Un fantasma recorre el mundo: la
indignación. Anuncia una enorme oleada revolucionaria que podría liberar
por igual países hegemónicos y periféricos.
Los primeros están en
bancarrota por la crisis, enfrascados en incosteables aventuras
armamentistas, enfrentados al agotamiento de los recursos que dilapidan.
Los segundos padecen la escasez de alimentos, la devastación de la
naturaleza, la explotación neocolonial.
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Pero la acumulación de condiciones
objetivas sólo se convierte en revolución cuando la suma de cambios
cuantitativos dispara la transformación cualitativa.
¿Cómo se dio ese
salto históricamente?
En la Revolución Inglesa de 1645 y la Francesa de
1789 y la Bolchevique de 1917, a la bancarrota del Estado precipitada
por aventuras guerreristas siguieron sublevaciones populares detonadas
por la extrema penuria.
Observemos hoy a los poderes hegemónicos y sus
aliados. Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, España,
Portugal, Grecia, Italia, Islandia colapsan bajo el peso de deudas
públicas cercanas o superiores al 100% de su PIB anual.
Tales cargas no
acarrean la debacle instantánea porque, a diferencia de las del Tercer
Mundo, pagan cómodos intereses como los de Estados Unidos, del 1,5%
anual.
Pero sus gobiernos han optado por mantener la amnistía tributaria
para ricos y banqueros estafadores, descargar el peso del déficit y de
los rescates financieros sobre las condiciones de vida de los
trabajadores y a veces arruinarse en incosteables agresiones imperiales.
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Tales políticas, idénticas a las que
detonaron las revoluciones históricas, desencadenan fatalmente la
resistencia social.
El pueblo de Islandia se negó de plano a pagar la deuda de los banqueros, hecho prácticamente revolucionario.
Grecia, Francia, España, Italia e Inglaterra están conmocionadas por
protestas masivas.
En Israel entre julio y agosto multitudes de 300.000
ciudadanos protestan contra el costo de la vida y obligan a Netanyahu a
detener un alza de los precios del petróleo y a incrementar la
importación de alimentos (BBCMundo: 27-8-2011).
El primer ministro
inglés Cameron descalifica a los manifestantes de Londres tildándolos de saqueadores.
Pero la Revolución Francesa tomó carácter de tal con las jacqueries,
saqueos campesinos que obligaron a la nobleza a renunciar a sus
privilegios y preludiaron los alzamientos parisinos.
También el
bipartidismo descalificó como pillajes las sublevaciones populares de
Mérida en 1987 y el Caracazo en 1989, que a la postre torcieron el rumbo
del país. Immanuel Wallerstein declara para ALAI el 15-8-2011:
“Yo veo
guerras civiles en múltiples países del Norte, sobre todo en Estados
Unidos donde la situación es mucho peor que en Europa occidental, aunque
allá también hay posibilidades de guerra porque hay un límite hasta el
cual la gente ordinaria acepta la degradación de sus posibilidades”.
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¿Se equilibra esta rebelión en los
centros hegemónicos con la sumisión colonial del Tercer Mundo?
La
mayoría de los países de América Latina y el Caribe han elegido
gobiernos de izquierda o centro izquierda.
En México crecen la violencia
y la militarización: el 8-8-2011 The New York Times reitera
que agentes del Pentágono, la CIA, la DEA y otras agencias operan no
sólo desde el centro de inteligencia ubicado en Reforma 225 sino desde
una base militar en tierra mexicana.
En Honduras aumenta la protesta
contra el régimen surgido del golpe de Estado contra Zelaya.
En el mil
veces invadido Haití los ciudadanos insurgen contra tropas de la
Minustah que arrojan heces a los ríos.
En Chile el gobierno neoliberal
enfrenta la rebelión de medio millón de manifestantes contra la privatización total de la educación.
Y el mundo islámico es un hervidero. Pero de la indignación a la Revolución, hay mucho trecho.
La tarea es acortarlo.
PD: Adiós a Freddy Balzán, gran compatriota, comunicador y revolucionario.