 Durante años rezongué  en mi interior sobre la insensatez de que los estadounidenses eligieran  presidente a George W. Bush. Ahora sufro la misma agonía por la demencia  de que la nación haya elegido presidente a Barack Obama.
Durante años rezongué  en mi interior sobre la insensatez de que los estadounidenses eligieran  presidente a George W. Bush. Ahora sufro la misma agonía por la demencia  de que la nación haya elegido presidente a Barack Obama. Tal como pensé  que Bush era un político manipulado de segunda clase que realizaba las  políticas terriblemente destructivas impulsadas por Cheney y otros  cómplices conservadores corporativos, ahora siento la misma furia porque  tantos votantes se dejaron engañar por la hábil retórica y las mentiras  de Obama. 
El disgusto produce la sed de cambio del público y Obama fue  perversamente brillante en la tarea de convencer a la gente de que  introduciría un cambio. Cuando se abusa con tanta facilidad de los  votantes, ¿qué vale la democracia? 
Todo esto me dice que cualquier  nación que puede elegir presidente a gente tan inepta también puede  elegir a otros que parecen no tener ni derecho ni posibilidad de ser  presidentes de EE.UU., tal como Bush y Obama aparecían antes de que  sedujeran al público.
 Es lo que es tan aterrador respecto al futuro de  esta nación. La plutocracia de dos partidos, con su dominio sobre el  sistema político estadounidense, tiene el poder de elegir presidentes  que son un insulto para los que otrora sirvieron a la nación con orgullo  y competencia. 
Busco permanentemente explicaciones del motivo  por el cual los votantes estadounidenses toman decisiones electorales  tan equivocadas. 
¿Son sólo tan estúpidos, desinformados y distraídos que  se tragan interminables mentiras políticas? ¿Se han convertido mis  compatriotas en gente tan fácilmente manipulada y engañada por la  publicidad y brillantes campañas políticas que pueden ser seducidos por  pésimos presidentes con tanta facilidad como por productos innecesarios,  de baja calidad e insalubres? 
Sí, todo esto parece demasiado  verdadero. Votantes ilusionados han producido nuestra democracia  ilusoria que favorece fuertemente intereses corporativos, acaudalados y  elitistas por sobre los ciudadanos de a pie. Esto explica la aterradora  desigualdad económica y la decadencia de la clase media. 
A fines de los  años setenta, el 1% de las familias estadounidenses percibía cerca de un  9% del ingreso total de la nación; en 2007, el 1% superior recibía un  23,5% del ingreso total (menos de 5 millones de personas). 
Dos tercios  de los aumentos totales de ingresos de la nación de 2002 a 2007 fluyeron  a esa parte ínfima de los hogares. Actualmente, el trabajador promedio  gana menos, ajustado a la inflación, que hace 30 años. Un sistema  bipartidista corrupto nos llevó a esto. ¿Es el cambio que estaban  esperando? 
Considerando a Bush y a Obama desde una perspectiva de  derecha-izquierda se olvida todo lo que tienen en común. Ambos han  derrochado la riqueza y las vidas de la nación en dos ridículas guerras  innecesarias en Iraq y Afganistán. Ambos demostraron que son  comunicadores bastante buenos durante sus campañas presidenciales, pero  bastante malos después de llegar a la presidencia. 
El más inteligente y  articulado Obama es particularmente impresionante porque se desluce  totalmente cuando se trata de encarar los temas y crisis más importantes  y de crear apoyo público para sus políticas, lo que ahora explica sus  bajísimos índices de aprobación. 
Ambos se dedicaron a políticas  públicas y a programas de gobierno que benefician preferentemente a  intereses corporativos y otros especiales, en particular al sector  financiero. 
No es sorprendente, porque ambos dependieron de vastas sumas  de dinero corporativo para ser elegidos. Ambos tienen responsabilidad  por la catástrofe económica que todavía existe para una gran parte de la  nación. 
Una gran mayoría de estadounidenses ven correctamente que la  nación va por una vía equivocada, pero lo más importante es que se  precipita por esa vía equivocada, lo que el presidente Obama ignora,  porque carece de soluciones. 
La que sea probablemente la  similitud más inquietante es que Obama puede ser reelegido para un  segundo período, tal como Bush lo logró a pesar de su actuación poco  estimulante. Si hay algo más inquietante que la elección de pésimos  políticos sin verdaderos antecedentes de logros, ¡es reelegirlos para un  segundo período! Más que ninguna otra cosa, algo semejante demuestra la  ausencia de verdadera y efectiva competencia política y la capacidad de  lavar los cerebros y de manipular a los votantes. 
El aspecto más  fascinante de nuestra república constitucional es que nunca se ha  utilizado un camino constitucional para obtener auténticas reformas  profundas de nuestro sistema político y de gobierno. Esto demuestra cómo  intereses poderosos y arraigados en la derecha y la izquierda han  mantenido un sistema corrupto, disfuncional y costoso.
 Poquísimos  estadounidenses saben algo sobre la opción del Artículo V de la  Constitución para una convención de delegados estatales que podrían  proponer enmiendas constitucionales. Los hechos se pueden encontrar  en el sitio en la red Article V Convention. El único  requerimiento para una convención se ha cumplido hace tiempo pero el  Congreso se niega a obedecer la Constitución. Temen hacerlo. Lo  necesitamos más que nunca. 
Un erudito constitucional como el  presidente Obama podría hacer historia si exigiera abiertamente que el  Congreso convoque a la primera convención del Artículo V. Pero para eso  tendría que dejar de lado la hipocresía constitucional que mantienen él y  tantos otros. El vigor de la ley es una farsa cuando se ignora una  parte importante de la adorada Constitución. 
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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