Aunque casi todos los que rodeaban a Jesús estaban casados, los textos evangélicos no dicen nada sobre su estado civil; en todo caso, dan a entender que pudo ser célibe.
Este posible celibato está sustentado en dos argumentos.
En primer lugar, el del silencio.
Jamás se nombra en el texto evangélico a la esposa de Jesús, mientras que sí se habla con toda naturalidad, por ejemplo, de la suegra de Pedro.
Este mutismo no debe interpretarse como una censura en que los pasajes que hablaran de la esposa del Nazareno hubiesen sido eliminados posteriormente, puesto que cuando se compusieron los evangelios no existía problema especial en mostrar a Jesús como casado, si realmente esto hubiera sido cierto.
En segundo lugar –y sobre todo– por una interpretación de la sentencia de Jesús, “Hay otros que se hicieron a sí mismos eunucos por amor al reino de los Cielos”.
Sin embargo, hay intérpretes del Nuevo Testamento para quienes es posible que el Mesías estuviera casado. Su primer argumento se basa en las costumbres de aquellos años, sobre todo en la arraigada norma de la época que prohibía ser célibe a todo rabino –y Jesús lo era, aunque no sabemos si estrictamente ordenado o no por imposición de las manos– .
Un segundo argumento se apoya en el frecuente trato que Jesús tenía con mujeres, como cuentan los evangelios canónicos. Esto se interpreta como que hubo de ser un hombre casado en algún momento.
Sin embargo, hay intérpretes del Nuevo Testamento para quienes es posible que el Mesías estuviera casado. Su primer argumento se basa en las costumbres de aquellos años, sobre todo en la arraigada norma de la época que prohibía ser célibe a todo rabino –y Jesús lo era, aunque no sabemos si estrictamente ordenado o no por imposición de las manos– .
Un segundo argumento se apoya en el frecuente trato que Jesús tenía con mujeres, como cuentan los evangelios canónicos. Esto se interpreta como que hubo de ser un hombre casado en algún momento.
La tercera razón hace referencia a algunos textos (todos del Evangelio de Juan) que contienen indicios de una tradición sobre el estado de casado del profeta , tradición que más tarde desapareció por diversas circunstancias. Sobre todo porque los evangelios fueron editados –se afirma– en el siglo II, época en que en la Iglesia reinaba una enorme tendencia de aprecio por la continencia sexual.
La tradición sobre un Jesús casado tiene su continuación en ciertas afirmaciones de los evangelios apócrifos: los de Felipe, María y Tomás, que hablan de una esposa de Jesús a la que llaman María o Salomé. Respecto a estos últimos textos conviene observar que se hallan dentro de unos evangelios absolutamente gnósticos y deben ser interpretados, naturalmente, de acuerdo con las ideas gnósticas contrarias al matrimonio.
La tradición sobre un Jesús casado tiene su continuación en ciertas afirmaciones de los evangelios apócrifos: los de Felipe, María y Tomás, que hablan de una esposa de Jesús a la que llaman María o Salomé. Respecto a estos últimos textos conviene observar que se hallan dentro de unos evangelios absolutamente gnósticos y deben ser interpretados, naturalmente, de acuerdo con las ideas gnósticas contrarias al matrimonio.
La “esposa” de Jesús parece referirse siempre a la discípula perfecta, no a una mujer que comparte con él cama y mesa.
Jesús Piñero
Jesús Piñero