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Finalmente, una gran victoria en Italia. Berlusconi, que se encontraba en Rumania, comentó así los resultados: "Aún no sé nada". 

Luego reconoció la derrota: "Hemos perdido.

Es evidente". También amenazó: "Los milaneses y los napolitanos se arrepentirán". 

El triunfo de ayer tiene color naranja.

No será el rojo del viejo PC, pero el color que identifica a las coaliciones de centroizquierda de Milán y Nápoles sirve para derrotar el azul que ha dominado los últimos 20 años en Italia.

En Milán, feudo gobernado durante 18 años por el partido de Silvio Berlusconi, lugar simbólico en la parábola vital del Cavaliere pero también de la República italiana, gana claramente (55,1% contra 44,9%) Giuliano Pisapia (Milán, 1949), candidato del centroizquierda. 

Para entender el alcance de esta victoria, conviene ampliar la información sobre el nuevo alcalde. Diputado en dos legislaturas por Refundación Comunista. Abogado de prestigio. 

Defendió a la familia de Carlo Giuliani en el juicio por el G8 de Génova. Presentó su candidatura a nuevo alcalde en junio de 2010. Se presentó a las elecciones primarias del Partito Democratico (PD) con el apoyo de los partidos SEL (Sinistra, Ecologia e Libertà) y Federación de la Izquierda, y las ganó.

Así pues, en Milán vence un candidato no propuesto por la oligarquía del PD, pero que es capaz de recibir el sostén de los votantes del PD así como el de los votantes de izquierda. 

Por eso, lo llaman "extremista", "radical", "amigo de terroristas" etc. Milán, finalmente, dejará de estar gobernada por "moderados" berlusconianos, y atención, que la oportunidad plantea un gran reto.

En 2015, Milán albergará la Expo 2015, donde desde hace tiempo se denuncian infiltraciones de la 'Ndrangheta. Un buen toro embolado para el nuevo alcalde.

Si el resultado de Milán ha sido una bomba, en Nápoles ha estallado un volcán. Se llama Luigi de Magistris (Nápoles, 1967), y ha arrasado: 65,3% contra 34,7%. 

Trabajó de fiscal adjunto en Catanzaro, donde saltó a la fama por varios casos que tenían algo en común: en todos ellos aparecían implicadas personalidades importantes del mundo de la política, las fuerzas de seguridad y la magistratura. En 2009 entró en el partido Italia de los Valores

Ha sido eurodiputado por este partido. En su candidatura a alcalde de Nápoles ha contado con el respaldo de los partidos Italia de los Valores y Federación de la Izquierda.

Ganó en la primera vuelta de las elecciones al candidato del PD, de modo que este partido se vio obligado a hacer autocrítica, reconocer los muchos errores cometidos durante años de gestión municipal y apoyar sin reservas a de Magistris en esta segunda vuelta.

Otra vez, como en Milán, un candidato no propuesto por la nomenklatura del PD resulta vencedor gracias a los votantes del PD y de la coalición de partidos de izquierda.

De Magistris se ha propuesto acabar con el problema de la basura que inunda la ciudad dejando atrás el fácil recurso a las leyes de emergencia y volviendo al gasto corriente, fomentando la recogida diferenciada puerta a puerta y deteniendo la construcción de otro incinerador. 

Un buen proyecto, que será difícil de llevar a cabo en una tierra donde la Camorra se ha hecho de oro controlando el ciclo de las continuas emergencias por la basura.

El gran perdedor de estos comicios es Silvio Berlusconi. El ministro de Exteriores del gobierno italiano, Franco Frattini, hablaba el otro día de un peligro de "balcanización" del partido de Berlusconi. Cuanto más frágil se muestra la figura del Cavaliere, más corrientes brotan en su partido.

El Berlusconi que fue capaz de obrar el milagro de reunir a los postfascistas de Alianza Nacional con los ultracatólicos de Comunione e Liberazione, más la Liga Norte, más los postcraxianos ahora se ve a falta de poltronas para satisfacer a todas estas corrientes. 

El Cavaliere se ha implicado personalmente en esta batalla electoral y sale francamente magullado.

Ha dimitido el coordinador del Partido, Sandro Bondi. Berlusconi cambiará de caballo seguramente. 

A lo mejor monta otro partido, pues de restyling publicitario y televentas sabe un rato, pero quienes  le han seguido y le obedecían a pie juntillas han entendido que estamos ante su ocaso porque su magia de televendedor ya no convence.

Fue patético verle en el cierre de campaña en Nápoles: lo silbaban y ni siquiera el asegurar que no contrataría a Hamsik, jugador estrella del Nápoles, aplacó los ánimos de la turbamulta. 

Tampoco convence a los televidentes cuyas mentes ha moldeado a través de sus televisiones durante veinte largos años, y ni siquiera al elector medio burgués ( trabajadores autónomos, directivos) que le votaba por egoísmo, porque pagaba menos impuestos.

¿Está saliendo, pues, el Bel Paese del túnel en que lo metió Il Cavaliere oscuro? No hay que lanzar las campanas al vuelo. Tan temibles serán la nueva armadura que lucirá en breve Il Cavaliere como los chanchullos que teje y desteje entre bambalinas el siniestro Massimo D'Alema con el Tercer Polo (alianza de post democratacristianos de Casini, y postfascistas de Fini). Dijo D'Alema: "Hace falta una alianza entre moderados y progresistas para construir Italia". 

El resultado de estas elecciones no parece decir eso. 

Se trata más bien de un grito bien fuerte: Italia ni necesita ni quiere que la oligarquía siga gobernándola un solo minuto más. Estas elecciones suenan a 'basta ya', a indignación. 

Y quizá sirvan de lección, pues, como dijo Pietro Ingrao, con indignación sólo no basta. Hace falta organización y unión.

En este mundo, y más todavía en esta Italia, lo que une a SEL (Sinistra, Ecologia e Libertà) a la Federación de la Izquierda, a Sinistra Critica, al Partito Comunista dei Lavoratori, o a Alternativa es bastante más que lo que les separa. Un ejemplo: los próximos días 12 y 13 de junio se celebrarán cuatro referéndums. 

Pues bien: todos estos partidos, y también el PD, concidirán en decir dos veces "Sí" a la gestión pública del agua, "Sí" a que no se construyan centrales nucleares, y "Sí" a que todo el mundo sea igual ante la ley y no haya legítimo impedimento que valga, ni para Berlusconi ni para sus ministros.

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