El valenciano Rodrigo Borgia (Borja) tenía fama de haber cometido su primer asesinato a la edad de 12 años. Hundió repetidas veces su cuchillo en el estómago de otro niño.
En 1456, el Papa Calixto III nombró a Rodrigo (era su sobrino) de 25 años, arzobispo de Valencia.
En aquella época, Rodrigo ya era conocido por su desinteresado amor por una viuda y sus dos hermosas hijas. Una de ellas, Vannozza Catanei, sería el gran amor de su vida. A los 26 años recibió el capelo cardenalicio en Roma y un año después fue nombrado vicecanciller de la Iglesia.
Cuando murió su tío, el nuevo papa Pío II no se mostró tan tolerante con él. Le llegaron rumores acerca de una orgía de Borgia en Siena, en la que se dió rienda suelta a la lujuria. Cuando Rodrigo se convirtió en Papa, tomó el nombre de Alejandro VI, sin que le importara que Alejandro V fuera excluido de las listas por ser el antipapa de Pisa. Una vez elegido, Borgia empeoró rápidamente. No sería depuesto ni recusado; el sistema no lo permitía.
En Roma todo estaba a la venta, desde los beneficios, las indulgencias y hasta el mismo papado. Según Burchard, que actuó como maestro de ceremonias en el cónclave, Borgia obtuvo los votos del colegio cardenalicio tras una campaña electoral particularmente costosa.
De toda Europa llovía el dinero sobre Roma. Borgia se enfrentó con una enérgica oposición. Para apoyar al cardenal Della Rovere había un depósito de 200.000 ducados de oro del rey de Francia y otros 100.000 de la república de Génova. Solamente quedaron 5 votos por comprar.
En su calidad de vicecanciller, Borgia contaba con ser el más rico de los cardenales. Tuvo posibilidad de ofrecer mansiones, ciudades y abadías. Entregó cuatro muías cargadas de plata al mayor de sus rivales, el cardenal Sforza, para que retirara sus pretensiones. Giovanni de Mediéis comentaría: «Ahora nos hallamos en las garras del que quizá sea el lobo más sanguinario que el mundo ha conocido, o huimos o nos devorará a todos».
El cardenal Della Rovere (el futuro Julio II), huyó para salvar su vida y no regresó hasta 10 años después, cuando el papa Borgia ya había fallecido.
Borgia tuvo 10 hijos ilegítimos conocidos, 4 de ellos eran de Vanozza (entre ellos César y Lucrecia). Cuando sus atractivos se desvanecieron, el papa, a sus 58 años, tomó otra amante. Giulia Farnese tenía 15 años y hacía poco que se había casado con Orsino Orsini.
Giulia fue conocida en toda Italia como "la Ramera del Papa". Su hermosura era deslumbrante, era «el corazón y los ojos» del pontífice.
Con Giulia, el Papa tuvo una hija llamada Laura, aunque trató de hacerla pasar por una Orsini. Resultaba difícil creérselo, tal como Lorenzo Pucci, embajador en el Vaticano, escribiera en Florencia: «El parecido entre la chiquilla y el Papa es tal que no puede ser más que suya». Con Giulia tuvo también otros hijos: Juan, conocido como Infans Romanus, y Rodrigo.
La vida en el Vaticano no era aburrida: tenían lugar borracheras y orgías sexuales. También se dijo que Alejandro había mantenido relaciones incestuosas con su hija, la atractiva Lucrecia. De ser así, representaría todo un récord haber tenido relaciones sexuales con tres generaciones: su hija, y la madre y la abuela de ésta.
César, su hijo, sirvió de modelo para el despiadado príncipe de Maquiavelo. Hasta su padre le temía. Para César, despojar a un hombre de su mujer, violarla y arrojarla al Tíber era una acción sin demasiada importancia.
Al principio de su pontificado, el Papa concedió su antigua sede de Valencia a César. Un año más tarde, en el consistorio en el que Alejandro promocionó al hermano de su amante y al quinceañero Ippolito di Este, César, con 18 años, se convirtió en cardenal.
Uno de sus hábitos predilectos era nombrar cardenales a cambio de una considerable suma; inmediatamente después, los envenenaba y volvía a empezar con los candidatos a reemplazarlos. La Iglesia era susceptible de heredar los bienes y enseres del cardenal.
Él, naturalmente, como vicario de Cristo era la Iglesia. Uno de los pocos que protestaron abiertamente contra la corte papal fue el prior dominico de San Marcos de Florencia. Alejandro intentó silenciarlo prometiéndole el capelo cardenalicio. Cuando dicho ofrecimiento no surtió efecto, no le quedó otra alternativa que llevarle ante los tribunales donde lo sentenciaron a morir.
Uno de los sucesos más grotescos de la historia del Vaticano, sucesió durante la última noche de octubre de 1501. Fue descrito por Burchard, ayudante personal de 4 pontífices. César convidó a su hermana Lucrecia y al Papa, el único hombre presente, a un festival llamado «El Torneo de las Rameras». Quince de las más escogidas danzaron con atavíos cada vez más exiguos hasta quedar completamente desnudas alrededor de la mesa del Papa.
En un final frenético, las prostitutas cayeron de rodillas, en un confuso montón, juntando las castañas que les arrojaban los Borgia como si fuesen marranas.
El pontífice tenía su lado positivo. Fue un mecenas de las artes. Brindó su protección a un joven monje llamado Copérnico. Tenía un agudo olfato para los negocios y fue uno de los pocos pontífices de la época en equilibrar su presupuesto.
No fue un hipócrita, jamás pretendió ser un cristiano sincero y menos aún un santo. Encargó un retrato de la Virgen con las facciones de Giulia Farnese para mostrarle su amor. Cuando Vanozza falleció unos años después que él, a los 66 años de edad, se le rindieron honores como viuda del papa. Fue enterrada en la iglesia de Santa María del Popólo, en presencia de toda la corte papal y «casi como si fuera un cardenal».
También hay que alegar que amaba a sus hijos y estaba orgulloso de ellos. Bautizó a sus hijos y les dio la mejor educación que la simonía podía costear. Ofició en sus bodas en el Vaticano, casándolos con las mejores familias de su tiempo.
Cuando casó a Lucrecia en la Salla Reale, la escoltaron la nieta de Inocencio, la ramera del Papa y 150 entusiasmadas damas romanas. En ocasión del tercer matrimonio de Lucrecia, retrasó el inicio de la Cuaresma de modo que los habitantes de Ferrara pudieran celebrarlo comiendo carne y bailando.
Durante los días de duelo por el muerte del duque de Gandía (hijo de Alejandro, asesinado por su otro hijo César), amenazó con reformar la curia. Decretó que todas las concubinas eclesiásticas tenían que ser repudiadas en el plazo de 10 días; incluso obligaba a los cardenales a convertirse en castos.
A pesar de todas las gestiones efectuadas para elevarle al cardenalato, César quería liberarse de su capelo. Para entonces, el rostro de su hijo estaba cubierto de máculas negras y ronchas en carne viva, signos de una sífilis avanzada.
Una vez echado por la borda su capelo a los 22 años, era libre para arrebatar al duque de Gandía la plaza de comandante en jefe de los ejércitos pontificios.
Era vital para los intereses familiares, que el matrimonio de Lucrecia con Giovanni Sforza fuese anulado para que pudiera introducirse en la realeza napolitana.
Las razones de la anulación se basaban en la no consumación del matrimonio. Una comisión testificó su virginidad tras 3 años de matrimonio y acusó al marido de impotencia. Lucrecia tenía fama de ser «la mayor zorra que nunca había tenido Roma». Su marido Sforza insistió en que existió consumación en repetidas ocasiones.
Su tío Ludovico de Milán, sugirió que debería demostrar sus proezas ante testigos. En 1500, cuando hubo cumplido con lo que se esperaba de él, César mandó estrangularlo. El español Perroto (chambelán favorito de Alejandro) fue otra víctima. Se lo condenó por comprometer la reputación de Lucrecia en un momento crítico, y César lo apuñaló.
La versión más verosímil sobre la muerte de Alejandro afirma que César se envenenó él mismo y a su padre por error. La «cantarella» vertida en el vino estaba destinada a unos ricos y eminentes cardenales que había que eliminar.
César se restableció. Moriría 3 años más tarde en el campo de batalla de Viana, en España, alistado en un ejército por propia iniciativa. Cuando desnudaron el cuerpo, vieron que le habían inferido 23 heridas.
El Papa, con 73 de edad, sucumbió al veneno. Las sales arsenicales actuaron como una granada de mano en su estómago. Los médicos le administraron vomitivos y le efectuaron una flebotomía sin ningún resultado. César, todavía postrado en su lecho y desolado por la muerte de su padre, ordenó que las habitaciones pontificias fuesen selladas para que sus hombres, y no los lacayos de los codiciosos cardenales, pudieran saquearlas.
El cadáver fue colocado sobre un andamio entre dos cirios encendidos. Se había vuelto de un profundo color negro y empezaba a corromperse muy rápidamente. Burchard recordó como la boca espumeaba como una olla hirviendo.
La lengua se hinchó de tal manera que llenó toda su boca dejándola abierta. El cuerpo perdió toda forma y comenzó a dilatarse como un batracio. Giustiniani, el embajador veneciano, escribió que Borgia era el cadáver «más feo, monstruoso y horrendo que había visto».
Los incondicionales de César comenzaron a arrancar los anillos del cadáver y se llevaron los candelabros, ornamentos, vestuarios, objetos de oro y plata, incluso las alfombras. Sobre el fondo de este espectáculo, el capellán iba lavando el cadáver tranquilamente.
Cuando la habitación ya había sido saqueada, el cuerpo dio síntomas de estallar y, de cada orificio, emanaban gases sulfurosos. Seis lacayos tapándose las narices, y a fuerza de golpes, lo metieron en el estrecho ataud. Burchard, puesto que no podía hacerse otra cosa, lo cubrió con una vieja alfombra.
Se permitió depositar el féretro durante un breve espacio de tiempo en la cripta de San Pedro. Más tarde, el papa Julio afirmaría que era una blasfemia orar por los condenados. Por lo tanto, cualquier misa que se celebrase para el reposo del alma de Alejandro constituiría un sacrilegio. En 1610, los despojos fueron expulsados de la basílica y ahora yacen en la iglesia española de la Via di Monserrato.
Texto resumido, Fuente Aqui No hace más que asumir y Colón llega a América!
Dejo unas citas extraídas del libro "Los mitos de la historia argentina", de Felipe Pigna.
" El papa Borgia era considerado uno de los pontífices más corruptos de la historia. Gastaba las donaciones destinadas a los pobres en lujosas orgías en las que solazaba con jóvenes de ambos sexos y, según se decía en la época, con su propia hija Lucrecia, famosa envenenadora, con la que habría llegado a tener un hijo-nieto. [...] Durante el pontificado de Alejandro fueron creadas 18 sedes cardenalicias en España, de las cuales cinco fueron repartidas entre la familia de los Borgia y el resto fueron sacadas a subasta. " (pág. 42)
" Alejandro les encomendó a los no menos católicos reyes la conquista espiritual de las nuevas tierras. Había que imponer la monogamia, combatir la sodomía, el incesto y la idolatría de los salvajes. " (pág. 43)
" La corona admitió finalmente en las Leyes Nuevas de 1542, que sus nuevos hijos eran seres humanos, pero menores de edad, por ello los 'encomendó' a los españoles residentes en América para que los instruyesen en la santa fe católica, a cambio de lo cual los indios deberían trabajar de sol a sol y pagar un tributo; así nació la encomienda, un cruel sistema de explotación laboral " (pág. 62)