Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Luis Posada Carriles hacía el trabajo sucio de la policía de Carlos Andrés Pérez


 
Para quienes tienen memoria y vista cortas y exigen ahora el respeto que él no tuvo con el pueblo venezolano, traemos esta entrevista efectuada en 2006 a uno de los cómplices de la voladura del avión cubano y que muestra las vinculaciones de adecos y copeyanos con Posada Carriles y de éste con Carlos Andrés Perez, criminal y responsable de la muerte de miles de venezolanos y de decenas de deportistas cubanos.

La empresa de Posada Carriles hacía el trabajo sucio de la policía de Carlos Andrés Pérez
                      
       La Quinta Mariannina, en Caracas, donde estuvo la sede de la empresa ICICA, la agencia de detectives mafiosa de Luis Posada Carriles

Revelaciones de un ex funcionario venezolano

Había terminado hacía rato el café y los periódicos del día. El reloj marcaba casi dos horas después de la cita concertada por teléfono. Me había citado para un "local" del boulevard de Sabana Grande, rodeado de buhoneros y vendedores de música grabada que promocionaban sus mercancías a todo volumen. 

Ya me iba cuando él llegó y se presentó con aire escurridizo. Me propuso conversar en un lugar menos visible y caminamos unos metros, hacia el Gran Café, una pastelería con cierto empaque de pasadas glorias, en el mezanine de un edificio desde donde se distinguía, a través de cristales, una gran franja agitada del boulevard, ahora bajo la lluvia.

Volví a explicarle por qué quería entrevistarlo y cómo lo encontré. Había estado revisando los periódicos de octubre de 1976 en la Biblioteca Nacional de Caracas.

Anoté cada nombre que apareció en las reseñas periodísticas en los primeros días de la cobertura del sabotaje contra un avión de Cubana frente a las costas de Barbados, que había costado la vida a 73 personas. 

Tres ciudadanos venezolanos -Hernán Ricardo, Freddy Lugo y Luis Posada Carriles- y un cubano -Orlando Bosch- aparecían implicados en una jugosa cobertura que se convirtió en batalla campal entre los periodistas para dar las mejores primicias. En noviembre, los medios callaron, justo cuando los entonces presuntos asesinos, prisioneros de la Policía política venezolana (la DISIP), sufrieron un repentino ataque de amnesia.

El nombre de este señor de unos 60 años de edad, gruesos espejuelos y camisa gris desahogada, aparecía en la guía telefónica. Accedió a conversar, pero sin darme demasiadas garantías de que se presentara a la cita. Si finalmente se decidía a ir, sus condiciones eran inapelables: guardar total anonimato, no utilizar la grabadora y no dar referencias de su vida actual. 

"El que diga que no tiene miedo, miente. Hasta los jueces se inhiben en este caso. La bomba en el avión destapó el vínculo entre los adecos y los copeyanos. Los dos partidos compartían una intimidad criminal, gangsteril, y muchos de estos mafiosos están vivos y coleando."

Le pido, por favor, más detalles. "Luis Posada Carriles siempre habló de que él apareció vinculado a la bomba del avión cubano por un ajuste de cuenta de sus enemigos políticos, en particular de otros cubanos mafiosos vinculados a Carlos Andrés Pérez y a los adecos (Partido Acción Democrática, AD). Durante el gobierno de (Rafael) Caldera, el líder de COPEI, Posada había sido Comisario jefe de la División General de Seguridad, a cargo de las Divisiones de Armas y Explosivos , Seguimiento y Vigilancia, Protección a Personalidades y Medios Técnicos. 

Sin embargo, la realidad era que Posada tenía las mejores relaciones con COPEI y aceptable comunicación con muchos funcionarios de AD, porque la empresa supuestamente independiente que él fundó prestaba servicios para el trabajo sucio de ambos partidos. Esa era la regla."

En los periódicos que consulté en la Biblioteca Nacional, este hombre apareció vinculado a la empresa que sostenía Luis Posada Carriles. No ofrecía muchos detalles, solo que en cierta ocasión lo habían reconocido en un "trabajo" con Hernán Ricardo.

"Yo no fui procesado en la investigación. Un periodista publicó lo que le contó alguien que quería joderme y que sabía, como todos en la DISIP*, que Posada seguía dirigiendo el departamento clandestino de la DISIP, con muy buenos apoyos del gobierno. Posada era en 1976 el jefe de una policía particular, con una plantilla de 36 personas, sin contar con los 'eventuales', que éramos muchos. 

Hacían investigaciones, seguimiento, controles de teléfonos, penetraban domicilios con equipos modernos de cerrajería y muchos de esos equipos seguían registrados como propiedad de la DISIP, que financiaba los gastos más gruesos de esta empresa. 

En esa época, el 30 por ciento del presupuesto del Estado se destinaba a operaciones encubiertas. Solo la DISIP recibía 80 millones de dólares anualmente y tenía en su nomina a unos 4 000 empleados, distribuidos en la administración, la policía y la Inteligencia."

Pero Luis Posada Carriles aparecía como el director gerente de la ICICA -Investigaciones Comerciales e Industriales, Compañía Anónima-, "y yo colaboraba con él, aunque trabajaba para el gobierno", añade. "Cuando le dieron la orden a la policía de allanar a ICICA, Posada fue de los primeros en enterarse, porque yo le di la información a un amigo que lo alertó. 

A él ya le habían tomado declaración, pero no lo vi preocupado en lo absoluto. Estaba convencido de que sus contactos lo iban a librar de una forma o de otra de este problema 'menor'. Yo trabajaba entonces para el gobierno de Carlos Andrés y era lo más 'normal' del mundo que nos ayudáramos mutuamente, en un país donde adecos y copeyanos se alternaban en el poder."

A medida que avanza la conversación, su tono es más confidencial y de vez en cuando mira de reojo a una pareja que se sienta en la mesa contigua, la única ocupada, además de la nuestra.

 "Posada sabía muy bien que en este trabajo uno hace muchos enemigos. Por ejemplo, un político al que uno le grabó la conversación con una amiguita y luego le cambió la cinta por un favor. 

El enemigo aprovecha la ocasión propicia para envolverlo a uno en algo raro, si se descuida, o mete la pata, o hace falta un chivo expiatorio."

¿Era usted de la CIA?, y es evidente que esperaba esta pregunta, porque no se tensa como un alambre, como ha ocurrido con las anteriores: "Prefiero no contestar. Basilio —así llamábamos a Posada— sí alardeaba de sus vínculos con la CIA, igual que Hernán Ricardo, que siempre tenía un pretexto para hablar de sus entrenamientos en Estados Unidos y de su amistad con Joe Leo, el tipo de la Agencia en la embajada americana en Caracas y que ocupaba allí un cargo de asesor legal, como pantalla."

El Castillo ICICAA pocos kilómetros del lugar de la entrevista, está la casa donde Luis Posada Carriles montó, a partir de junio de 1975, la sede de la agencia de investigaciones en Venezuela. En la urbanización 

Las Palmas, en la calle Valencia, la Quinta Mariannina, marcada con el número 7, sigue siendo un castillo infranqueable, de tres pisos, con altos muros de piedra circundado por un herraje de púas. Hoy el alquiler anual de una propiedad como esa supera los 50 millones de bolívares (unos 280 000 dólares), una cifra astronómica en un país de trágicos contrastes sociales.

"Ahora y antes para mantener la Quinta Mariannina había que estar en algo. No se podía pagar algo así con el salario de funcionario gubernamental. 

Lo que pocos saben es que ICICA existía desde antes de mudarse a la urbanización Las Palmas. Posada fundó la empresa antes de irse de la DISIP en 1974, para apoyar acciones encubiertas con investigadores a sueldo, pero que en apariencias no pertenecían a la policía política."

Lo que hizo, dice, fue continuar con el mismo negocio, con la idea de regresar a la DISIP, sin dejar de acumular méritos cuando el ambiente político lo permitiera. "Todo policía o funcionario de esa época en Venezuela sabe que un ex comisario, como lo fue Posada, no se retira nunca. Aunque el gobierno no esté integrado por su gente, tendrá ciertas consideraciones para asegurar que, cuando regresen los suyos al poder, reciban el mismo tratamiento. 

Las conexiones siguen y los favores también. Un ex funcionario de esa jerarquía es, además, una fuente de consulta permanente para detectar 'subversivos' y tiene acceso a armas, a permisos especiales, a algunos privilegios en cuanto a movilidad, pero lo más importante obtiene o le llega información que otros no poseen, y que utiliza como moneda de cambio. 

Es lógico que colabore: sus empleados más íntimos pueden ser usados para ciertas labores de confianza, la información que le llegue la debe pasar a quien la pueda aprovechar, no puede participar en cosas que perjudiquen a las nuevas autoridades... Esas eran las reglas del juego y Posada las cumplía muy bien."

El propio Posada Carriles cuenta en Los caminos del guerrero que uno de los objetivos fundamentales de su agencia era vigilar a los diplomáticos cubanos en Caracas. "Esa era su obsesión", añade sin meditar demasiado el hombre, que no ha probado el "marroncito" (café con leche) que solicitó. 

"Una vez me contó que de la propia DISIP le pasaban los reportes diarios de los guardaespaldas del Embajador cubano (Norberto Hernández Curbelo), las visitas a la sede diplomática, todos los contactos que tenían los funcionarios cubanos acreditados en Caracas, las personas que los frecuentaban, las placas de los automóviles. Basilio, personalmente, suministraba fotografías y datos a periodistas de El Mundo y de otros diarios, para desprestigiar a los diplomáticos. 

Los cubanos se quejaron a la Cancillería y la DISIP, por órdenes de Carlos Andrés Pérez, le exigió que cesara la campaña pública, cosa que hizo, desde luego."

En esa preciosa quinta de Las Palmas, un lugar discreto por donde apenas transitan vehículos y las amplias avenidas recuerdan una ciudad europea —jamás el desorden urbano de la Caracas popular—, se logró reunir los aparatos más modernos de la época en materia de espionaje. Entre las tres torrecitas a dos aguas que rematan el techo de Mariannina, se disimulaba una antena de microondas, probablemente la única de su tipo que existía en el país en aquella época. 

El parque automotor de ICICA contaba con varias motos y autos, explosivos, armas de última generación, una red de equipos móviles de comunicaciones con su repetidora, cámaras operativas, micrófonos ultrasensibles y hasta un Dektor, un aparato "similar al detector de mentiras, pero que registra el stress de la persona sometida a análisis cuando miente, según las modulaciones de su voz al pasar por la laringe y el diafragma", según contaría el propio Posada en su libro de memorias.

En esa agencia trabajaban el abogado Joaquín Chaffardet, que era uno de sus supuestos financistas y ex jefe de Posada en la DISIP, y el cubano Diego Argüello Lastre, que "terminó peleado a muerte con Basilio". También, el ex director de la DISIP, Remberto Uzcátegui; otro ex comisario Hernán Reyes, y el ex director de la Policía Técnica Judicial de la DISIP, José Gabriel Lugo, quien, además, tenía una escuela de capacitación para detectives privados, que se anunciaba bastante por la prensa y era la cantera fundamental para los trabajos sucios de ICICA.

"Era una DISIP encubierta colaborando activamente con los funcionarios de Carlos Andrés Pérez y a la vez, previendo cómo regresar con COPEI a los cargos oficiales."

¿Cómo conoció a Posada? "Trabajamos juntos en la DISIP y luego seguí colaborando eventualmente con ICICA, desde mi posición en el gobierno. Muchas veces Hernán Ricardo, el hombre de confianza de Basilio colaboró conmigo en algunos trabajos. 

Con la fachada de reportero gráfico, Hernán tenía acceso para entrar a reuniones de todos los partidos políticos, de izquierda y de derecha, y de las reuniones de los diplomáticos de los países socialistas. A eso lo llamábamos fotografía operativa. Él también hacía trabajitos para la CIA".

Ha pasado una hora, el tiempo fijado para la conversación. El hombre apunta al reloj y dice que tiene que irse, que lo esperan. Su café, ya helado, sigue sin tocar. Una última pregunta: ¿por qué ha aceptado conversar sobre este asunto, 30 años después?

"Con tal de salvar el pellejo, Basilio quemó todas las naves en Venezuela. No le importó traicionar a quienes lo habían ayudado. Tejió leyendas para inculpar a otros, que no eran santos, pero que no tenían nada que ver con la bomba de Barbados. 

No hubo funcionario que no saliera abollado cuando se abrió el proceso del avión. Mucha de esa gente ahora son personas de edad, jubiladas, a los que no les conviene que se vuelva a hacer el cuento. El día que reviente toda esta vaina, muchas reputaciones rodarán por el suelo. Yo sé que están muy arrechos con Posada, ese coñoemadre."

*La DISIP (Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención) fue creada en Venezuela por el Presidente Rafael Caldera, el 19 de marzo de 1969, luego de decretar la disolución de la Dirección General de Policía (DIGIPOL).

Por: Aporrea.org- Rosa Miriam Elizalde (Cuba....

Related Posts

Subscribe Our Newsletter