Es curioso como el Dios del Antiguo Testamento imparte justicia entre sus súbditos. Podemos leer en el Génesis el capítulo dedicado a la Torre de Babel:
“Dijeron después: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, y hagámonos un nombre famoso, para no dispersarnos sobre la faz de toda la tierra”.
Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres, y se dijo Yahveh:
“He aquí que todos ellos forman un solo pueblo y hablan un solo lenguaje, si esto es sólo el comienzo de su empresa, ya nada les impedirá alcanzar lo que se propongan.
Bajemos pues y confundamos allí su lenguaje para que no se entiendan entre sí”. Desde aquel lugar los dispersó Yahveh por la faz de toda la tierra, y cesaron de edificar la ciudad.
Por eso se llamó Babel, porque alló confundió Yahveh el habla de toda la tierra, y de allí los dispersó por la superficie de toda la tierra”
Aquí, todo historiador serio, sólo vería un poco elaborado mito para explicar la diversidad de lenguajes. Todas las culturas primitivas inventaban mitos para explicar todo lo que les rodeaba. La mitología griega tiene multitud de ellos para explicar prácticamente todo lo que existe (en este sentido es mucho más rica que la mitología cristiana). Los hebreos de hace veinte siglos creían explicar por qué los seres humanos hablamos diferentes lenguas de esta manera.
La lingüística moderna explica este fenómeno mucho mejor, no hay más que hablar, asunto zanjado.
Sin embargo, un hermeneuta inspirado, hombre de bien y temeroso de Dios, vería aquí una demostración de justicia divina.
El hombre es vanidoso, soberbio, y se cree superior a Dios. Entonces construye una torre como muestra de su soberbia y Dios, en su infinita justicia, lo castiga. ¡Qué grande que es Yahveh!
Bien, en primer lugar, me cuesta entender este pasaje como un buen ejemplo moral. Los hombres intentan una gran hazaña y Dios los castiga por ello con la única razón de que hay que evitar que consigan lo que se propongan.
Es más, toda la humanidad colaborando, trabajando junta para hacer algo grande y Dios la castiga por ello. ¿La moraleja sería que no intentes hacer grandes cosas en equipo ya que Dios te castigará? Pues parece que los arquitectos de las catedrales góticas no leyeron muy bien este pasaje…
Y también parece que todos los participantes del Proyecto Apolo no leyeron la Biblia (gracias a Dios). No sólo hemos construido torres que llegan al cielo, sino que hemos hecho aeronaves que lo han cruzado, han llegado al espacio y han aterrizado en la luna.
El 21 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong pisó la Luna, Yahveh no debería estar demasiado contento.