Un artículo de Jonah Goldberg, publicado el pasado 29 de octubre con el título “¿Por qué Julian Assange sigue vivo?”, en el rotativo estadounidense Chicago Tribune, se queja de que Estados Unidos no haga “nada en absoluto” para detener a Julian Assange y llega a barajar su asesinato como una posibilidad.
El autor comienza diciendo que le gustaría hacer una pregunta simple:
“¿Por qué no está muerto Julian Assange?”, y agrega que “militares y otros funcionarios del gobierno insisten en que Wikileaks está haciendo grave daño a la seguridad nacional de Estados Unidos y va a hacer que personas mueran, entre ellos los valientes iraquíes y afganos que han arriesgado sus vidas y las vidas de sus familias para ayudarnos”.
Goldberg iguala las filtraciones de Wikileaks con el delito -nunca probado- de los esposos Rosenberg, acusados de facilitar a la URSS información sobre la bomba atómica.
Los Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica luego de un juicio amañado, que se insertó en el auge del anticomunismo norteamericano y su negativa a reconocer la capacidad científica soviética de alcanzar por sí misma la paridad nuclear.
La comparación con el célebre matrimonio es útil para comprender la pregunta que viene inmediatamente después: “¿Porqué no fue Assange garrotado en su habitación de hotel hace años?”, y para que nadie se equivoque, aclara a continuación que se trata de “una pregunta seria”.
Mezclando en tono de burla versiones de Hollywood con las denuncias de The Nation y Oliver Stone sobre la implicación de la CIA en los atentados a Fidel y el asesinato de Kennedy, el artículo sugiere que “Assange sería una mancha de grasa en la autopista ya”.
Convirtiendo las víctimas en victimarios, el articulista dice: “No son sólo los estados-nación los que se ven amenazados por Wikileaks. Estos chicos pasan gran parte de su tiempo persiguiendo a las grandes corporaciones…”.
Sin una palabra para los más de cien mil muertos en Iraq –más de 60 000 de ellos civiles-, documentados en las filtraciones de Wikileaks, el comentario trata de ridiculizar las denuncias sobre los crímenes de las agencias norteamericanas afirmando que “el mundo no es tan dramático como “bloggers, periodistas importantes para sí mismos y ex espías nostálgicos creen que es”.
Goldberg utiliza la sobrevivencia de Assange para argumentar por qué el gobierno de Estados Unidos no puede estar detrás del derribo de las Torres Gemelas, ya que “nadie tiene la capacidad de lograr una conspiración como esa”, y la gente que más cerca pueden estar de tenerla “son demasiado decentes y patrióticos para imaginarse intentándolo”…
En cuanto a la vida del fundador de Wikileaks, el autor salva su responsabilidad diciendo: “No espero que el gobierno de EE.UU. mate a Assange, pero sí que trate de detenerlo” y se queja de que “hasta ahora, el plan parece ser no hacer nada en absoluto”.
Sin embargo, la respuesta a la “simple pregunta” que encabeza el artículo puede ser más sencilla: Julian Assange sigue vivo porque afortunadamente en este mundo son muchas las personas –incluyendo periodistas e investigadores- que piensan diferente que el autor del editorial, es a ellos –verdaderamente decentes y patrióticos- a quienes más temen la CIA y el Pentágono.
A Assange lo protege su celebridad –por eso las acciones contra él, que sí existen, son, por ahora, más de descalificación que de asesinato- pero la lista de ejecuciones de informadores incómodos es demasiado larga para ser ignorada.
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