Estragos climáticos más crímenes de guerra
Sara Flounders
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Al evaluar la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Copenhague – con más de 15.000 participantes de 192 países, y más de 100 jefes de Estado, así como 100.000 manifestantes en las calles – es importante preguntar: ¿Cómo es posible que el peor contaminador de dióxido de carbono y otras emisiones tóxicas en el planeta no sea objeto de ninguna discusión en la conferencia o de propuestas de restricciones?
En todo caso, el Pentágono es el mayor utilizador institucional de productos de petróleo y de energía. Y, no obstante, el Pentágono tiene una exención general en todos los acuerdos climáticos internacionales.
Las guerras del Pentágono en Iraq y Afganistán; sus operaciones secretas en Pakistán; su equipamiento en más de 1.000 bases estadounidenses en todo el mundo; sus 6.000 instalaciones en EE.UU.; todas las operaciones de la OTAN; sus portaaviones, aviones jet, ensayos, entrenamiento y ventas de y con armas, no serán tomados en cuenta respecto a los límites de gases invernadero de EE.UU. o incluidos en algún cómputo.
El 17 de febrero de 2007, Energy Bulletin detalló el consumo de petróleo de EE.UU. sólo para los aviones, barcos, vehículos terrestres e instalaciones que lo convierte en el mayor consumidor de petróleo del mundo. En aquel entonces, la Armada de EE.UU. tenía 295 barcos de combate y apoyo y unos 4.000 aviones en condiciones de servicio. El Ejército de EE.UU. tenía 28.000 vehículos blindados, 140.000 vehículos de alta movilidad de uso múltiple, más de 4.000 helicópteros de combate, varios cientos de aviones de ala fija y un parque móvil de 187.493 vehículos. Con la excepción de 80 submarinos y portaaviones nucleares, que propagan contaminación nuclear, todos los vehículos utilizan petróleo.
Incluso según el CIA World Factbook de 2006, sólo 35 países (de 210 en el mundo) consumen más petróleo por día que el Pentágono.
Las fuerzas armadas de EE.UU. usan oficialmente 320.000 barriles de petróleo por día. Sin embargo, este total no incluye el combustible consumido por contratistas o el combustible consumido en instalaciones alquiladas y privatizadas. Tampoco incluye la enorme cantidad de energía y recursos utilizados para producir y mantener su equipamiento letal o las bombas, granadas o misiles que emplea.
Steve Kretzmann, director de Oil Change International, informa que: “La guerra de Iraq produjo por lo menos 141 millones de toneladas métricas de equivalente de dióxido de carbono (MMTCO2e) desde marzo de 2003 hasta diciembre de 2007… La guerra emite más de un 60% del dióxido de carbono de todos los países… Esta información no es fácilmente accesible… porque las emisiones militares en el extranjero están exentas de los requerimientos nacionales de información bajo la ley de EE.UU. y la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático.” (www.naomiklein.org, 10 de diciembre). La mayoría de los científicos culpan las emisiones de dióxido de carbono por los gases invernadero y el cambio climático.
Bryan Farrell dice en su nuevo libro “The Green Zone: The Environmental Costs of Militarism,” que el “mayor ataque contra el entorno, contra todos nosotros en el globo, viene de una agencia… las Fuerzas Armadas de EE.UU.”
¿Cómo logró el Pentágono la exención de los acuerdos climáticos? Durante las negociaciones de los Acuerdos de Kioto, EE.UU. exigió como condición para su firma que todas sus operaciones militares en el mundo y todas las operaciones en las que participa con la ONU y/o con la OTAN fueran totalmente exentas de la medida de reducciones.
Después de obtener esa gigantesca concesión, el gobierno de Bush se negó a firmar los acuerdos.
En un artículo del 18 de mayo de 1998, intitulado “Temas de seguridad nacional y de política militar involucrados en el tratado de Kioto,” el doctor Jeffrey Salmon describió la posición del Pentágono. Cita el informe anual de 1997 al Congreso del entonces secretario de defensa William Cohen: “El departamento de defensa recomienda enérgicamente que EE.UU. insista en una cláusula de seguridad nacional en el protocolo de cambio climático que se está negociando.” www.marshall.org)
Según Salmon, esa cláusula de seguridad nacional fue propuesta en un borrador que especificaba “una exención militar total de límites de emisiones de gases invernadero. El borrador incluye operaciones multilaterales como ser actividades aprobadas por la OTAN y la ONU, pero también incluye acciones relacionadas muy ampliamente con la seguridad nacional, que parece incluir todas las formas de acciones militares unilaterales y el entrenamiento para tales acciones.”
Salmon también citó al subsecretario de Estado Stuart Eizenstat, quien dirigió la delegación de EE.UU. en Kioto. Eizenstat informó que “el departamento de defensa y los militares uniformados que estuvieron junto a mí en Kioto obtuvieron todos los requerimientos que dijeron que querían. Es decir autodefensa, mantenimiento de la paz, ayuda humanitaria.”
Aunque EE.UU. ya había recibido esas garantías en las negociaciones, el Congreso de EE.UU. aprobó una cláusula explícita garantizando la exención militar de EE.UU. Inter Press Service informó el 21 de mayo en 1998: “Los legisladores de EE.UU., en su más reciente golpe contra los esfuerzos internacionales para contener el calentamiento global, eximieron hoy las operaciones militares de EE.UU. del acuerdo de Kioto que especifica compromisos vinculantes para reducir emisiones de ‘gases invernadero’. La Cámara de Representantes aprobó una enmienda a la ley de autorización militar del próximo año que ‘prohíbe la restricción de las fuerzas armadas bajo el Protocolo de Kioto.’”
Actualmente, en Copenhague, siguen valiendo los mismos acuerdos y líneas directivas sobre gases invernadero. Sin embargo, es extremadamente difícil encontrar la más mínima mención de esta manifiesta omisión.
Según la periodista ecológica Johanna Peace, las actividades militares seguirán siendo eximidas de una orden ejecutiva firmada por el presidente Barack Obama que prevé que las agencias federales reduzcan sus emisiones de gases invernadero hasta 2020. Peace señala que: “Las fuerzas armadas representan un 80% de las necesidades de energía del gobierno federal.” (solveclimate.com, 1 de septiembre)
La exclusión general de las operaciones globales del Pentágono hace que las emisiones de dióxido de carbono de EE.UU. parezcan ser mucho menores de lo que son en realidad. Sin embargo, incluso sin contar el Pentágono, EE.UU. tiene las mayores emisiones de dióxido de carbono del mundo.
Más que emisiones
Aparte de emitir dióxido de carbono, las operaciones militares de EE.UU. liberan otros materiales altamente tóxicos y radioactivos al aire, el agua y el suelo.
Armas estadounidenses hechas de uranio empobrecido han descargado decenas de miles de kilos de micro partículas de desechos radioactivos y altamente tóxicos por todo Oriente Próximo, Asia Central y los Balcanes.
EE.UU. vende minas terrestres y bombas de racimo que son una causa mayor de explosiones retardadas, de mutilación y de incapacitación especialmente de campesinos y gente del campo en África, Asia y Latinoamérica. Por ejemplo, Israel lanzó más de un millón de bombas de racimo suministradas por EE.UU. en el Líbano durante su invasión de 2006.
La guerra de EE.UU. en Vietnam dejó grandes áreas tan contaminadas con el herbicida Agente Naranja que actualmente, más de 35 años después, la contaminación con dioxina es entre 300 y 400 veces mayor que los niveles “seguros”. Una tercera generación está sufriendo defectos de nacimientos y altas tasas de cáncer resultantes de esa contaminación.
La guerra de 1991 de EE.UU. en Iraq, seguida por 13 años de crueles sanciones, la invasión de 2003 y la ocupación subsiguiente, han transformado la región – que tiene una historia de 5.000 años como granero de Oriente Próximo – en una catástrofe ecológica. La tierra arable y fértil de Iraq se ha convertido en un páramo desértico en el cual el menor viento provoca una tormenta de arena. Iraq, que era exportador de alimentos, importa ahora un 80% de su alimento. El ministro de agricultura iraquí estima que un 90% de la tierra sufre una severa desertificación.
Guerra ecológica en el interior de EE.UU.
Además, el departamento de defensa se ha opuesto rutinariamente a órdenes de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) de limpiar bases estadounidenses contaminadas. (Washington Post, 30 de junio de 2008). Las bases militares del Pentágono lideran la lista de los sitios más contaminados del Superfund, y los contaminantes son absorbidos por los acuíferos de agua potable y el suelo.
El Pentágono también se ha opuesto a esfuerzos de la EPA por establecer nuevos estándares de contaminación para dos productos químicos que se encuentran ampliamente en instalaciones militares: perclorato, encontrado en el propergol de cohetes y misiles; y tricloroetileno, un desengrasador para partes de metal.
El tricloroetileno es el contaminante del agua más generalizado en el país, y es absorbido por acuíferos en California, Nueva York, Texas, Florida y otros sitios. Más de 1.000 instalaciones militares en EE.UU. están contaminadas con el producto. Las comunidades más pobres, especialmente comunidades de color, son las más severamente impactadas por este envenenamiento.
Las pruebas estadounidenses de armas nucleares en el sudoeste y en las islas del sur del Pacífico han contaminado con radiación millones de hectáreas de tierra y agua. Montañas de desechos radioactivos y tóxicos de uranio han sido abandonadas en tierras indígenas en el sudoeste. Más de 1.000 minas de uranio han sido abandonadas en reservaciones navajo en Arizona y Nuevo México.
En todo el mundo, en bases antiguas y activas en Puerto Rico, las Filipinas, Corea del Sur, Vietnam, Laos, Camboya, Japón, Nicaragua, Panamá y la antigua Yugoslavia, barriles corroídos de productos químicos y disolventes y millones de proyectiles son criminalmente abandonados por el Pentágono.
La mejor manera de limpiar dramáticamente el entorno es cerrar el Pentágono. Lo que se necesita para combatir el cambio climático es un completo cambio de sistema.
Sara Flounders es codirectora del International Action Center.
International Action Center – 18.12.109
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=16609