Cuba mantiene desde hace casi medio siglo una lucha desigual contra el bloqueo impuesto por Estados Unidos. Y el deporte no escapa a los tentáculos de ese monstruo, alimentado también por la actual administración norteamericana.
Un detallado análisis que abarca el período comprendido entre mayo de 2008 y abril de 2009, elaborado por el INDER, es solo un grano de arena en el documento que será sometido a votación el 28 del mes actual en la Asamblea General de la ONU.
El informe denuncia los tropiezos en el plan de inversiones, relacionado solo con la necesidad de importar materiales deportivos, porque los principales proveedores son firmas norteñas.
En béisbol, por ejemplo, hablamos de Wilson, Rawling, o Lousville; la Easton Hoyt, en lo tocante al tiro con arco, así como los implementos producidos por Springboards para el clavados. Todos nos cerraron sus puertas.
No se pudieron adquirir cuatro pizarras para el judo al proveedor Dehaven, incluso después de realizarse la contratación.
Los golpes bajos más recientes a nuestra Medicina Deportiva han incrementado en 20 por ciento los gastos para adquirir los insumos imprescindibles. Entre ellos se cuentan las muestras del Programa Nacional Antidoping.
El Laboratorio Antidopaje de La Habana, aprobado por el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Agencia Mundial (WADA, siglas en inglés), es una entidad golpeada, pero no solo para comprar reactivos y sustancias de referencia.
También carga la mordaza de no poder renovar parte de su equipamiento o tener acceso a piezas de repuesto, aunque esfuerzos no han faltado. Solo en un año, las afectaciones suman 781 000 USD.
En Cuba existen 141 gimnasios de cultura física, afectados en su mayoría por la explotación de sus equipos y el veto para tener acceso a nuevos módulos en el mercado estadounidense.
Solo para adquirir las pelotas que se utilizan en una serie nacional de béisbol, el gasto se incrementa en 90 000 dólares por la diferencia de precios entre el mercado japonés y el de Estados Unidos. Las estadísticas, en este caso, no son «frías», sino bien elocuentes.