¿Fue por ignorancia o cálculo que el presidente Richard Nixon exageró la creencia de que cosmonautas soviéticos podían llegar primero a la luna y por eso organizó aquel falso alunizaje?
Carlos Rivero Collado |
Una película tan realista como las de Tarzán, Supermán y Frankenstein, pero con mejores actores
1-. Un comentario que no es de la luna
Antier se cumplió 51 años de la elección de mi padre, Andrés Rivero Agüero, como presidente de Cuba, y pasado mañana, se cumple trece años de su muerte, cuando ya no le quedaba mucho para llegar a un siglo de edad.
Yo sería un rufián si, en días como éstos, no tuviese al menos unas palabras de cariño hacia aquel anciano sencillo y bondadoso que tanto sufrió su largo destierro; hacia aquel hombre sensible que me llevó de la mano, siendo niño aún, al fabuloso mundo inextinguible de la cultura; hacia aquel hombre de Estado que,pudiendo enriquecerse en los cargos tan altos que ocupó, no lo hizo, y vivió en la pobreza el resto de su vida; hacia aquel hombre locuaz que tanto quise y con el tanto hablé, a pesar de nuestras diferencias políticas a partir del año 68.
Mi padre fue la síntesis de una inmensa contradicción porque siendo un hombre esencialmente bueno, defendió una mala causa: el capitalismo y el régimen que Batista instauró en 1952.
Pero, ¿cómo puede un hombre bueno defender lo malo? ¿Acaso la defensa de lo malo no lo hace malo también? Habría que responder a esa inmensa paradoja yendo a las más ocultas profundidades del cerebro, allí adonde la cópula de los dendrites y los axones crea el pensamiento.
Aquéllos que aún lo consideran malo a tantos años de su muerte deberían, al menos, sospechar que no pudo ser malo un hombre que nació en un bohío de piso de tierra y no sabía leer ni escribir a los catorce años porque no había escuelas ni a quince kilómetros de donde vivía; pero veinticinco años después ya era abogado y ministro de agricultura en el gobierno de centro izquierda, de 1940 al 44, que tuvo el apoyo de los comunistas.
No estoy defendiendo las elecciones de noviembre del 58. A ellas sólo concurió el 48% del electorado --cuatro veces más que en las elecciones de Miami, antier-- y se cometieron numerosos fraudes –casi tantos como los de Bush en el 2,000--, de los que no creo que mi padre fuera culpable directo porque en una elección presidencial son miles las personas que pueden cometer esos fraudes.
Mi padre fue una rarísima excepción en la Cuba dominada, sobre todo, por aquella burguesía que se arrastraba a los pies de la insolencia yanqui. Esa misma burguesía que hoy tiene aquí en Miami su último reducto y está más sometida a un imperio que eshoy mucho más insolente que hace medio siglo.
Sigo creyendo que la causa que mi padre defendió, en los años 50, nada tenía que ver con mi padre.
2-. Estas elecciones prueban lo que dije sobre Miami
Antier, también, hubo elecciones para alcalde en Miami (Carlos Alvarez es el alcalde del condado, no de la ciudad). Miami tiene alrededor de 430,000 habitantes, de los que se cree que unos 320,000 tienen derecho al voto (la proporción sería mayor si no hubiera tantos ilegales, porque aqui hay pocos niños y muchos viejos). Regalado obtuvo 27,258 votos, o sea el 72% del total; Joe Sánchez obtuvo 10,773, o el 28% del total; o sea votaron 38,031 personas ... ¡el 12% del electorado! ¡¿Hombre, pero quién dice que Miami no es una democracia regida por la voluntad popular?!
Eso que sucedió aquí este martes, prueba lo que dije en la serie de doce artículos sobre Miami y la pesadilla, que a la gran mayoría de la emigración cubana, que compone la mayoría del electorado local, nada le importa la política ni, por extensión, “el exilio”, que es un concepto esencialmente político. Insisto que el ‘exilio’ es un grupúsculo integrado por el 1% de la emigración y creo que estoy exagerando bastante.
Veamos, entonces, algo que pudiera ser otro preámbulo al tema central de este artículo porque la farsa de la luna fue, también, una forma de guerra:
3-. ¿Es real o fingida la ignorancia del imperio?
Esa incultura de los gobernantes del imperio sobre la historia de los demás países –y de la del suyo—y sobre lo que ha estado sucediendo fuera de las fronteras de Estados Unidos durante las 44 presidencias de los 43 presidentes, le ha traído al mundo muchas desgracias y se pudieran mencionar mil ejemplos; pero ¿hasta dónde era real esa ignorancia? ¿Desconocían estos emperadores-plebeyos los problemas mundiales o fingían que los desconocían para ‘justificar’ las mil guerras que le han hecho al mundo, y que se han hecho entre ellos mismos, desde el nacimiento de esta república?
Cuando los imperialistas yanquis traicionaron al pueblo filipino empeorando el dominio español con el de ellos, dijeron que el pueblo lo iba a aceptar y tuvieron que asesinar y torturar a cientos de miles de seres humanos para dominar al archipiélago.
Cuando suspendieron los envíos de petróleo a Japón, al que levendían el 80% de todo el que consumía –petróleo que, por supuesto, le habían robado a México--, dijeron que lo iban a doblegar y despertaron la furia de un gigante al que tuvieron que matarle millones de sus hijos, hasta con bombas nucleares, para vencerlo cuatro años después.
Cuando le declararon la guerra económica a Cuba y la atacaron con el infame bioterrorismo, en los años sesenta, dijeron que la Revolución no podría sobrevivir un par de años y ahí está la Revolución, con la arrogancia de su dignidad y su prestigio, medio siglo después.
Cuando invadieron Vietnam, después del autoatentado del Golfo de Tonkín, dijeron que el conflicto duraría unos meses, y la guerra duró muchos años más y murieron más de tres millones de seres humanos, entre ellos 56,000 ciudadanos de este país.
Cuando invadieron Afganistán para “capturar a Osama y a su protector Omar” dijeron que el pueblo los entregaría, pero el pueblo los ha protegido al punto de que ocho años después no se sabe ni en qué lugar están (esto es suponiendo que todo no sea una farsa como la de la luna y que tanto Osama como Omar estén de acuerdo con el imperio y hayan perpetrado el 11 de septiembre para elevar a la estratósfera las ganancias que los jefes del complejo militar-industrial iban a obtener en las dos grandes guerras que provocaron aquellos atentados, o tres si incluimos la de Pakistán)
Cuando invadieron Iraq después de la mentira de “las armas de destrucción masiva” dijeron que la guerra sería fulminante, que la resistencia sería débil y que todo habría terminado en unas pocas semanas y casi siete años después del crimen el pueblo sigue en pie, luchando contra el invasor.
Porque, en rigor, una cosa es lo que decían los imperialistas yanquis y otra, muy distinta, lo que querían. Los que controlan, realmente, a este país, que no son, precisamente, los presidentes, sino los jefes del complejo militar-industrial, no querían que Filipinas se pacificara después de la traición a Aguinaldo, ni que Japón se doblegara con el embargo, ni que el conflicto de Vietnam durara poco, ni que el pueblo entregara a Osama ni a Omar, ni que la guerra con Iraq se acabara pronto. ¡No, para nada! Querían la guerra abierta, total y prolongada con Japón y con Corea y con Vietnam y con Afganistán y con Iraq y ... ¡hasta con la Galaxia Andrómeda! ... porque es la guerra la que les produce ganancias, no la paz. En la paz gana la civilización; en la guerra, la bestia, o sea el imperio.
La esencia del imperio es la guerra porque no puede existir sin ella, por eso es que tiene que buscarla a como dé lugar, y cuando no hay condiciones objetivas, las crea, y cuando no es contra Santa Ana es contra Jerónimo y la reina Liliukalani y Aguinaldo y Madero y el Kaiser y Sandino y Kim Il Sung y Mao y Mossadegh y Perón y Arbenz y Fidel y Juan Bosch y Ho Chi Minh y Allende y Bishop y Noriega y Osama y Saddam y Chávez y Ortega y Morales y Ahmadinejad ... ¡y hasta contra la madre de los tomates!
La guerra no puede detenerse en la misma forma en que no pueden pararse las máquinas de una fábrica. El industrial sólo gana cuando las máquinas funcionan y el comerciante, cuando la venta se mantiene. El imperio sólo gana cuando hay sangre. La herida abierta lo estimula; la sutura, lo deprime. El imperio yanqui sólo vivirá mientras corra la sangre.
Por eso es que Obama no saldrá de Iraq ni de Afganistán, sencillamente por que no puede, porque no lo dejan salir, porque no quiere que su sangre se mezcle con la sangre de tantos niños, de tantas mujeres, de tantos ancianos, de tanto pueblo inocente que ha muerto en esas tierras tan gloriosas.
Negarle responsabilidad directa a Obama por lo que está sucediendo en el Medio Oriente es absurdo porque desde el momento en que lanzó su candidatura, el año pasado, sabía, perfectamente, que, de ser electo, no tendría poder para evitar que siguiera corriendo el manantial de sangre que ha enlutado a esas tierras tan llenas de heroísmo y de historia.
3-. La esencia real de una carrera
La carrera del espacio es, también, una guerra, una guerra de satélites armados con cargas nucleares; pero, también, una guerra política, de propaganda, de prestigio, de predominio. En Estados Unidos es, sobre todo, una guerra de dinero, para que los grandes industriales ganen lo que el pueblo paga por su ingenuidad y con su sacrificio
Nixon tenía que fortalecer la creencia general de que cosmonautassoviéticos serían los primeros en llegar a la luna ya que una nave no tripulada soviética –Luna 2—había llegado a ella en septiembre del 59 y, en abril del 61, Gagarín había sido el primer ser humano en llegar al espacio sideral. Nixon tenía que magnificar todo eso para que las múltiples empresas del complejo militar-industrial se beneficiaran, en grande, con la carrera espacial.
El presidente de Estados Unidos no es un dominador, sino un dominado. Su poder, y muchas veces su vida, depende de eso. Cuando Kennedy se opuso a que se ampliara la guerra de Vietnam, o sea a que las grandes empresas del complejo militar-industrial no tuvieran las fabulosas ganancias que deseaban, no vivió para contarlo.
Tal es el imperio. Nixon lo sabía y Obama, aunque se haga el tonto, lo sabe también. Obama lo sabe más que Nixon porque la avaricia capitalista es hoy más feroz que hace cuarenta años, a pesar de que ha sido ella la que ha conducido a este país a su más grave crisis económica en ochenta años.
En los años sesenta la industria de la carrera espacial se convirtió en una de las más lucrativas de este país. Abarcaba –lo sigue haciendo-- a miles de industrias que ganaban decenas de miles de millones de dólares; aunque la industria de la guerra, en este caso Vietnam, era más gananciosa, more profitable. La sangre valía más que el universo.
El Luna 2 y Gagarin fueron los mejores aliados de los industriales yanquis que necesitaban que todos creyeran que otros Gagarin iban a llegar no a 300 kilómetros de la superficie terrestre (apogeo de Vostok 1) sino a 300,000. Y mucha gente no se dio cuenta que no era lo mismo que un ser humano llegara a la esquina, o sea a 220 kilómetros más allá de la línea que divide la atmósfera terrestre del espacio sideral, que a un lugar que estaba mil veces más distante que la esquina y en el que tendría que hacer un descenso suave no estrellarse contra la superficie selenita como Luna 2. Por esa falsa creencia, el complejo militar-industrial ganó muchos miles de millones de dólares, además de la inmensa riqueza que ya estaba ganando en Vietnam.
Y ésa fue la farsa que Nixon le vendió al pueblo de Estados Unidos. No la de que este país tuviera el prestigio de haber llegado primero que nadie a otro mundo, sino de que las grandes industrias del imperio tuviesen una ganancia mayor. No era cuestión de orgullo, sino de dinero, el único valor que existe en el capitalismo. Por supuesto que de esas ganancias, Nixon recibió su ‘tierrita’ como productor de la película de la luna, aunque no como su director. Su director, ya lo sabemos, fue Stanley Kubrick, del que hablaremos después.
Vayamos, entonces, al Moon Hoax, la Farsa de la Luna, no vaya a ser que en este artículo tampoco aparezca nada, como en el anterior, y, entonces, quienes suelen insultarme, aquí en Miami, en la sección de comentarios de Kaos en la Red, lo vuelvan a hacer, pero esta vez con razón (me insultan escondiendo sus nombres porque son tan cobardes que temen defender al imperialismo en la ciudad más imperialista del imperio, que es como si alguien sintiera miedo en defender a la Revolución en el Parque Central de La Habana)
3-. Los pioneros del sueño de la luna
Ya desde la Antigüedad se pensaba que el ser humano podría llegar algún día a la luna. Luciano de Samosata, un satirista asirio que escribía en griego, publicó en el segundo siglo de nuestra era su novela “Historia Verídica” en la que hablaba de una guerra en la luna entre seres de varios planetas, entre ellos el nuestro.
Dante Alighieri, en La Divina Comedia, decía que la luna estaba habitada por las almas que habían traicionado sus promesas porque eran débiles de carácter.
El astrónomo Johannes Kepler, quien descubrió las leyes delmovimiento planetario, describió en su obra “El Sueño” a seres humanos viviendo en la luna.
Washington Irving, en su excelente obra “La Conquista de la Luna” que es una sátira política sobre el cruel tratamiento del imperio yanqui a la población nativa del país, describe a unos seres de la luna, con una civilización superior a la nuestra, que llegan a la Tierra y esclavizan a los terrícolas.
En 1865, el escritor francés, Julio Verne, escribió “De la Tierra a la luna”, obra de la que muchos años después saldrían una ópera y una película, en la que dos franceses y un estadounidense construyen un cañón que los dispara desde la Florida hasta la luna.
Konstantin Tsiolkovsky, considerado el padre de la astronáutica, escribió muchas obras científicas sobre viajes espaciales, y también una ficticia (En la luna, 1892) en la que describe a la luna como si fuera un extenso valle africano con muchos animales salvajes.
Muchos ensayos, novelas y artículos se han escrito sobre la luna, como los de HG Wells y Wernher von Braun, y numerosas películas, como las de George Melies y Fritz Lang, hasta llegar a la más famosa de todas, 2001 Space Odyssey, dirigida por Stanley Kubrick en 1968, quien hizo, además, entre otras buenas películas, Espartaco, Sendas de Gloria y Doctor Strangelove. Se cree que fue Stanley Kubrick, un estadounidense que vivió casi toda su vida en Gran Bretaña, quien hizo la película sobre la falsa llegada a la luna en julio del 69, como veremos después.
4-. Los pioneros científicos
Konstantin Tsiolkovsky, Robert Goddard, Herman Oberth y Reinhold Tillin fueron los fundadores de la cohetería a principios del siglo XX. Wernher von Braun fabricó el primer cohete y, unos años después, Sergei Korolyov dirigió los esfuerzos iniciales por llegar al espacio con cohetes que se basaban en los mismos principios, pero eran más poderosos. Fue el genio que logró la llegada al espacio de Yuri Gagarin.
5-. La carrera espacial
En mayo de 1946, EU lanzó un cohete V2 que hizo un experimento suborbital sobre la radiación cósmica (ese tipo de cohete, fabricado por Von Braun, ya había sido construido en Alemania por él mismo para que lo usara Hitler: un nazi de Europa al servicio de los nazis de América)
El 4 de octubre de 1957, una nave soviética llegó, por primera vez en la historia, al espacio sideral con el Sputnik 1, que le dio varias vueltas a la Tierra a una altura de 250 kilómetros de la superficie terrestre. El 3 de noviembre de 1957, los soviéticos pusieron en el espacio al primer ser vivo, la perra Laika.
El 12 de abril de 1961, el Vostok 1 llevó al espacio a Yuri Gagarin y dio una vuelta alrededor de la Tierra en una hora y 48 minutos a una altura de apogeo de 300 kilómetros y de perigeo de 169. Fue el éxito más resonante que, hasta ese momento, había obtenido la especie humana en la conquista del espacio, formidable empresa que ha de tomar muchos miles de años debido a las distancias tan increíbles que hay entre las estrellas y sus posibles sistemas planetarios y, sobre todo, entre las galaxias.
Para que se tenga una idea de lo inmenso del universo, si tuviéramos una nave que viajara a la velociad de la luz, 300,000 kilómetros por segundo, nos demoraríamos más de cuatro años en llegar a Alfa Centauri, la estrella más cercana a nuestro sol, y ésas son sólo dos de las100,000.000,000 (cien mil millones) de estrellas que, al menos, hay en nuestra Vía Láctea que es, asimismo, una de las cien mil millones de galaxias que, al menos, hay en el universo (si no se detiene el excesivo calentamiento global, el ser humano no podrá llegar ni siquiera hasta el planeta más cercano, Marte, ni mucho menos viajar por el resto del sistema solar, que viene a ser un granito microscópico de arena en la inmensidad del universo; podrán hacerlo sus naves, pero no con él adentro)
El 20 de febrero de 1962, un cohete Mercury-Atlas 6 llevó al espacio a John Glenn, quien le dio varias vueltas a nuestro planeta.
El 14 de diciembre de 1962, la nave Mariner 2 llegó a 35,000 kilómetros de Venus.
El 16 de junio de 1963, Valentina Tereshkova llegó al espacio a bordo del Vostok 6 y le dio cuarenta y ocho vueltas a la Tierra.
El 18 de octubre de 1967, la nave Venera 4 midió por primera vez en la historia la atmósfera de otro planeta, en este caso Venus.
Bueno, pues se me acabó el espacio, otra vez, ¿qué les parece? Me niego a seguir escribiendo porque este tipo de artículo-longaniza no se lo dispara ni el que lo escribe. Así que los misterios del falso viaje a la luna en julio del 69 estarán en el artículo tercero de esta serie (esto parece una novelita de Agatha Christie, con clímax diferido)☼