Son muchos los indicios que apuntan a la OTAN y a las redes Stay-Behind o ejércitos secretos de la OTAN (responsables de múltiples atentados, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años 90) en la matanza del pasado 22 de julio, en Noruega: uso de explosivos similares a los utilizados en anteriores atentados de bandera falsa (Oklahoma City); la vinculación del supuesto autor con el ejército y con la política al más alto nivel (la madre estaba casada en segundas nupcias con un militar de alta graduación y su padre fue diplomático en las embajadas de Noruega en París y Londres); sospechosa tardanza en la intervención de la policía noruega (más de una hora y media, desde el comienzo del tiroteo); la realización de ejercicios policiales antiterroristas, los días previos a los atentados, sobre supuestos similares a los que ocurrirían posteriormente; testimonios de supervivientes de la matanza sobre la presencia de varios francotiradores, etc.
A pesar de todo lo anterior, la inmensa mayoría de la opinión pública prefiere seguir creyendo en la fantástica historia, difundida por la policía y los medios de comunicación de masas capitalistas, de que una sola persona, sin experiencia previa en acciones terroristas, fue capaz de dejar aparcado un camión, con más de 6 toneladas de explosivos, en el centro de Oslo, junto a un edificio gubernamental; hacerlo detonar y posteriormente, sin despertar ningún tipo de sospechas, desplazarse a una isla situada a más de 30 kms de distancia; vestirse con un uniforme de la policía noruega (¡cómo pudo conseguir este uniforme!); introducirse sin complicaciones en el campamento de la juventud social-demócrata y empezar una auténtica cacería humana, que duró más de una hora y media, sin pestañear lo más mínimo, a pesar de que en su vida hubiera hecho nada ni remotamente similar.
La credibilidad del gran público hacia este tipo de historias, más mitológicas que reales, tiene su explicación en el acondicionamiento llevado a cabo durante décadas, con historias similares: los asesinatos de los hermanos Kennedy, el asesinato de Martin Luther King, el asesinato de John Lennon, la matanza de Waco, el atentado de Oklahoma City, etc.
Todos ellos atribuidos a locos solitarios, sin experiencia previa en acciones similares, a pesar de la gran cantidad de pruebas que demuestran la puesta en práctica de operativos militares y policiales altamente sofisticados, en el desarrollo de los hechos.
Además de esto, el cine de Hollywood (especialmente las conocidas como películas de acción) ha tenido una influencia decisiva, como método de infantilización mental, para impedir un ánalisis lógico y maduro de este tipo de acontecimientos, por parte de la mayoría del gran público.
Es comprensible que la inmensa mayoría de los seres humanos, altamente condicionados por la poderosa maquinaria mediática (como he señalado anteriormente) y que bastante tienen con preocuparse de sus problemas personales (laborales, sociales o familiares), asuman de forma acrítica la fantástica versión oficial de lo sucedido en Noruega, propia de un guión de la saga de “Rambo”; lo que ya deja de ser entendible y empieza a ser un poco sospechoso es que la supuesta oposición al sistema, representada principalmente por la llamada izquierda anticapitalista, se trague, una y otra vez, las mentiras oficiales, como en el caso que aquí nos ocupa, más teniendo en cuenta su experiencia frente a engaños y manipulacines sistémicas.
La interpretación de los hechos de Noruega, según la izquierda anticapitalista, es más o menos, la siguiente: el supuesto asesino, Anders Behring Breivik, no es más que un producto de la mentalidad fascista latente en las sociedades imperial-capitalistas, y que por lo tanto el responsable último de lo sucedido en Noruega es el modo de vida social y económico al que nos vemos sometidos en este tipo de sociedades.
Esta interpretación, además de ser muy ingenua y una pizca idealista es totalmente inofensiva para el sistema, pues esto no hará que las amplias masas (fuertemente alienadas y muy cómodas en su actual situación) se vuelvan contra el modelo social establecido, sino, todo lo contrario, es decir, que pidan mayor seguridad (control social) frente a locos como éste, "pues hasta la propia oposición al sistema reconoce que fue obra de un loco solitario".
Con lo cual, la supuesta interpretación contestataria que hace la izquierda antisistema, termina siendo de una gran rentabilidad para el propio sistema, pues, desde la supuesta oposición, se viene a legitimar, palmo por palmo, la absurda versión oficial del “loco solitario”, ocultando con ello a los verdaderos autores de la masacre y los propósitos reales de la misma.
Desgraciadamente, la interpretación realizada por la izquierda anticapitalista, en este caso, no es la única vez que legitima y avala, desde la oposición, una versión oficial de los hechos, con la que se encubre a los verdaderos autores y sus auténticos propósitos.
En el caso del llamado terrorismo islámico y en el del terrorismo de ETA, históricamente, ha sucedido un tanto de lo mismo, pues, en lugar de denunciarlo como lo que realmente es (terrorismo de falsa bandera, perpetrado por los estados imperial-capitalistas, para justificar políticas injerencistas contra los pueblos árabes y vasco respectivamente), lo que ha venido haciendo ha sido reproducir la versión oficial de los hechos, enmascarándola con la idealista e inofensiva denuncia para el sistema, de que este terrorismo es una reacción producida como consecuencia de las bárbaras políticas imperial-capitalistas.
Es decir, desde la oposición se confirma la autoría que al sistema le interesa que sea confirmada, para posteriormente justificar sus salvajes políticas (es como si desde la oposición se legitimaran los argumentos esgrimidos por el poder), pues por mucho que la oposición diga que el problema es el sistema, esta denuncia es inofensiva, pues el sistema sabe de sobre que este argumento no tiene la suficiente fuerza como para mover a nadie a cambiar nada.
Pensar que un argumento así pudiera inducir a un colectivo humano a la transformación de un sistema social es como pensar que un grupo de hambrientos fuera capaz de tirar toda una fuente de cocido a la basura, sólo porque en ella hubieran visto un garbanzo negro.
Es innegable que todo sistema social que conlleve la represión de nuestros impulsos vitales conduce a los individuos hacia el desarrollo de conductas neuróticas e incluso psicopáticas, pero pensar que esto pueda llevar a un sólo individuo a hacer lo que supuestamente hizo solo Anders Behring Breivik, con absoluta frialdad y precisión, sin la cooperación de (al menos) un sofisticado operativo, y sin haber dejado "rastros" sospechosos en sus preparativos (que duraron varios años), es como sentenciar a muerte al más elemental sentido común, más teniendo en cuenta los medios tecnológicos y humanos con los que hoy cuentan los servicios secretos para controlar a individuos y colectivos que planean acciones de este tipo.
Desde un punto de vista de psicología de masas, la función que viene a realizar una interpretación así, por parte de la supuesta oposición al sistema, es la de la confirmación no gubernamental de la versión oficial de la autoría de los hechos.
El intelectual sistémico Noam Chomsky fue uno de los primeros en introducir y difundir, entre los círculos políticos opositores, este tipo de interpretaciones maniqueas sobre el fenómeno del terrorismo-espectáculo, favorables a los intereses del sistema imperial-capitalista.
Otras formas de ocultar, desde la "oposición", los verdaderos propósitos de la matanza de Noruega.
Según el prestigioso historiador norteamericano Webster Tarpley, la matanza de Noruega sería una clara operación llevada a cabo por las redes Stay-Behind de la OTAN, y su objetivo sería el de un ajuste de cuentas al gobierno social-demócrata noruego por su intención de abandonar la cruzada que actualmente bombardea Libia y por sus reiteradas llamadas al boicot contra Israel (interpretación defendida también por el analista argentino Adrian Salbuchi).
Esta interpretación me parece (cuanto menos) un tanto ingenua, pues supone atribuir al Estado de Noruega (uno de los fundadores de la OTAN en 1949), una bondad y un espíritu filantrópico de los que, con toda seguridad, carece.
Las llamadas al boicot por parte del Partido Laborista noruego (en el poder), contra Israel y su decisión de abandonar la intervención armada contra Libia (si eran tan pacifistas ¿por qué no decidieron, desde un primer momento no intervenir en Libia?), no son más que poses de cara a la galería, para quedar bien ante su electorado, que en nada perjudican al sistema imperial-capitalista del cual forma parte activa; unas poses que no tendrán resultados reales, y que sólo son eso: poses, como la que en su día tuvo el PSOE con la retirada de tropas de Irak (el PSOE, tras ganar las elecciones en marzo de 2004, retiró los mil efectivos que el anterior gobierno tenía desplegados en Irak, pero los redobló en Afganistán, colaboró en la intervención armada contra el Líbano, así como en la actual contra Libia).
Además, si lo que realmente quería la OTAN era perjudicar al actual gobierno no podía haber hecho nada peor, pues gracias al atentado, el gubernamental Partido Laborista ha salido muy fortalecido.
Si en realidad el objetivo era hacer daño al gobierno noruego, hoy en día, existen medios mucho más efectivos y silenciosos que éste (por ejemplo medidas económicas contrarias a los intereses noruegos).
¡No nos engañemos!, el gobierno noruego y la clase dirigente noruega, no son precisamente lo que se puede entender como humanistas o filántropos, y este tipo de acciones (matanza de civiles inocentes) en nada perjudican sus proyectos esclavistas (economicistas-industrialistas).
Por ello, estas interpretaciones (bien o mal intencionadas), a pesar de identificar correctamente a los verdaderos autores (redes Stay-behind) sólo sirven para alejarnos de la auténtica verdad.
Desde mi humilde punto de vista, pienso que con el atentado de Noruega se ha pretendido (entre otras cosas muy díficiles de llegar a saber) aumentar el caos y la sensación de inseguridad entre los ciudadanos occidentales, con el fin de reforzar y consolidar la función protectora (represiva) de los Estados imperial-capitalistas, pues a ojos de aquéllos (que es como debemos analizar las cosas, alejándonos de visiones ideologizadas y sectarias, si queremos entender por qué la élite lleva a cabo proyectos macabros como éste) ahora ya no tenemos sólo la amenaza terrorista islamista (exterior), sino también una amenaza terrorista neofascista (interior).
Además, con la irrupción en escena de este nuevo fenómeno de terrorismo islamófobo, se consigue justificar y, sobre todo, ocultar, tras una perfecta cortina de humo, la barbarie de las sociedades imperial-capitalistas contra el mundo árabe:
“¿No lo veis? Vuestro gobierno no es islamófobo ni cruel, hay gente mucho peor, más extremista y peligrosa que odia al Islam más que nosotros; vuestro gobierno es tolerante y moderado, y os protegerá, no sólo del fanatismo islamista, sino también del fanatismo neofascista (e incluso sionista), por eso haréis bien si depositáis en nosotros toda vuestra confianza, porque nosotros somos buenos para los occidentales y para los árabes”.
Es decir, con todo esto se ha pretendido escenificar la siguiente falsa situación: a un lado el extremismo islamista, al otro el extremismo neofascista y en el medio el Estado protector, que ahora tiene que hacer frente, no sólo a un enemigo exterior, sino también a otro interior (el propio Anders Behring Breivik hablaba de la existencia de dos células más en Europa) de ideología neofascista e islamófoba, que tiene la utilidad, a su vez, de limpiar y ocultar, la barbarie imperialista contra los pueblos árabes, al hacer pasar por moderados a los gobiernos imperial-capitalistas, que ahora ya no nos defienden sólo de la barbarie islamista contra el mundo occidental, sino también de la barbarie occidental contra el mundo árabe, ¡puro cinismo!
De nuevo, la estrategia de la tensión como método de pastoreo humano.
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