La multinacional Cargill (USA) quema grandes extensiones de selva amazónica en Brasil para imponer plantaciones de soya. Foto cortesía Greenpeace. |
[S.E.P.A./Diario El Peso] El presidente de Brasil Luiz Ignacio “Lula” Da Silva promulgó una ley sancionada por el Congreso [Medida Provisoria 458], por la que 67,4 millones de hectáreas de floresta del Amazonas podrán repartirse entre personas físicas en unidades de hasta 1.500 hectáreas.
El proyecto fue elaborado por los ministros Roberto Mangabeira Unger (Asuntos Estratégicos) y Carlos Minc (Medio Ambiente) y apoyado por el bloque legislativo que representa al agro [ruralistas].
Los títulos de propiedad serán otorgados de forma gratuita en el caso de parcelas pequeñas [de menos de 100 hectáreas].
Las medianas se venderán por un valor simbólico y las grandes fincas [de hasta 1.500 hectáreas] se subastarán a precios de mercado, estipulados por el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA).
Esta medida, según sus autores, pretende regularizar la tenencia privada de tierras amazónicas y reducir los casos de apropiación indebida y asentamientos ilegales en la Amazonia.
Agregan que la concesión de derechos de titularidad creará un incentivo para que los dueños conserven bien su tierra.
En principio favorecería a los llamados “grileiros” u ocupantes irregulares de tierras fiscales que hayan ocupado sus tierras antes de 2004.
A partir de ahora podrán explotar en forma legal dichos terrenos para cultivos y cría de ganado.
Al aprobar la ley Lula vetó un dispositivo agregado por el Senado, que permitía a empresas ser beneficiarias del nuevo mecanismo.
Sin embargo dicha medida podría devenir ineficiente dado que, los beneficiarios de la ley podrían vender sus tierras dentro de 3 años.
Esto crearía un importante negocio inmobiliario agrícola.
Contexto ecológico: Brasil alberga el 60% de la selva amazónica y la superficie “privatizada” equivale a Francia o en Sudamérica a cinco provincias argentinas [Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos].
Es la zona más vasta y rica en biodiversidad de la Tierra.
Un solo kilómetro cuadrado puede contener más de 90.000 toneladas de plantas vivas.
La cuenca amazónica suministra el 20% del oxígeno del mundo y casi la tercera parte de su agua dulce. Contiene el 10% de las reservas de carbono en el ecosistema mundial.
Cuando se quema su superficie, ingresan a la atmósfera cantidades masivas de dióxido de carbono.
Sin analizar las consecuencias de esta medida y teniendo en cuenta el ritmo anual de quema [equivalente al tamaño de Bélgica], antes de 20 años se perdería un 40% de la superficie verde.
Viven en la región amazónica más de 20 millones de brasileños, siendo una de las regiones más pobres del país.
Durante las dictaduras militares de los años 60 a 80 se fomentó la colonización de la zona como una necesidad estratégica para demostrar la ocupación efectiva de la misma.
La colonización no implicó sin embargo una mayor distribución de la tierra.
Brasil posee la segunda concentración de latifundios del mundo, el 47% de la tierra esta en manos del 1% de la población.
Dicha situación se acentúa en el Amazonas subiendo ese porcentaje a casi el 80%.
La Amazonia brasileña ocupó en su origen 5 millones de kilómetros cuadrados.
No se sabe con exactitud cuánto ocupa hoy.
Solo 100.000 km2 están preservados por ser reservas indígenas, 200.000 se destinaron a la explotación “sustentable” y el grueso es selva pública que no llega a los 2 millones de km2.
Contexto político-económico: Diferentes intereses económicos y políticos discuten y pujan por el Amazonas.
Por un lado una demanda creciente de alimentos básicos y las materias primas para fabricar etanol dependen de la región en medio de una disputa encarnizada por los derechos sobre la tierra entre ocupantes precarios, hacendados rurales y empresas.
En este contexto fue asesinada en 2005 Dorothy Stang, una monja y ecologista estadounidense que bregaba por los derechos de los indígenas sobre la tierra y enfrentó fatalmente a varios rancheros y campesinos.
El Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), antiguo aliado del gobierno de Lula, ya formalizó su oposición al proyecto, denunciando que sólo es un paso más para legitimar la desvasatación.
Multinacionales están invirtiendo en Brasil para multiplicar sus ganancias, apoyadas por el propio Estado, a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) que financia a estas empresas y les facilita la construcción de infraestructura.
El Programa de Aceleración del Crecimiento, del gobierno de Lula, prevé que en los próximos cuatro años se inviertan nueve mil millones de dólares para construir más de 40 plantas procesadoras de bio-diesel, más de 70 de etanol y 1.150 kilómetros de ductos de transporte de combustibles, con financiación del BNDES.
Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente y destacada ecologista, tuvo que renunciar al enfrentarse por temas de su cartera con la jefa de gabinete de Lula, Dilma Rousseff.
Fue reemplazada por el fundador del Partido Verde brasileño Carlos Minc, que no tiene los antecedentes de Marina Silva y parece permeable a otros intereses.
El propio partido de Lula tiene una fuerte interna, la Secretaría de Medio Ambiente del partido acusó a los ministros de Agricultura (Stephanes) y Asuntos Estratégicos (Mangabeira Unger) de liderar los ataques contra la legislación ambiental y al propio ministro de Medio Ambiente, Carlos Minc, por su "inacción" frente a la creciente desforestación amazónica.
Blairo Maggi, gobernador del Estado de Mato Grosso y el mayor productor de soja del mundo, declaró al periódico The New York Times:
“Para mí, un 40% de aumento de la deforestación no significa nada...estamos hablando de un área más grande que Europa, casi intacta, así que no hay de qué preocuparse”.
El Ministro de Asuntos Estratégicos, Roberto Mangabeira Unger (que también está a cargo de la coordinación de BRIC en Brasil), quiere facilitar la situación a quienes estén ocupando amazonia.
La considera estratégica en términos geopolíticos y entiende peligroso que esté despoblada: es el Estado de mayor superficie de Brasil, pero ocupa el puesto 18 en cantidad de habitantes.
El Amazonas está aumentando su conflictividad, dado que enfrenta intereses económicos y políticos incompatibles entre sí, que ya comenzaron a manifestarse en otros países amazónicos como Perú [ver nuestro artículo “Muerte en el Perú”].
El aumento de la injerencia de consorcios internacionales en la toma de decisiones políticas y económicas, el retroceso en las políticas ambientales y los múltiples intereses sectoriales exacerbados indicarían que Brasilia parece no estar encontrando un punto de equilibrio en la problemática amazónica.
Todo ello parece funcional a estrategias extra-continentales de internacionalizar el conflicto y debilitar la consolidación de Brasil en el contexto internacional.
Grupos internacionales que propugnan la conservación entre los que se destacan Greenpeace, World Wide Fund for Nature (WWF) e Imazon, comienzan a tener una importante influencia en Brasil.
La élite rural tradicional, que constituye entre una quinta y una cuarta parte del Congreso brasileño, puede desempeñar un papel crucial en el resultado de las elecciones presidenciales del próximo año y apoya con fervor el nuevo proyecto.
Paisaje después de la quema