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Guías del Antiguo y Nuevo testamentos


En el Antiguo Testamento me parece que don Isaac se esmeró más. Como judío (aunque no fuera ejerciente) parece claro que las historias bíblicas le tocaban más de cerca que la figura de Cristo y los hombres que perpetuaron su memoria.

A la hora de leer ambos libros no importa mucho que uno sea creyente o no lo sea; y en caso de serlo, que su confesión sea judía o cristiana; tampoco habría problemas para un católico y un protestante. Quizá hay algún problema con la traducción al castellano. 

A la hora de citar los versículos, se utiliza una Biblia distinta de la usada por Asimov (la King James) y sucede que llega a perderse el sentido de algunas citas por más que el traductor se esfuerce en que no sea así.

El lector de la Biblia ha de perderse, necesariamente, en muchas ocasiones. Se dan nombres de personas (epónimos de tribus), se citan ciudades desaparecidas que Asimov ayuda a poner en el mapa. 

Pero lo importante no es que se desmitifique a patriarcas que pertenecen al acerbo cultural de todos nosotros (Abraham, David, José, Moisés…) sino que se llegue a separar lo que es pura leyenda de lo que tiene una base histórica. Y que Asimov, a la hora de especular sobre lo que pudo haber pasado, lo hace de forma seria, sin atacar las creencias de nadie ni doblegarse a ellas.

Es muy probable que de haberse publicado en España unos años antes hubieran pasado con dificultad la censura, porque no se adecuan demasiado a la ortodoxia de aquellos tiempos. Hoy podría citarlos cualquier sacerdote (pastor o rabino) de una inteligencia normal, que no se parezca al impresentable Berlusconi negando ¡a estas alturas! a Darwin.

Si el lector es de esos que cree en la Biblia a pies juntillas, entonces más vale que se abstenga, pero hoy, cualquier religioso diferencia, como Asimov, lo que puede ser creíble de lo que son puras alegorías. 

Don Isaac, desde que le mete mano al Génesis nos lleva cuidadosamente sobre lo que es un libro de la historia de un pueblo que apenas sabía escribir, recopilada tiempo después, y que incorporaba mitos y leyendas. 

Con Asimov vemos la evolución del pensamiento judío desde la época de los patriarcas a la del regreso tras el exilio babilónico. Vemos cómo crecía la obligatoriedad del Sabath (tomada en el destierro) o cómo aparecían por primera vez los demonios, ausentes en los primeros tiempos del judaísmo.

Lo más interesante es que Asimov le crea a uno las ganas de leer la Biblia, valiéndose de él como apoyo para entender la vertiente laica del libro sagrado. 

Porque Asimov toma el camino de explicar la historia de Israel a partir de los versículos y lo hace con amenidad. He leído y releído la Guía y no me he cansado.

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Guía de la Biblia: Nuevo testamento.

El Nuevo Testamento no está a la altura de la primera parte. De entrada, lo que parece más interesante (los cuatro evangelios) ocupa una pequeña parte del libro asimoviano. 

Empieza con una prolija historia de los Macabeos, de atractivo un tanto discutible, y acaba con los epístolas de Pablo y otros apóstoles que tampoco aportan demasiado.

Hay casi más páginas dedicadas a Pablo que a Jesús y no es eso lo que uno espera.

Reconozco que Asimov brinda algunos hallazgos interesantes sobre la figura de Cristo, pero quizá por no ganarse la animadversión de los americanos creyentes (judíos o cristianos) pasa casi de puntillas sobre temas que uno esperaba ver tratados con mayor extensión.

En Asimov, la figura de Jesús queda un tanto borrosa. 

A fuerza de no querer comprometerse, plantea asuntos como la virginidad de María, los posibles hermanos de Jesús o la adoración de los Magos de una manera excesivamente distante. Quiero decir que Asimov cita unos hechos que parecen indicar un camino, pero una vez allí se para, no investiga con más profundidad y se limita a pasar a otro asunto.

De cualquier manera, sería injusto decir que esta segunda parte carece de interés. Sólo que no está a la altura del Viejo Testamento, probablemente porque Asimov no se atrevió a dar un paso más hacia delante.
Yo recomiendo la lectura a todos. 

Quien no tenga fe, no recibirá un estímulo especial para alcanzarla. 

El creyente no verá atacada su religiosidad, aunque le planteen unas dudas que su fe debe ayudarle a solventar. Con Asimov, sobre todo, conoceremos algo de los usos y costumbres de los pueblos, su historia, su forma de entender la vida… Incluso veremos como la propia Biblia pasa, poco a poco, de “los dioses” que crean el mundo a Yaveh, el único Dios.

Y lo que se plantea, pero no quiere resolver Asimov es la evolución de una creencia que Jesús (son sus palabras) vino a cumplir, no a cambiar, pero que un tal Pablo, (más papista que el propio Cristo) se dedicó a cambiar a sus anchas con lo que consumó la ruptura de judaísmo y cristianismo.

En resumen: Asimov plantea unas preguntas a la forma de Sócrates y los peripatéticos y deja que cada uno las responda a su manera, luego de darle los elementos de juicio en que basarse. Sólo por eso vale la pena leer las más de 1.500 páginas que suman ambos libros.

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