Este sismo es un ataque americano, así cueste aceptarlo. La visita de Hillary Clinton, la llegada de naves de guerra y los 10.000 soldados, son suficiente pruebas.(VIDEO)
Raul Bracho |
La Marina rusa declara sospechar que realmente Estados Unidos esta usando armas climáticas, supone su uso en los sismos que sucedieron en Haití.
Se estima que mas de 10.000 soldados norteamericanos han llegado a ese país, el caos en la entrega de las ayudas es mas que obvio, la toma del aeropuerto y el destino de las fuerzas militares gringas no nos dejan pensar en otra cosa: es una invasión, Estados Unidos estrena tecnologías y estrategias preparando su intento de lograr dominar nuevamente un continente que se le escapo de las manos.
Un vuelo de ayuda de Venezuela, ayer, no fue autorizado a aterrizar, nuestro piloto aterrizo de igual forma, llevaba un cargamento de antibióticos que precisaban los médicos cubanos y venezolanos para atender la inmensidad de amputaciones.
Brasil, de igual forma, no esta dispuesto a aceptar el mando de la supuesta coordinadora creada por los Estados Unidos, la coordinadora que asumió el control del aeropuerto de Puerto Príncipe, entorpece el aterrizaje también de los vuelos brasileños.
Las ayudas que se envían del mundo entero, no llegan al pueblo.
Este sismo es un ataque americano, así cueste aceptarlo. La visita de Hillary Clinton, la llegada de naves de guerra y los 10.000 soldados, son suficiente pruebas.
Obama, artífice de la modernidad imperial debería releer la historia y revisar lo que le ocurrió a Napoleón precisamente al tratar de aplacar la rebelión de Santo Domingo.
Maldición Haití, pareciera destinado a ser castigado para siempre aquel pueblo de negros esclavos que derrotara los ejércitos de Napoleón.
Maldición compa, los gringos invadieron Haití.
Una raza que resistirá la cruel opresión, que junto a la America que despierta resistirá hasta vencer.
Quiero compartir un breve texto para ilustrar la dolorosa y hermosa historia de Haití, me llego a mi buzón, tal como llegó lo publico por lo excelente que resulta su lectura, no se si todo el texto es de Ramonet o solo el primer párrafo, pero no creo que sea lo más importante, quien quiera que lo escribiera estaría dispuesto a que todos los que tienen corazón, los que están llorando ante tanta injusticia y dolor, conociera esta historia:
Maldición Haití
El 1ro. de enero de 1804, se proclama la independencia de la isla de Santo Domingo. Los esclavos negros, sometidos a una dominación infernal, demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Y que, basándose en las ideas de la Ilustración y de las Luces, podían crear una nación nueva de hombres libres.
Ignacio Ramonet| Francia
El 1ro. de enero de 1804, se proclama la independencia de la isla de Santo Domingo. Los esclavos negros, sometidos a una dominación infernal, demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Y que, basándose en las ideas de la Ilustración y de las Luces, podían crear una nación nueva de hombres libres.
Ignacio Ramonet| Francia
“Se celebra estos días el bicentenario de la independencia de Haití, «primera república negra del mundo» y segundo país de América que conquistó su plena soberanía ―después de EE.UU. Este aniversario nos invita a una reflexión sobre el destino de una nación surgida de la lucha contra la esclavitud, y de una revolución que tanta influencia tuvo en la independencia de Sudamérica.
La epopeya se inicia hacia 1659, cuando los franceses ―consecuencia del Tratado de los Pirineos― empiezan a colonizar la parte occidental de Santo Domingo. Y a transformarla poco a poco en una inmensa plantación de caña de azúcar. Para trabajar y cortar esa caña mandan traer de África a miles de esclavos mediante el abominable negocio de la trata. Como lo hacían también las demás potencias ―España, Holanda, Inglaterra, Dinamarca― que dominaban el Caribe.
Se estima que en 1784, unos 100 000 franceses poseían 7 800 plantaciones y más de 500 000 esclavos. Cada año, en esa época los colonos blancos importaban unos 30 000 esclavos cuya rentabilidad era altísima. Por esas fechas Santo Domingo producía el 75% de todo el azúcar que se consumía en el mundo. A medio camino entre el manjar de reyes y el medicamento panacea (se le atribuían, en particular virtudes afrodisíacas), el azúcar era entonces un caro producto de lujo que consumían todas las realezas y burguesías de Europa.
Pero invocando los grandes ideales de la Revolución francesa, esos esclavos se sublevan el 14 de agosto de 1791 al mando de Toussaint Louverture, llamado «el Espartaco negro». La guerra va a durar 13 años, se caracterizará por su crueldad y sus atroces matanzas. Para intentar sofocar la insurrección, Napoleón (casado con Josefina, una criolla dominicana) manda una expedición de 43 000 veteranos, que serán derrotados por la fiebre amarilla y por la formidable estrategia guerrera de los jefes insurrectos. El 18 de noviembre de 1803, en la batalla final de Vertières, los rebeldes mandados por Capois La Mort derrotan a los franceses capitaneados por el temible Donatien Rochambeau. La guerra se termina con un balance espantoso: 150 000 esclavos, y 70 000 franceses muertos (de ellos unos 20 000 criollos).
El 1ro. de enero de 1804, en la plaza de armas de la ciudad de Gonaïves, ante una multitud en júbilo, se proclama la independencia de la isla de Santo Domingo, que toma entonces su antiguo nombre indio de Haití. Esta proclamación suena como un aldabonazo en todo el continente americano. Los esclavos negros, sometidos a una dominación infernal, demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Y que, basándose en las ideas de la Ilustración y de las Luces, podían crear una nación nueva de hombres libres.
Simón Bolívar, que se refugiara un tiempo en Haití, entenderá el mensaje. Y gracias a la promesa de abolir la esclavitud, obtendrá que negros e indios se sumen a la lucha por la independencia de América del Sur. Una participación que se revelará decisiva.
El «mal ejemplo» de Haití aterrorizó, sin embargo, a todas las potencias que ―a pesar de la prohibición de la trata por el Congreso de Viena en 1815― siguieron autorizando la infame esclavitud. Había que hacérselo pagar. Y nadie ayudó a la nueva república negra. Al contrario, todos la boicotearon. Con las penurias, el país cayó en guerras civiles que arrasaron el territorio, múltiples veces incendiado. Casi desaparecieron los frondosos bosques y la vegetación tropical. Después llegó el tiempo de la ocupación por EE.UU. que duró 35 años (de 1915 a 1934). Vinieron luego nuevos dictadores, y entre ellos algunos ―como Papa Doc Duvalier― de los más despóticos y más tiránicos que el mundo haya conocido jamás.
Aún sigue la inestabilidad política. Y la miseria crónica. Y el sida. Es hoy Haití uno de los países más pobres del mundo. Como si se prolongase el escarmiento a los esclavos por haber osado liberarse. Como si para Haití, y por un efecto contrario del vudú, la liberación se hubiera transformado en una infinita maldición.”
La epopeya se inicia hacia 1659, cuando los franceses ―consecuencia del Tratado de los Pirineos― empiezan a colonizar la parte occidental de Santo Domingo. Y a transformarla poco a poco en una inmensa plantación de caña de azúcar. Para trabajar y cortar esa caña mandan traer de África a miles de esclavos mediante el abominable negocio de la trata. Como lo hacían también las demás potencias ―España, Holanda, Inglaterra, Dinamarca― que dominaban el Caribe.
Se estima que en 1784, unos 100 000 franceses poseían 7 800 plantaciones y más de 500 000 esclavos. Cada año, en esa época los colonos blancos importaban unos 30 000 esclavos cuya rentabilidad era altísima. Por esas fechas Santo Domingo producía el 75% de todo el azúcar que se consumía en el mundo. A medio camino entre el manjar de reyes y el medicamento panacea (se le atribuían, en particular virtudes afrodisíacas), el azúcar era entonces un caro producto de lujo que consumían todas las realezas y burguesías de Europa.
Pero invocando los grandes ideales de la Revolución francesa, esos esclavos se sublevan el 14 de agosto de 1791 al mando de Toussaint Louverture, llamado «el Espartaco negro». La guerra va a durar 13 años, se caracterizará por su crueldad y sus atroces matanzas. Para intentar sofocar la insurrección, Napoleón (casado con Josefina, una criolla dominicana) manda una expedición de 43 000 veteranos, que serán derrotados por la fiebre amarilla y por la formidable estrategia guerrera de los jefes insurrectos. El 18 de noviembre de 1803, en la batalla final de Vertières, los rebeldes mandados por Capois La Mort derrotan a los franceses capitaneados por el temible Donatien Rochambeau. La guerra se termina con un balance espantoso: 150 000 esclavos, y 70 000 franceses muertos (de ellos unos 20 000 criollos).
El 1ro. de enero de 1804, en la plaza de armas de la ciudad de Gonaïves, ante una multitud en júbilo, se proclama la independencia de la isla de Santo Domingo, que toma entonces su antiguo nombre indio de Haití. Esta proclamación suena como un aldabonazo en todo el continente americano. Los esclavos negros, sometidos a una dominación infernal, demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Y que, basándose en las ideas de la Ilustración y de las Luces, podían crear una nación nueva de hombres libres.
Simón Bolívar, que se refugiara un tiempo en Haití, entenderá el mensaje. Y gracias a la promesa de abolir la esclavitud, obtendrá que negros e indios se sumen a la lucha por la independencia de América del Sur. Una participación que se revelará decisiva.
El «mal ejemplo» de Haití aterrorizó, sin embargo, a todas las potencias que ―a pesar de la prohibición de la trata por el Congreso de Viena en 1815― siguieron autorizando la infame esclavitud. Había que hacérselo pagar. Y nadie ayudó a la nueva república negra. Al contrario, todos la boicotearon. Con las penurias, el país cayó en guerras civiles que arrasaron el territorio, múltiples veces incendiado. Casi desaparecieron los frondosos bosques y la vegetación tropical. Después llegó el tiempo de la ocupación por EE.UU. que duró 35 años (de 1915 a 1934). Vinieron luego nuevos dictadores, y entre ellos algunos ―como Papa Doc Duvalier― de los más despóticos y más tiránicos que el mundo haya conocido jamás.
Aún sigue la inestabilidad política. Y la miseria crónica. Y el sida. Es hoy Haití uno de los países más pobres del mundo. Como si se prolongase el escarmiento a los esclavos por haber osado liberarse. Como si para Haití, y por un efecto contrario del vudú, la liberación se hubiera transformado en una infinita maldición.”