Las noticias, con excepción de los desastres naturales, no son casuales. Ellas imponen una agenda al mundo, que se despliega en cascada desde los grandes medios hasta una pequeña emisora de radio local.
Hemos tenido ocasión de comprobarlo con la cobertura que ha tenido la nueva versión del juego virtual Call of Duty en que se estimula el asesinato del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
Sin referirnos a otras lenguas, sólo en idioma español, desde el El Nuevo Herald de Miami hasta Público de España, han desplegado titulares colocando en primer plano la denuncia realizada por un medio cubano pero sin criticar en lo más mínimo lo que es sin dudas una incitación a la violencia política y específicamente a la práctica del terrorismo de estado.
La más “neutra” BBCMundo llega a decir que “funcionarios y medios cubanos reaccionaron con indignación y criticaron duramente al nuevo videojuego Call of Duty” sin poder citar una sola declaración de alguna persona del gobierno de la Isla.
Lo interesante es el modo, perfectamente coherente y concertado, casi coral, en que han reaccionado prácticamente todos los grandes medios -como si bebieran de una sola fuente y escribieran del mismo dictado- para intentar poner en ridículo la denuncia del traslado al mundo virtual de lo que ha sido una obsesión de los gobiernos norteamericanos desde 1959: la eliminación física de Fidel Castro.
Es la misma unanimidad con que proclamaron la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq para conducir al baño de sangre que hasta hoy no concluye. Y no es esta una alusión forzada. Cuando recientemente, el columnista Jonah Goldberg del diario Chicago Tribune se peguntaba desde un titular
“¿Por qué sigue vivo Julian Assange?”, también intentaba en su artículo restar importancia a las conspiraciones de la CIA para asesinar a Fidel. Puede concluirse que en los temas de interés para el sistema, como Cuba o el control de las fuentes de energía (Iraq), el patrón es el mismo, independientemente del carácter más o menos liberal del medio.
La causa estriba en que quienes están detrás de anunciantes, accionistas y fuentes –los tres elementos que definen los contenidos- son también los patrones en Washington, entiéndase por ello tanto gobierno como corporaciones.
Pero más allá del funcionamiento sistémico, en este caso es aún más comprensible su actitud. Desde la Operación Mangosta y el recrudecimiento del bloqueo tras el derrumbe de la URSS, hasta las morbosas campañas mediáticas posteriores a su enfermedad, medios y patrones sólo han acumulado derrota tras derrota a manos de Fidel. Que se muden a un escenario virtual, es sólo otro testimonio de su incapacidad para vencerlo en el real.