PDVSA es para todos nosotros, todos nosotros somos PDVSA.”
Aparte
de Venezolana de Televisión, el tabloide pro gubernamental VEA “atacaba
al Tío Sam” y solía “lanzar dardos” al embajador de EE.UU. “mediante el
uso de caricaturas insultantes o fotos alteradas”. Además, tanto
Venezolana de Televisión como VEA presentaban anuncios “suaves y
amistosos” mostrando a una mujer “que gracias a un micro-crédito del
gobierno de Venezuela ha establecido un exitoso negocio de tejeduría”.
Documentales, ciberespacio y murales populares
Preocupados
aparentemente de que las mujeres pobres que recibían dinero para
establecer tejedurías pudieran un día volverse contra EE.UU., los
diplomáticos no dejaron piedra sin mover en su amplio análisis de los
medios, incluyendo las cintas documentales.
Por haber participado en
paneles de discusión después de la proyección de La Revolución no será televisada,
una cinta que trata del golpe de 2002 dirigido contra al gobierno de
Chávez, me intrigó especialmente la alarma de los funcionarios
estadounidenses ante ese documental.
En un cable, la embajada
señaló desilusionada que la cinta había estado compitiendo con
proyecciones importantes realizadas “en varias prestigiosas
universidades estadounidenses, incluidas Harvard, Stanford, y el sistema
de la Universidad de California, y más recientemente en el Lincoln
Centre en Nueva York”.
Por desgracia, señalaron los diplomáticos
estadounidenses, los medios dominantes no habían pensado que valía la
pena cuestionar “la veracidad del documental” y por lo tanto el
documental favorable a Chávez había comenzado a atraer un público.
La
embajada de EE.UU. también se preocupó por Internet. “El gobierno de
Venezuela” señaló un cable, “utiliza liberalmente el ciberespacio para
propagar su guerra contra la oligarquía, el neoliberalismo, el gobierno
de EE.UU., y la propuesta Área de Libre Comercio de las Américas”.
Personalmente me desconcertó que los diplomáticos hayan estado
preocupados por semejantes sitios web pro Chávez como venezuelanalysis.com y vheadline.com, para las cuales he escrito de vez en cuando.
Durante
un viaje a Caracas en 2006, me desconcertaron algunos incendiarios
murales pro Chávez en Caracas, y al parecer lo mismo le pasó a la
embajada de EE.UU. [para ver un par de fotos que tomé durante mi
estadía, haga clic aquí].
Al escribir a Washington, los diplomáticos tomaron nota de una
cartelera que llevaba la consigna “Venezuela nos pertenece ahora a
todos”.
Otra tenía fotos de Chávez abrazando a una anciana, escuchando a
una niña llevando una boina roja y riéndose junto a un miembro de una
de las tribus indígenas de Venezuela.
El monitoreo de la
imaginería popular continuó en la era de Obama, y la embajada de EE.UU.
envió un cable a Washington a finales de 2009 en relación con un mural
que atacaba al sucesor de Bush en Washington en el centro de Caracas,
que dice:
“Un mural pintado de alta calidad, exhibido de manera
destacada, que denigra al presidente Obama se muestra actualmente al
público”.
El mural en cuestión mostraba la cara de Obama dividida en dos
partes: “una mitad máquina y la otra humana”. Al lado izquierdo, un
título decía: “Juguete del Imperio.
Fácil de usar, totalmente
manipulable”, mientras a la derecha otro decía: “Falso Premio Nobel,
68.000 soldados yanquis en Medio Oriente. 680.000 millones de dólares
para la guerra”-
La embajada de EE.UU. envió fotos del mural a
Washington como archivo adjunto, señalando que la obra de arte pública
“parece haber sido producida profesionalmente”.
Los diplomáticos
agregaron que presentarían una carta formal de protesta al alcalde local
y solicitarían que se retirase el mural.
Monitoreando a todos, desde celebridades a estudiantes
Los
esfuerzos de monitoreo de propaganda de la embajada no se limitaban al
arte público y al ciberespacio.
En 2004, por ejemplo, los
estadounidenses se preocuparon de celebridades estadounidenses que
habían mostrado simpatías por Venezuela y Hugo Chávez, incluidos el
actor Danny Glover e incluso el promotor de boxeo Don King. Peor
todavía, Venezuela había expandido su red de los denominados “Círculos
Bolivarianos” en EE.UU., incluyendo Florida, Nueva York, Washington DC,
Oregón, Texas, Oklahoma, y California, y los simpatizantes habían
organizado mítines pro Chávez en sitios públicos como Times Square.
La
noción de que izquierdistas estadounidenses y venezolanos puedan hacer
causa común no complacía al parecer a la embajada de EE.UU. Diplomáticos
estadounidenses relataron que el director del Círculo Bolivariano de
Miami, Álvaro Sánchez, estaba tratando de reclutar estudiantes
universitarios estadounidenses para que trabajaran en el programa de
salud Barrio Adentro de Chávez.
La embajada estaba tan interesada en
Sánchez que pensó que era apropiado transmitir la dirección personal de
correo electrónico del activista, y agregó que el nativo de Miami había
buscado a estudiantes voluntarios para enseñar inglés en los barrios
pobres de Venezuela.
En 2006, tuve la oportunidad de hablar a
miembros del innovador Banco de la Mujer de Venezuela, y en mi segundo
libro discutí la interesante historia de la directora de la entidad,
Nora Castañeda.
Según la correspondencia diplomática parece que no fui
el único que mostró interés en la novedosa institución: Funcionarios de
EE.UU. señalaron que el banco había enviado a mujeres a EE.UU. “para
hablar de las glorias de la Revolución Bolivariana y para arremeter
contra las dañinas políticas neoliberales del gobierno de EE.UU. que se
dirigen esclavizar a las poblaciones de los países en desarrollo”.
Contraofensiva propagandística de EE.UU.
Chávez
también logró denunciar de otras maneras a EE.UU. en Latinoamérica, por
ejemplo, mediante la promoción de conferencias internacionales en
Venezuela. Mediante un hábil y sagaz uso de los denominados Congresos
del Pueblo Bolivariano, Chávez logró “extender su ideología e
influencia”. Los diplomáticos sospechaban que los congresos eran un
medio para que Chávez realizara ayuda directa a otras naciones
empobrecidas de Latinoamérica.
Al parecer, la embajada estaba tan
preocupada por el creciente perfil de Chávez en semejantes actividades
que consideró apropiado enviar los nombres individuales de
representantes indígenas de Ecuador que asistieron al Congreso
Bolivariano de diciembre de 2004.
“Mientras el sentimiento
antiimperialista, es decir antiestadounidense, es a menudo un atractivo
para muchos dirigentes indígenas”, señalaron los diplomáticos, “Chávez
también capitaliza en las tensiones raciales o étnicas. En países como
Perú, Bolivia y Ecuador utiliza esas tensiones para alentar protestas
masivas y manifestaciones y para debilitar a gobiernos tambaleantes o
debilitar a otros desde el flanco izquierdo.”
En 2006, EE.UU. vio
claramente la necesidad de medidas mayores para contrarrestar la
ofensiva propagandística de Chávez.
En un cable a Washington, el
embajador Brownfield apoyó la oleada marítima de “cooperación de las
Américas” planificada por el Comando Sur de EE.UU. hacia el Caribe, que
encabezaría el portaaviones USS George Washington. Siempre maquiavélico,
Brownfield vio un gran valor de relaciones públicas en la demostración
de fuerza naval.
El gobierno declaró específicamente: “el despliegue nos
ayudará a contrarrestar el idilio de Chávez con los países caribeños y
sus intentos de enfrentarlos con EE.UU.”
Brownfield creía que, al
proveer beneficios directos a la gente del lugar, el USS George
Washington sería un “agudo contraste” con el supuesto fracaso de Chávez
en el combate contra el narcotráfico y promovería el desarrollo
económico en la región del Caribe. Brownfield quería presentar el
despliegue del grupo de portaaviones como “ayuda militar y humanitaria
de rutina de EE.UU. a la región” llevando a beneficios económicos a la
gente local en diversos puertos de escala.
Como el mismo
diplomático artificioso de siempre, Brownfield esperaba que Chávez
“mordiera la carnada”, deploraría a EE.UU. como imperialista, y por ello
aparecería “tonto en el mejor de los casos y clínicamente paranoico en
el peor”.
Uno de los diplomáticos más intrigantes que han emergido de
los cables de WikiLeaks, Brownfield, esperaba que Chávez “se
alienaría si sugería públicamente que los participantes colaboraban con
las supuestas maquinaciones de los militares de EE.UU. contra él”.
El
embajador agregó: “es una situación en la que no podemos perder”.
Preocupación por la expansión en Sudamérica de Telesur
En
2007, un año después de que Brownfield envió su cable a Washington
sobre el despliegue naval de EE.UU., los diplomáticos estadounidenses
admitieron francamente que se encontraban en una guerra propagandística
total con Venezuela.
En correspondencia revelada por el periódico
argentino Página 12, los diplomáticos estadounidenses hablaron
sobre la necesidad de contrarrestar las iniciativas mediáticas lanzadas
por Chávez, incluido Telesur, un medio que servía como la
“principal fuente para transmitir propaganda contra EE.UU.”, emitiendo
documentales “particularmente hábiles” sobre la interferencia de la CIA
en Latinoamérica.
Según los cables de WikiLeaks, los estadounidenses monitorearon al director de Telesur, Aharonian, no solo en Venezuela sino en otros países más lejanos.
Cuando Aharonian viajó a Chile para promover Telesur,
los diplomáticos de EE.UU. se preocuparon del caso, señalando que el
radical uruguayo se había reunido con funcionarios locales del gobierno.
Los estadounidenses incluso tomaron nota del discurso de Aharonian en
la reunión del Colegio de Periodistas de Viña del Mar, señalando que “la
presentación incluyó un discurso de 15 minutos seguida de una cinta de
promoción de 15 minutos”.
La embajada de EE.UU. en Santiago estaba
aparentemente preocupada de que Telesur pudiera formar una
cooperación con el principal operador de televisión por cable de Chile
(VTR), y los diplomáticos hablaron posteriormente con representantes de
la estación local en un esfuerzo por establecer la factibilidad de algún
acuerdo.
Revisando los numerosos cables que trataban de todo, de Telesur
a Aharonian, a las obras de arte público incendiario, a Congresos
Bolivarianos, es desalentador notar la actitud condescendiente,
arrogante y categóricamente cínica de los diplomáticos de EE.UU.
enviados a Venezuela y por cierto por toda Latinoamérica.
Sin embargo, con base en las revelaciones de WikiLeaks del
año pasado y del “escándalo de cablegate”, se podría concluir que el
establishment público y mediático solo tomará nota de la información
desclasificada si está vinculada a ilegalidades flagrantes.
Tal vez
tendremos que esperar, por lo tanto, hasta que un filtrador de la CIA o
de otras agencias de inteligencia de alto nivel revele más hechos
insidiosos antes que podamos lograr un debate generalizado sobre el
curso de la política exterior de EE.UU.
Es una lástima, no obstante. Aunque “cablegate” no ha revelado escándalos al mismo nivel que, digamos, el affaire
Irán-Contra o guerras encubiertas en Centroamérica, los cables muestran
al Departamento de Estado como una agencia profundamente tosca e
inquietante.
Tal vez la pregunta constante sea, por lo tanto, si el
público estadounidense cree que dedicar considerables recursos
diplomáticos a monitorear los medios latinoamericanos y a contrarrestar
las iniciativas propagandísticas de Chávez es constructivo e incluso
ético.
Por desgracia, por el momento los estadounidenses parecen
pasivos y lo aceptan todo como asuntos normales y corrientes.
Tal vez a
largo plazo, sin embargo, comiencen a pedir la reforma del Departamento
de Estado y una reestructuración exhaustiva de la política extranjera de
EE.UU., para reflejar una relación más conciliadora y armoniosa con
Latinoamérica, en lugar de la actitud condescendiente y sardónica de
diplomáticos como el embajador Brownfield.
Nikolas Kozloff es autor de Revolution: South America and the Rise of the New Left, y de Hugo Chavez: Oil, Politics and the Challenge to the US. Visite su sitio web: www.nikolaskozloff.com