Nicaragua ha rechazado la decisión de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que aprobó por unanimidad un proyecto de ley para que las instituciones financieras frenen los préstamos al país centroamericano hasta que celebre unas elecciones “libres, justas y transparentes”. (Fuente: Agencia EFE)
Guillermo Tell
Con evidente razón un comunicado gubernamental emitido rechaza tal agresión como violatorias al derecho internacional y a la Carta de Naciones Unidas, que considera parte de la política injerencista que a través de la historia ha practicado Estados Unidos contra las tierras al sur del río Bravo.
Esta vez se intenta interferir en el proceso prelectoral del país centroamericano, hacia las elecciones programadas para el 6 noviembre, en las que se pronostica con amplia certeza una nueva victoria del actual mandatario Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación (FSNL) versus una debilitada oposición.
Como podría esperarse la que presentó el proyecto legislativo en el Capitolio fue nada menos que la representante republicana Ileana Ros-Lehtinen, cuyo historial de virulenta portavoz de las peores causas es harto conocido, entre otras la del perverso secuestro miamense del niño cubano Elián González y su escandaloso apoyo al golpe militar en Honduras.
Los argumentos electorales esgrimidos por la conspicua legisladora y sus asociados forman parte de un gastado y recurrente libreto empleado para denostar y si es posible acorralar a gobiernos latinoamericanos que escapan al control e intereses del imperio, y en este caso cuando se trata de uno que se ha propuesto seguir profundizando la paz, estabilidad, gobernabilidad, la movilización de la economía y la lucha contra la pobreza.
¿Será el turno contra Nicaragua en la actual arremetida de la derecha neoliberal para despojar a la región de gobiernos independientes de raigambre popular?
Léase lo ocurrido en Argentina y Brasil y agréguese a Venezuela, Ecuador y Bolivia en la mirilla del imperio.