Si el gobierno de Dilma [Rousseff] pretende hacer del tema de los derechos humanos el eje de su política exterior debe exigir de la ONU investigar al país que más violaciones comete: Estados Unidos.
Al visitar nuestro país, Obama le pidió a la presidenta Dilma que el Brasil firmase, como coautor, la resolución para que el Consejo de Derechos Humanos de la onU investigue las innumerables denuncias de violaciones en Irán, atribuidas al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad.
Propuesta por la Casa Blanca, la resolución fue aprobada en Ginebra, el jueves 24 de marzo, por 22 votos (incluyendo el de Brasil), 7 en contra y 14 abstenciones.
La posición del gobierno de Dilma fue contraria a la del gobierno de Lula. Éste no se sometió nunca a Washington en materia de política exterior.
En noviembre del año pasado Brasil se abstuvo en la votación de la resolución de la Asamblea General de la onU condenando el irrespeto a los derechos humanos en Irán.
La embajadora María Nazareth Farani Azevedo, representante de nuestro país en el Consejo de Derechos Humanos de la onU, justificó su voto, en nombre del gobierno de Dilma, alegando que no se trataba de adoptar una posición contraria a Irán, sino en favor de los derechos humanos.
Y negó haber sido sobornada para que el Brasil pueda obtener una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la onU: que fue lo que Dilma le pidió a Obama y éste respondió solamente que oiría con ‘aprecio’, sin decir más…
Lula tenía dos razones para abstenerse de condenar a Irán. De entre los países árabes, fue con la antigua Persia con quien el Brasil mantuvo mayor flujo comercial.
Y en los próximos cinco años el intercambio entre nuestros dos países podría alcanzar la cuantiosa suma de US$ diez mil millones.
La segunda razón es que Lula no veía una actitud moral de parte de los Estados Unidos como para exigirle a Irán respeto a los derechos humanos y tratar de impedir que el gobierno de Ahmadinejad haga un uso pacífico de la energía nuclear.
¿Por qué los Estados Unidos, Europa occidental y el Brasil pueden hacerlo e Irán no? Porque las intenciones de ese país -dice la Casa Blanca- son bélicas. A lo que Lula respondió: ¿Por qué los EE.UU., India, Pakistán, Israel y tantos países europeos pueden tener armas nucleares e Irán no? O se promueve el desarme general o basta de cinismo…
Estoy totalmente a favor de que se condenen las violaciones a los derechos humanos en Irán, donde los adeptos de la religión Bahai son duramente perseguidos y donde la pena de muerte por apedreamiento es legal. Sin embargo, el Brasil no puede adoptar posiciones dudosas en su política internacional.
Si el gobierno de Dilma pretende hacer del tema de los derechos humanos el eje de su política exterior debe exigir de la onU investigar al país que más violaciones comete: los Estados Unidos. Y si no, que lo digan los iraquíes y los afganos.
Obama perdió una hermosa oportunidad para -en su visita al Brasil, Chile y El Salvador- pedir disculpas a esas naciones por las dictaduras implantadas en ellas, gracias a la Casa Blanca, durante las décadas de los 60 y los 70. Todas ellas patrocinadas por la CIA y armadas por el Pentágono.
Fueron miles de presos, exiliados, asesinados y desaparecidos, sin que el gobierno de los EE.UU. dijera una sola palabra de censura a los generales brasileños, a Pinochet y a los escuadrones de la muerte que, en El Salvador, asesinaron, en marzo de 1980, a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, y a seis sacerdotes jesuitas en noviembre de 1989.
¿La presidenta Dilma habrá hablado con Obama -que utilizó al Brasil como púlpito para decretar la guerra contra Libia- acerca de los cinco cubanos injustamente encarcelados en los EE.UU. desde 1998? Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González vivían en los Estados Unidos tratando de evitar actos terroristas contra Cuba, planeados en Miami.
Gracias a los cinco -cuya trama describe Fernando Morais en un libro que será editado en los próximos meses- fueron abortadas casi unas 200 acciones terroristas.
Gracias a los cinco -cuya trama describe Fernando Morais en un libro que será editado en los próximos meses- fueron abortadas casi unas 200 acciones terroristas.
Y mientras tanto continúan libres en los EE.UU. los terroristas entrenados por la CIA y que, en las últimas décadas, cometieron 681 acciones contra Cuba, causando la muerte de 3.478 niños, mujeres y hombres, y lesiones permanentes a 2.099 personas.
¿No es violar los derechos humanos el usar la base naval de Guantánamo, en Cuba, como cárcel clandestina para supuestos terroristas? ¿Qué se hizo de la promesa de Obama de cerrar ese antro de perversiones? ¿Obama no tendría que enjuiciar a Bush, quien, en su autobiografía, admite haber autorizado torturas contra sospechosos de terrorismo? (Ver la denuncia del “Washington Post” del 15/10/2008).
¿Destituirá Obama de las Fuerzas Armadas a los militares responsables de secuestros de musulmanes sospechosos de terrorismo, llevados en vuelos clandestinos a través de aeropuertos europeos? ¿Llevará Obama al banquillo de los acusados a los culpables, en los EE.UU., de practicar el ‘waterboarding’, que consiste en someter a los prisioneros a un simulacro de ahogamiento”?
¿Y con qué cara hablaría el Brasil de derechos humanos en otros países si aquí suceden cerca de 40 mil asesinatos por año; si la policía civil de São Paulo acusa a grupos de exterminio formados por PMs de matar a 150 personas entre el 2006 y el 2010 (61% sin antecedentes criminales); y el Ministerio del Trabajo dio a conocer que hay cerca de 25 mil personas en régimen de trabajo esclavo.?
Con razón cuestiona Jesús: ¿Cómo te atreves a decirle al hermano: “Déjame que te saque la basura de tu ojo, cuando tú tienes un palo en el tuyo” (Mateo 7,4).