Guillermo Cortés Domínguez
Es insólito que la mayoría de los participantes en el Congreso del Colegio de Periodistas de Nicaragua (CPN), no haya dado un paso al frente para que uno de sus colegas pudiera acreditarse y participar en esta importante actividad gremial. De 193 presentes, sólo 17 periodistas --ó 26 según Thelma Nidia Montiel-- tuvieron el decoro de tratar de impedir la injusticia de que al colega Sergio Simpson le cerraran las puertas del evento.
Sergio es periodista desde hace más de 25 años, fue acreditado como tal por el Colegio y en esa calidad participó en dos Congreso previos, y en el anterior fue uno de los tres candidatos a la presidencia, y perdió por muy pocos votos. Y es orgulloso portador del carné de periodista que extiende el CPN a los que cumplen con los requisitos de ley. Además, es miembro “ipso iure” del Colegio, calidad creada por la ley de colegiación que convirtió en colegiados automáticos a los miembros de ese entonces de la Unión de Periodistas de Nicaragua (UPN) y de la Asociación de Periodistas de Nicaragua (APN).
Con desfachatez y torpeza, la actual administración del Colegio le niega a Sergio su condición de periodista y de miembro del CPN, sin que hubiera habido de por medio un proceso de acuerdo al procedimiento que establece la ley, y con oportunidad de defenderse, luego del cual hubiera sido dado de baja o expulsado. Nada de esto. Sólo es la férrea voluntad tiránica de un pequeño grupo de los actuales directivos y miembros del Comité de Ética. Es decir, que sin ninguna razón y sin ningún mecanismo, cualquier periodista repentinamente puede ser privado de su condición de colegiado. Es lo que tristemente ha ocurrido con Sergio Simpson.
¿Cuáles son las razones que impulsaron a funcionarios del CPN a cometer semejante barbaridad? No lo sé, pero no hay que perder de vista que Sergio Simpson, de ideología sandinista, es uno de los principales críticos del partido de gobierno, y que buena parte de los miembros de la Junta Directiva y del Comité de Ética son militantes y miembros del Frente. Con las elecciones de este domingo, ahora una diputada del Frente, Martha Marina González, es directiva del Colegio, además que continúa presidiendo su Comité de Ética. Oficialmente se dice que Sergio no ha presentado sus papeles, pero entonces, ¿cómo antes sí estuvo inscrito, cómo pudo correr como candidato, y cómo pudo tener su carné?
Pero es más fácil que un grupúsculo cometa una injusticia a que lo haga toda una asamblea. ¿Qué empujó entonces a periodistas experimentados, de trayectoria, que hablan de ética y de honor, de unidad gremial y profesionalismo, a cerrar los ojos, y a no mover un dedo para que le fueran restituidos sus derechos al colega Sergio Simpson? Ahí estaban distinguidos colegas, hombres y mujeres, envueltos en su sentido de la dignidad y la justicia, dándole la espalda a un colega. ¿Cómo fue posible eso?
¿Cómo se explica que tantos periodistas hayan permitido una grave violación a la legalidad y al sentido común? ¿Cómo pudieron hacerse de la vista gorda con tan terrible exceso de unos funcionarios que actuaron como emperadores, ensañándose con un colega, probablemente por su beligerancia, a lo mejor por su claridad de ideas, por su crítica permanente?
Lo ocurrido se sale de toda lógica, porque el buen juicio, la sana crítica, el sentido gremial y corporativo, debió haber llevado a la mayoría de los colegas a respaldar a uno de los suyos, a un hermano, a un periodista que ha laborado por varias décadas en este oficio y profesión, y parte de ese tiempo, en condiciones de grave peligrosidad en la Costa Caribe en los años ochenta. Pero más bien prevaleció una incomprensible insensibilidad.
¿Cómo es posible que una mayoría tan representativa haya actuado de esa manera, tan pasivamente, cruzándose de brazos ante una tremenda arbitrariedad? ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué condiciones se dieron, se juntaron, para que triunfara la irracionalidad y la desvergüenza? Sergio no representaba ningún “peligro” para nadie, ni siquiera se había postulado para algún cargo, no encabezaba ningún movimiento, entonces, ¿por qué consideraron que se debía cerrar filas alrededor de una medida sin sentido, sin argumentos, sin base, más que el nefasto ejercicio absoluto de la autoridad totalitaria?
Es preocupante que la convocatoria al Congreso fuera desoída por la gran mayoría de los miembros del CPN, aunque no por Sergio Simpson, quien recorrió 130 kilómetros para venir a tan importante actividad en Managua, en cumplimiento de una obligación como miembro del Colegio, y como un derecho, mientras la mayoría de los colegados, quienes viven en la capital, ni siquiera se llegaron a asomar. Y luego el colega tuvo que desandar el camino cargando sobre sus flacas espaldas el desprecio de sus supuestos compañeros y bajo la tormenta diluvial que se desató sobre Managua y gran parte del país. ¿Qué pensará de sus colegas, de su gremio, de su Colegio?
Si somos entre 900 y 1,000 afiliados, entonces la asistencia al Congreso fue de entre el 19.3% y el 21.4%, lo que denota un enfriamiento en los ánimos gremiales, seguramente porque el recorrido del Colegio ha sido accidentado y errático. Pero esa minoría que actuó de manera tan homogénea y compacta para tratar de inflingirle una humillación a Sergio, seguirá haciendo de las suyas mientras la mayoría no se ponga de pie y actúe, y asista y se informe, y piense, y discuta, y decida, y vote.
En el Congreso, esa minoría se convirtió en una mayoría que no tuvo el mínimo de lucidez para distinguir entre el bien y el mal, para identificar la bárbara injusticia. Al menos se hubieran percatado los compañeros de que a cualquiera de ellos le podría pasar lo mismo: súbitamente, como puesto manos arriba en un asalto a mano armada, perder su condición de colegiado, sin importar que hubiera participado en varios congresos y que tuviera su carné emitido por el propio Colegio. ¿Acaso ninguno pensó que esa mala jugada también se la podrían hacer en cualquier momento? Recordemos aquella frase de que cuando los represores vinieron por mis vecinos, yo no dije nada, y cuando vinieron por mí, ya no había nadie para protestar por ello.
Quienes de pronto se vieron cegados y nublada su mente, este domingo despertaron en sus casas, fueron al baño y se vistieron, seguramente besaron a sus hijos o nietos y a la esposa o esposo, desayunaron y quizás vieron el primer partido de fútbol de la jornada. Quienes ahogaron sus voces y no pusieron en alto su brazo para que Sergio fuera reintegrado, de seguro les hablan a sus hijos de honestidad y responsabilidad. No son seres de otra galaxia, pero en el Congreso se comportaron como si no fueran lo que se supone que son. No fueron como el combativo Rolando Cruz, quien hizo oír su voz vibrante y rotunda, en defensa de los derechos de Sergio Simpson.
¿A qué obedece que un grupo de periodistas mayores de edad, experimentados, con trayectoria gremial, algunos participantes del Periodismo de Catacumbas”, luchadores contra la dictadura somocista, haya actuado tan alejado de la realidad? ¿Cuál es la causa de ese comportamiento no solidario? ¿Por qué si conocen que en realidad Sergio Simpson es periodista, si ellos saben que no es un impostor, entonces por qué aceptaron la impostura de su expulsión?
Si los periodistas somos parte de un gremio, si tenemos identidad gremial, si los intereses del gremio deben ser lo principal de nuestro quehacer profesional, sólo una fuerza extraña puede provocar que nos comportemos de forma anti gremial y anti fraterna. Sólo una fuerza extraña puede hacer que depongamos nuestros genuinos intereses como periodistas. Una fuerza extraña que llevó al Congreso una consigna que tuvo una fuerza avasalladora, y que el plenario convirtió en una orden a acatar sumisamente. Lo sucedido con Sergio Simpson es una clarinada de alerta. Hay que recuperar nuestra identidad de periodistas y nuestro sentido de la gremialidad. Y que jamás vuelva a ser atropellada la dignidad de un periodista como ocurrió este domingo en el Congreso del CPN.