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La estela de la "oleada del éxito” persigue a Petraeus a AfPak

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Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Confirmado y reconfirmado por el presidente de EE.UU. Barack Obama, el Senado de EE.UU. y la OTAN, y debidamente aclamado como el nuevo Mesías blindado por los medios dominantes de EE.UU., el zorro político “extremadamente disciplinado” y ex jefe del Comando Central de EE.UU., el general David Petraeus, está a punto de aterrizar en Kabul.

O se pondrá en marcha hacia su candidatura presidencial republicana para 2012, o presenciará otro desastre en un cenagal (que continúa) de 7.000 millones de dólares por mes. 

El mito de la “exitosa oleada” de Petraeus en Iraq tenía que perdurar. 

El Pentágono nunca dejó de beneficiarse mediante la venta de una operación de relaciones públicas al crédulo público estadounidense. Petraeus realmente “ganó” la guerra en Iraq regurgitando maletas llenas de dinero a corrientes seleccionadas de la resistencia suní que combatían ferozmente la ocupación de EE.UU., mientras al mismo tiempo protegía a los militares estadounidenses en bases remotas. 

Supongamos que ahora los que son, en efecto, sobre todo pastunes afganos tomarán los paquetes de dinero de Petraeus (después de todo Afganistán es el segundo país más corrupto del mundo después de Somalia). Si fuera así, ¿tendrá suficiente tiempo para comprar a toda la resistencia afgana antes de la elección presidencial de EE.UU. en 2012? Depende de cuánto dinero distribuya. 

Lo que es seguro es que los pastunes estarán más que felices de tomar el dinero y no correr, sino esperar –exactamente como están haciendo los suníes iraquíes- (última noticia: la guerra civil suní-chií continúa, matando por lo menos a 300 civiles cada mes). 

Naturalmente, el lobby de la guerra infinita –los partidarios de la “dominación del espectro completo”, una multitud de sionistas-conservadores belicistas y republicanos– quiere que Petraeus, el “realista de ojos fríos”, se empeñe en, qué otra cosa iba a ser, la guerra infinita, con sus correspondiente(s) ‘oleada(s)’. 

Ya vamos en camino; el general dijo que se trata de un compromiso “duradero”. Tal vez no sea exactamente el tipo de compromiso de la Casa Blanca, que hasta ahora era la línea dura del destituido general Stanley McChrystal: la táctica de contrainsurgencia de “tomar, despejar, retener” más el refuerzo del “gobierno” local. 

Lo que atrajo a la opinión pública de EE.UU. fue que esperaba que McChrystal realizara una reedición de la ‘oleada’ en Afganistán. Pero hay una diferencia entre dirigir escuadrones de la muerte del Pentágono en Iraq y realizar la COIN [contrainsurgencia] ideada por el propio Petraeus, McChrystal no correspondía a las exigencias; por no hablar de que no se cautivan corazones y mentes pastunes bombardeando sus aldeas hasta reducirlas a escombros, incinerando a sus hijos, hijas y fiestas de matrimonio. 

Seguir la pista del dinero 

Cada fragmento de lapislázuli y de litio en el Hindu Kush sabe que al-Qaida abandonó Afganistán hace tiempo. Los talibanes están presentes. Para Washington, los talibanes son lo mismo que al-Qaida. Por lo tanto Washington también se queda. 

Petraeus nunca terminó la guerra civil suní-chií que causó estragos en Iraq entre 2006 y 2007. Trató de marginar a los partidarios de Sdar; fracasó miserablemente. Lo que hizo, fuera de prodigar dólares estadounidenses, fue matar –mediante los escuadrones de la muerte de McChrystal– a los dirigentes de numerosas células suníes de resistencia, mientras construía un millón de puestos de control e instalaba un horrendo apartheid de hormigón en Bagdad (un factor clave en el aumento del desempleo en toda la ciudad a un 80%). 

Sin embargo la guerra civil sólo disminuyó porque los chiíes hicieron una brutal limpieza étnica a gran escala de Bagdad (y eso significó que la única alternativa posible para los suníes era sacar provecho de la situación). Petraeus fue un personaje secundario en el mejor de los casos en todo este (sangriento) proceso. Pero fue estelar en la venta a EE.UU. de la noción de “victoria”. 

Cualquiera que se trague la información manipulada del Pentágono y crea que la misma ‘oleada’ exitosa tendrá lugar en el sur y sudeste pastún de Afganistán debe haber fumado la mejor yerba del Hindu Kush. 

Para comenzar, no sólo los “talibanes” –la palabra híbrida al estilo de James Joyce– combaten a los “invasores” de EE.UU. y de la OTAN, así como al gobierno “títere” de Hamid Karzai en Kabul (la terminología se basa en la resistencia). En la crucial provincia de Kunar el personaje clave de la resistencia es el tristemente célebre muyahid, amigo de Reagan, Gulbuddin Hekmatyar y su Hizb-e-Islami. Karzai, crucialmente, ha estado hablando con Hekmatyar. Y Hekmatyar, fuera de combatir a algunos grupos talibanes, también se ha estado posicionando como mediador –siempre que se vayan los “invasores”. 

Karzai también está hablando con otro muyahid esencial que tiene su base en Waziristán del Norte en Pakistán, Sirajuddin Haqqani, hijo del legendario Jalaluddin, otro “combatiente por la libertad” de Reagan. Y para no dejar nada al azar, Karzai también negocia con el número dos de los talibanes históricos dirigidos por Mullah Omar –Mullah Baradar-. 

El propio Mullah Omar no quiere nada que ver con Petraeus: cree firmemente que los infieles terminarán por irse. 

Lo que todo esto significa es que el astuto Karzai, al ver por dónde va el viento, se orienta esencialmente hacia la Inteligencia Interservicios (ISI) de Pakistán –y no hay nada que Petraeus pueda hacer al respecto. Previsiblemente, la Agencia Central de Inteligencia –siempre fiel a las tácticas de dividir para reinar– odia la idea de que los afganos hablen entre ellos para solucionar su futuro común. En un aparte con insinuaciones verdaderamente dadaístas, el jefe de los talibanes en Kunar, Obaid al-Rahman, ofreció a Petraeus una pretoriana “Guardia de la Muerte”. 

Pero el fondo de la cuestión es que la abrumadora mayoría de los pastunes en el sur y en el sudeste no quiere a Karzai, no quiere a Petraeus, no quiere una ‘oleada’, no quiere a EE.UU. y no quiere a la OTAN. Quiere que los dejen solos para gobernar su tierra tribal local como mejor les plazca. Y para colmo, todos esos grupos aglomerados como “talibanes” creen en el fondo de su corazón que su propio tipo de contra-‘oleada’ es lo que importa –es decir, capturar Kabul a fines de 2012. 

La diplomacia del dinero de Petraeus está condenada. Los talibanes, todos sus grupos, en comparación con los suníes iraquíes, son infinitamente más fuertes, al igual que Karzai es mucho más débil que el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki. E incluso si sólo un 30% de los pastunes afganos tribales apoyan activamente a los talibanes, la mayoría apoya totalmente su violenta lucha contra la ocupación. La noción de Washington de que Petraeus pueda influenciar la compleja política tribal pastuna es ridícula. 

Si Petraeus aplica su COIN de “despejar, construir y retener” en tierras pastunas, está condenado al fracaso. Si Petraeus se inquieta y produce una Faluya en tierras pastunas, también está condenado al fracaso (podría, en efecto, pasar ahora mismo, ya que uno de sus acólitos dijo a Fox News que las reglas de enfrentamiento serán más “cinéticas” –el código para más poder de fuego de EE.UU. y más víctimas civiles.) 

¿Cuáles, entonces,  el sentido de la próxima carnicería? Bueno, hay tantos, el tráfico de la amapola del opio, la “Arabia Saudí del litio”, el máximo sueño imposible conocido como Gasoducto Trans-afgano, esas bases militares para espiar a Rusia y a China… 

Tantas ratas que corren por la flotilla estadounidense que se hunde en la arena, pero ¡qué diablos!, hay otra ‘oleada’ exitosa que vender y el espectáculo (la guerra) debe continuar.
…………
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Acaba de publicar su nuevo libro Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Se puede contactar con él en: pepeasia@yahoo.com
 
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