Wadah Khanfar |
Al-Jazeera, el canal de televisión qatarí que en 15 años se impuso en el
mundo árabe como una original fuente de información, se ha embarcado
inesperadamente en una gran operación de engaño tendiente a derrocar a
cualquier precio los regímenes libio y sirio.
Thierry Meyssan demuestra
que este cambio de actitud no es resultado de una coyuntura en
particular sino que fue preparado con mucha antelación por varias
personalidades que han sabido disimular ante el público sus propios
intereses personales.
Veamos las siguientes revelaciones.
El
20 de septiembre de 2011, el canal de televisión qatarí Al-Jazeera
anunció la renuncia de su director general, Wadah Khanfar, y su
reemplazo por un miembro de la familia real qatarí, Cheikh Hamad Ben
Jassem Al-Thani.
Cheikh Hamad es un cuadro de Qatargas.
Trabajó durante un año en la sede
parisina del gigante francés del petróleo Total y fue presidente del
Consejo de Administración de Al-Jazeera.
La prensa atlantista ha presentado la noticia de tres maneras
diferentes: como una renuncia forzosa y una recuperación del control del
canal por parte del Estado, como una venganza de la Autoridad Palestina
por la difusión de los documentos conocidos como Palestinian Papers y,
finalmente, como una consecuencia de las filtraciones de Wikileaks que
revelan ciertos contactos del señor Khanfar con Estados Unidos.
Si bien todas esas interpretaciones pueden ser parte de la verdad, lo
cierto es que esconden la razón fundamental de lo sucedido: el papel de
Qatar en la guerra contra Libia.
Llegados a este punto, un breve
recuento se hace indispensable.
El origen de Al-Jazzera: un deseo de diálogo
El canal de televisión Al-Jazeera fue concebido por dos
personalidades franco-israelíes, los hermanos David y Jean Frydman, a
raíz del asesinato de Yitzhak Rabin, de quien eran muy amigos.
Según
David Frydman [1], el objetivo era crear un medio de difusión en el que
israelíes y árabes pudiesen debatir libremente, intercambiar argumentos y
aprender a conocerse entre sí en momentos en que aquello era imposible a
causa de la situación de guerra, lo cual bloqueaba toda posibilidad de
alcanzar la paz.
Los hermanos Frydman tuvieron a su favor una serie de circunstancias
que los ayudaron a crear el canal de televisión: la compañía saudita
Orbit había firmado un acuerdo con la BBC con vistas a la creación de un
noticiero de televisión en árabe.
Pero las exigencias políticas de la
monarquía absolutista de Arabia Saudita rápidamente resultaron ser
incompatibles con la libertad de trabajo de los periodistas británicos.
El acuerdo fue anulado y la mayoría de los periodistas de la BBC
vinculados al mundo árabe se encontraron bruscamente sin trabajo.
Y
fueron a parar a Al-Jazeera.
Los hermanos Frydman querían que su nuevo canal de televisión fuera
visto como un canal árabe.
Ambos lograron convencer al nuevo emir de
Qatar, Hamid ben Khalifa al-Thani, quien –con el concurso de Londres y
Washington– acababa de derrocar a su padre –acusado de ser proiraní.
Cheikh Hamad ben-Khalifa comprendió rápidamente las ventajas que
podía procurarle el convertirse en eje de las discusiones entre Israel y
el mundo árabe, conversaciones que han durado ya medio siglo y que
parecen destinadas a prolongarse aún.
Hamid ben Khalifa al-Thani
autorizó de paso la apertura en Doha de una oficina del ministerio
israelí de Comercio, a falta de poder abrir una embajada.
Lo más
importante es que percibió que aquello ayudaría a Qatar a competir con
los ricos medios de difusión panárabes de Arabia Saudita y que el
emirato dispondría así de un medio de difusión que critica a todo el
mundo… menos a él.
El montaje financiero inicial preveía simultáneamente un aporte de
fondos de los hermanos Frydman y, por parte del emir, un préstamo de 150
millones de dólares por 5 años.
El boicot, organizado por Arabia
Saudita, por parte de los anunciantes y la ausencia de ingresos
importantes por concepto de publicidad determinaron una modificación del
esquema inicial.
En definitiva, el emir se convirtió en el proveedor de
fondos del canal y, por consiguiente, en su dueño de facto.
Periodistas ejemplares
Durante años, Al-Jazeera se hizo de una gran audiencia gracias a su
pluralismo interno.
El canal se enorgullecía en dar a conocer los
argumentos de todas las partes.
Su pretensión no era decir la verdad
sino hacerla surgir del debate.
Su programa principal, el del
iconoclasta Faisal al-Qassem, titulado «La Opinión contraria», se daba
el gusto de arremeter contra los prejuicios.
Todos podían encontrar
razones para alegrarse de la existencia de ciertos programas y deplorar
la de otros.
Lo importante es que aquel continuo debate interno acabó
prevaleciendo ante el carácter monolítico de sus competidores y cambió
el panorama audiovisual del mundo árabe.
El heroico papel de los reporteros de Al-Jazeera en Afganistán y
durante la tercera guerra del Golfo, en 2003, así como su ejemplar
trabajo, en contraste con la propaganda de los canales satelitales
proestadounidenses, transformaron la imagen del canal que, de ser
considerado una televisión polémica, pasó a convertirse en un medio de
referencia.
Sus periodistas pagaron un alto precio por su valentía:
George W. Bush estudió la posibilidad de bombardear los estudios de
Doha, y finalmente renunció a hacerlo, pero en cambio propició el
asesinato de Tareq Ayyub [2], el arresto de Tayseer Aluni [3] y el
encarcelamiento de Sami el-Hajj en Guantánamo [4].
La reorganización de 2005
Sin embargo, incluso las mejores cosas tienen un final. En 2004-2005,
después del fallecimiento de David Frydman, el emir de Qatar decidió
emprender una reorganización total de Al-Jazeera y crear nuevos canales,
como Al-Jazeera English, en momentos en que el mercado mundial se
hallaba en plena transformación y en que todos los grandes Estados
estaban dotándose de canales televisivos de información vía satélite.
El objetivo era, evidentemente, dejar de lado la efervescencia y las
provocaciones del comienzo y capitalizar una audiencia que se eleva hoy
en día a 50 millones de telespectadores para posicionarse como un actor
del mundo globalizado.
Cheikh Hamad ben-Khalifa recurrió entonces a una firma internacional
que le proporcionó a él mismo una formación personalizada en materia de
comunicación.
La agencia JTrack se había especializado en enseñar a los
líderes del mundo árabe y del sudeste asiático a hablar la lengua del
foro de Davos, o sea en cómo ofrecer a los occidentales la imagen que
ellos quieren ver.
Desde Marruecos hasta Singapur, JTrack entrenó así a
la mayoría de los responsables políticos respaldados por Estados Unidos e
Israel –a menudo simples títeres hereditarios– para convertirlos en
personalidades respetables en el plano mediático.
Lo importante no es
que tengan algo que decir sino que sepan manejar la retórica global.
Sin embargo, al ser llamado a ejercer altas funciones gubernamentales
en el norte de África, el presidente-director general de JTrack dejó su
cargo antes de terminar el proceso de transformación del Al-Jazeera
Group y puso la continuación de esa operación en manos de un ex
periodista de la Voz de las Américas que ya trabajaba desde hacía varios
años para el canal qatarí y era miembro de la misma cofradía musulmana
que él: Wadah Khanfar.
Competente en el plano profesional y políticamente seguro, Wadah
Khanfar se dio a la tarea de dar color ideológico a Al-Jazeera.
Así que
dio la palabra a Mohamed Hassanein Heikal, el ex vocero de Nasser, al
mismo tiempo que convertía Cheikh Yusuf al-Qaradawi –cuya nacionalidad
egipcia fue anulada precisamente por orden de Nasser– en «consejero
espiritual» de Al-Jazeera.
El viraje de 2011
Fue con las revoluciones del norte de África y la península arábiga
que Wadah Khanfar modificó bruscamente la línea editorial de su
redacción.
El Grupo tuvo un papel protagónico en la consagración del
mito de la «primavera árabe» según el cual los pueblos, deseosos de
vivir al estilo occidental, se sublevaron para derrocar dictadores e
instaurar democracias parlamentarias.
Según ese mito, no hay diferencia
alguna entre lo sucedido en Túnez y Egipto y los acontecimientos de
Libia y Siria.
En cuanto a los movimientos de Yemen y Bahrein,
simplemente no son de interés para los telespectadores.
La realidad es que los anglosajones han tratado de navegar entre las
revueltas populares para volver a servirnos la vieja cantinela de la
«primavera árabe» que ellos mismos organizaron en los años 1920 para
apoderarse de las antiguas provincias otomanas e instalar en ellas
democracias parlamentarias títeres bajo su tutelaje.
Al-Jazeera acompañó entonces las revueltas de Túnez y Egipto para
marginar así la tentación revolucionaria y legitimar nuevos gobiernos
favorables a Estados Unidos e Israel.
En Egipto se produjo incluso una
verdadera manipulación que permitió explotar los acontecimientos en
provecho de un solo componente del movimiento: la Hermandad Musulmana,
representada precisamente por… el predicador-estrella de Al-Jazeera,
Cheikh Yusuf al-Qaradawi.
Indignados ante la nueva línea editorial y el uso cada vez más
frecuente de la mentira [5], periodistas como Ghassan Ben Jedo abandonan
el canal qatarí.
¿Quién maneja los hilos de la noticia?
En todo caso, hay que esperar hasta el episodio libio para asistir a
la caída definitva de las máscaras.
En efecto, el jefe de JTrack y
mentor de Wadah Kanfhar no es otro que… Mahmud Yibril (la J de “JTrack”
corresponde a la transcripción de su apellido en inglés).
Este
administrador amable, brillante y fatuo llegó hasta Muammar el Kadhafi
recomendado por los nuevos amigos estadounidenses del coronel para
manejar la apertura económica de Libia después de la normalización de
sus relaciones diplomáticas.
Bajo la supervisión de Saif al-Islam Kadhafi, Mahmud Yibril fue
nombrado simultáneamente ministro de Planificación y director de la
Autoridad de Desarrollo, convirtiéndose así de hecho en el segundo
personaje en importancia del gobierno libio, con autoridad sobre los
demás ministros.
Aplicó una desregulación acelerada de la economía
socialista de Libia y la privatización de sus empresas públicas.
- Mahmud Yibril con su amigo y socio de negocios Bernard-Henri Levy en Trípoli, ya conquistada.
A través de la labor de entrenamiento que realizaba JTrack,
Mahmud Yibril había forjado vínculos personales con casi todos los
dirigentes del mundo árabe y del sudeste asiático.
Disponía de oficinas
en Bahrein y Singapur. Yibril había creado también empresas dedicadas a
los negocios, entre ellas una que se dedicaba a la comercialización de
madera en Malasia y Australia, con el francés Bernard-Henri Levy como
socio.
Mahmud Yibril había cursado sus primeros estudios universitarios en
El Cairo, donde conoció a la hija de uno de los ministros de Nasser y se
casó con ella.
Prosiguió después sus estudios en Estados Unidos, donde
se convirtió en adepto de las tesis libertarianas que posteriormente
trató de introducir en la ideología anarquista de Kadhafi.
Lo más
importante es que Mahmud Yibril se unió además a la Hermandad Musulmana
en Libia y posteriormente introdujo a dos miembros de la Hermandad,
Wadah Kanfhar y Yusuf al-Qaradawi, en Al-Jazeera.
Durante el primer semestre de 2011, el canal qatarí se convirtió en
el instrumento preferido de la propaganda prooccidental.
Se esforzó en
negar el aspecto antiimperialista y antisionista de las revoluciones
árabes y escogió en cada país a los protagonistas que había que apoyar y
a los que había que rechazar.
De forma nada sorprendente apoyó al rey
de Bahrein –otro alumno de Mahmud Yibril–, quien ordenaba disparar
contra el pueblo mientras que al-Qaradawi utilizaba las transmisiones
para exhortar a la Yihad contra Kadhafi y Bachar al-Assad, ambos
falsamente acusados de estar masacrando a sus propios pueblos.
Al convertirse Mahmud Yibril en primer ministro del gobierno rebelde
libio se llegó al colmo de la mala fe con la construcción en Doha de
escenarios que reproducían la Plaza Verde y Bab al-Aziziya, escenarios
que se utilizaron para filmar imágenes falsas de la entrada de los
«rebeldes» proestadounidenses en Trípoli.
¡Cuanto me insultaron cuando
predije esa manipulación en Voltairenet.org!
Sin embargo, Al-Jazeera y
Sky News transmitieron las imágenes falsas durante el segundo día de la
batalla de Trípoli, sembrando así la confusión entre la población libia.
No fue en realidad sino 3 días más tarde que los «rebeldes» –casi
exclusivamente los Misrata– lograron entrar en Trípoli, ya devastada por
los bombardeos de la OTAN.
Lo mismo sucedió con el anuncio que transmitió Al-Jazeera sobre el
supuesto arresto de Saif al-Islam Kadhafi y con la confirmación de su
captura por el fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno
Ocampo. Fui el primero en desmentir, a través de las ondas de Russia
Today, aquella falsedad.
Y nuevamente fui blanco de burlas en ciertos
diarios, hasta que el propio Saif al-Islam en persona vino a despertar a
los periodistas encerrados en el hotel Rixos y los llevó a la verdadera
plaza de Bab al-Aziziya.
Al ser interrogado sobre esas mentiras durante las transmisiones en
árabe del canal satelital France24, el presidente del Consejo Nacional
de Transición (CNT), Mustafa Abdul Yalil dijo que se había tratado de
una argucia de guerra y se jactó de haber precipitado así la caída de la
Yamahiria.
¿Cuál será el futuro de Al-Jazeera?
La transformación de Al-Jazeera en instrumento de propaganda de la
recolonización de Libia no se produjo a espaldas del emir de Qatar, sino
bajo su dirección.
Fue el Consejo de Cooperación del Golfo el primero
en llamar a la intervención armada en Libia. Qatar fue el primer miembro
árabe del Grupo de Contacto.
Transportó armas para los «rebeldes»
libios y más tarde envió militares al teatro de operaciones,
específicamente durante la batalla de Trípoli.
Obtuvo a cambio de ello
el privilegio de controlar todo el comercio de hidrocarburos realizado a
nombre del Consejo Nacional de Transición.
Es demasiado pronto aún para saber si la dimisión de Wadah Khanfar es
el fin de su misión en Qatar o si anuncia una voluntad del canal de
recobrar la credibilidad que se había ganado a lo largo de 15 años y que
perdió en sólo 6 meses.
[1] Cf. entrevistas con el autor.
[2] «La guerre contre Al-Jazeera», artículo de Dima Tareq Tahboub resumido en nuestra antigua rúbrica «Tribunes et décryptages», Réseau Voltaire, 6 de octubre de 2003.
[3] «La presse arabe dans la ligne de tir», Réseau Voltaire, 15 de septiembre de 2003.
[4] Ver nuestro dossier sobre Sami el-Hajj.
[5] Por ejemplo: «Al-Jazeera met en scène une manifestation monstre à Moscou contre Bachar el-Assad», Réseau Voltaire, 2 de mayo de 2011.