Las suspicacias, las conjeturas y suposiciones, caen en el campo de las sospechas, esto es cierto; pero, de ninguna manera son pruebas sino ensayos en la búsqueda de convertir en “verdades” las teorías de cualquier montaje o guión pre-elaborado.
El periodismo de investigación
de un sujeto como Gustavo Gorriti, engreído de las pantallas de TV y de
la revista de derecha Caretas, tiene un valor relativo.
Por supuesto,
relativo a los intereses defendidos por este hombre de prensa vinculado,
por varias décadas, a la Sociedad Interamericana de Prensa SIP y por
consiguiente a la inteligencia norteamericana y a las políticas de la
Casa Blanca. En esta dirección Gorriti defiende la democracia y las
libertades en la definición que de ellas tiene Estados Unidos.
Gustavo
Gorriti de IDL-Reporteros, si bien apoyó a Ollanta Humala contra Keiko
Fujimori, ahora, por los intereses que defiende, quiere imponer la
agenda al gobierno.
Cuenta para realizar esta tarea con un variopinto
número de periodistas aliados, entre ellos, los perspicaces Rosa María
Palacios, Augusto Alvarez Rodrich y Jaime de Althaus; además, con el
integro de los medios de comunicación mercenaria y de la llamada prensa
basura.
Entre unos y otros, los intereses no son los mismos, esto
también es cierto. Gorriti, financiado por la Fundación Open Society del
especulador financiero internacional George Soros, el mismo que
financió y financia a Alejandro Toledo, participa de la pretensión de
arrinconar a Ollanta Humala con la finalidad de quebrar esa
“concertación” con la incómoda representación de la izquierda, los
trabajadores y los sectores progresistas regionales, todavía dentro del
gobierno.
La campaña sin pruebas contundentes, iniciada en los
laboratorios IDL-Reporteros, contra el segundo vicepresidente y
congresista, Omar Chehade, un político bisoño y débil, es el primer paso
en la desestabilización; el siguiente será resaltar el extremismo de
ciertos aliados del gobierno.
Por sobre entendido, los intereses
distintos, los de los otros, son los de la mafia derrotada en las
elecciones, encabezada por Alan García, Alberto Fujimori, Vladimiro
Montesinos, Pedro Pablo Kuczynski y Lourdes Flores, allí, claro está, en
la otra cara de la moneda se junta la defensa de la inmoralidad y la
corrupción endémica en el país.
Miente, miente y miente, que algo
queda; si siembras la duda en la opinión pública ya ganaste varias
batallas. Precisamente, esa es la táctica de los grandes medios de
comunicación, no sólo en el Perú sino en el mundo entero; esa es la
política de la libertad de expresión que defienden los acaudalados
propietarios de la información y la llamada SIP en nuestro continente.
No por gusto el presidente de Ecuador, Rafael Correa, recomendó a
Ollanta Humala cuidarse mucho de la prensa. La pueril elaboración de
Gorriti, madre del escándalo para linchar a Chehade, hombre de confianza
de Humala, se sustenta en la palabra de un general defenestrado de la
Policía Nacional por sus probados vínculos con el fujimorismo-alanismo.
Y
lo peor de este periodista de investigación, Gustavo Gorriti, es que en
una cena de seis, tres altos jefes policiales sin permiso del
Ministerio del Interior, sólo resulta responsable Chehade que, si
hubiera estado en el papel de “traficante de influencias” como lo acusa,
sin tener cargo ejecutivo, se debe suponer su actuación “ilicita” como
una por encargo de alguien más arriba. ¿No es cierto señor Gorriti?
Antes
de opinar con certeza, debemos conocer el terreno donde estamos
parados. En primer lugar, la “concertación” de Ollanta Humala tiene de
todo un poco y también con un sector de la derecha representada por
Mario Vargas Llosa-Alejandro Toledo, o sea ha sido forzosa y la hoja de
ruta es un resultado más que favorable al sistema neoliberal en curso;
así la “gran transformación” anunciada por Gana Perú que ya venía coja
por corresponder al neoliberalismo de tercera vía, al estilo de los
fracasos de Tony Blair y Rodríguez Zapatero, terminó archivada con su
plan original.
Sin embargo, este sector de la derecha no está tranquilo y
quiere asegurar su propia agenda, intermediación Gorriti, arrinconando
al gobierno para que en ningún caso se dispare fuera de los rieles
trazados.
En segundo lugar tenemos a la frondosa mafia, y si alguien
cree que derrotar a la mafia de la corrupción en el Perú va a ser fácil,
está profundamente equivocado. Los tentáculos de los líderes de la
mafia, ya citados, constituyen un supra poder casi indestructible en el
Estado peruano. En conclusión, la campaña de linchamiento a Chehade se
viene dando en dos flancos y un solo propósito: derechización total y
borrón y cuenta nueva.
El programa Cuarto Poder también entró a
tallar en esta escalada. Omar Chehade, ya no sólo quiso beneficiar al
Grupo Wong con un sangriento desalojo de los trabajadores de Andahuasi,
utilizando cinco mil efectivos policiales, sino que por encargo del
primer ministro Salomón Lerner benefició a la empresa brasileña Andrade
Gutiérrez con la concesión del segundo tramo del tren eléctrico, la
famosa obra de Alan García, inaugurada por este increíble personaje
varias veces.
¿Puede alguien creerle al ex ministro Enrique Cornejo,
compinche de Alan García en muchos de los “faenones” por los que tendrán
que responder? Pues, simplemente NO. La mentira salta a la vista.
Cornejo dice: “me parece que ya era vicepresidente electo,” observen
cómo el pobre ex ministro de Transporte ni siquiera se había enterado de
los resultados electorales ¿puede alguien creerle? El cinismo es una de
las virtudes apristas consagradas, de este vicio dan fe los principales
líderes; ya que después Cornejo señala: “que hablaron de varias cosas,
pero que no recuerda los temas en específico.”
Sin embargo,
sospechosamente, para embarrar a Chehade actuando por encargo de Salomón
Lerner, dos funcionarios secuaces de Cornejo le atribuyen a estos la
buena pro dada por la administración aprista a la firma Andrade
Gutiérrez por un valor de 583 millones de dólares y no a la Odebrecht.
Lo que no dice Cornejo es que Alan García recomendó a la firma Andrade
Gutiérrez para no levantar más polvo con el “cristo de lo robado” el
regalo de Odebrecht a la ciudad de Lima, en agradecimiento al presidente
por los miles de millones de dólares otorgados en concesiones a esta
firma brasilera preferida en palacio de gobierno.
Recuérdese que
Ollanta Humala nombró una Comisión de Transición presidida por la
primera vicepresidente y congresista Marisol Espinoza, el 7 de junio
2011, constituida por 20 miembros, entre ellos, Salomón Lerner Ghitis,
Burneo, Jiménez, Campodónico Iguiñez, etc.
Omar Chehade no fue de la
partida por atreverse a algo lógico y enteramente legal: “que Alberto
Fujimori debía ser trasladado a una prisión adecuada a la gravedad de
sus delitos” cuestionando de esta forma los privilegios otorgados a un
criminal sentenciado por delitos de lesa humanidad y latrocinios a 25
años de prisión. En la aclaración, tanto Ollanta Humala como Lerner
consideraron inoportuna la conclusión constitucional de Chehade, aquella
que de acuerdo a ley no deben permitirse excepciones escandalosas.
Esta
circunstancia permite aclarar el desembarco de Chehade de la Comisión
de Transición, aunque siendo un hombre de confianza fue encargado por
Lerner a fin de supervisar el otorgamiento de la buena pro de una
licitación emblemática como la del Tren Eléctrico y rodeada de los
enjuagues de Enrique Cornejo – Alan García, y no como afirman los
funcionarios apristas para beneficiar a una de las empresas del
concurso, cuando ni siquiera sabía de la existencia de ellas en la
pugna.
Precisamente por ello, Chehade se defiende y “aseguró que no
conoce a ningún integrante de la compañía Andrade Gutiérrez y que la
acusación es una patraña. No tengo ningún problema porque yo no he hecho
lobby por nadie.”
Carlos Angulo Rivas*
*Poeta y escritor peruano
*Poeta y escritor peruano