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Chile. Estudiantes antifascistas expulsan a los candidatos presidenciales oficialistas de la Universidad de Valparaíso

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***Hace unos días un importante grupo de estudiantes de la Universidad de Valparaíso, bajo el grito de «antifascistas» expulsó del recinto de la Facultad de Ciencias Económicas a los candidatos de las primarias oficialistas Tohá, Jara y Winter

Lo hicieron en el marco de las protestas y paralizaciones que vienen desarrollando desde hace un mes contra la rectoría en pos de las reivindicaciones del sector y porque —correctamente— los identifican como agentes políticos del régimen que día a día desfinancia la universidad y reprime toda expresión de protesta.

El hecho pasó inadvertido por los medios de comunicación, lo mismo que la interrupción del acto de la CUT el 1° de Mayo y otras protestas de los universitarios. Se trata de las primeras manifestaciones independientes del movimiento estudiantil universitario desde hace más de una década, luego que el movimiento estudiantil fuese cooptado por el régimen y sus dirigentes Boric, Vallejo y cía, resultasen cooptados a las máximas esferas de poder del Estado. Tal cooptación tuvo como efecto el abandono por parte de los universitarios de su histórica conexión con el movimiento obrero, como era tradición desde comienzos del siglo XX con la figura mártir del poeta anarquista José Gómez Rojas.

Efectivamente, el estallido universitario del 2011 contra Piñera —un claro anticipo del gran levantamiento popular de Octubre del 19— coronó una ola de movilizaciones regionales que desde el norte y el sur (Freirina, Punta Arenas, Coyhaique) terminó políticamente con el primer gobierno de Derecha después de 1990. El movimiento tuvo uno de sus puntos más altos con el Paro Nacional del 25 de agosto de 2011 y sus dirigentes —del PC y una naciente “nueva izquierda” progresista— fueron elevados a categoría de figuras políticas de primer orden.

El impacto del movimiento resultó determinante para la reconfiguración de las fuerzas que integraran la Concertación. La “izquierda” del régimen, demolida luego de la derrota electoral del 2009, resuelve crear la “Nueva Mayoría” incorporando al Partido Comunista, dándole un cupo a Giorgio Jackson como Diputado e incorporando en cargos menores del Ministerio de Educación a militantes de la naciente Revolución Democrática, de la Universidad Católica.

El gesto político del régimen fue un éxito completo en tanto permitió alcanzar dos grandes objetivos. Por un lado oxigenar a la izquierda con fuerzas políticas hasta ese entonces “extraparlamentarias” y por otro, consagrar la alternancia derecha-izquierda en el poder, como mecanismo político de contención y dominación.

En efecto, la gran burguesía chilena, advertida del agotamiento de la Concertación y de la debilidad endémica de la Derecha, propició ya con Bachelet reformas importantes en materia previsional (Pilar Solidario), en salud (expansión del AUGE) y en su segundo mandato el financiamiento de la gratuidad en segmentos de la educación superior privada. Estas reformas buscaron compensar la sostenida caída del salario y los antagonismos presentes en una sociedad que se expandía económicamente concentrando la riqueza merced a un Estado subsidiario del gran capital. Un país como el nuestro en que un 1% de la población se lleva casi un 50% de la renta nacional y en el que un 80% de la fuerza laboral vive con ingresos inferiores a la canasta básica de subsistencia.

La instalación de este modelo de reformas y alternancia, pudo haber dado inicio a un nuevo ciclo de estabilidad de no haber mediado la poderosa intervención independiente de las masas que se expresó en el levantamiento popular de 2019. El llamado “estallido social” —anatemizado en nuestros días como “delictual”— fue una verdadera revolución social que hizo saltar por los aires la institucionalidad del régimen y que después de haber barrido con él derrotando a los militares de Piñera en las calles, protagonizando las mayores movilizaciones populares desde 1973, se vio frustrada por su incapacidad de dotarse de una dirección política unificada. Tal ausencia de dirección proclamada abiertamente por ciertos sectores de la cobarde clase media, con la igualmente impotente y vergonzosa consigna de «el pueblo unido avanza sin partido«, resultó a la postre determinante para abrir paso a la ofensiva contrarrevolucionaria que se expresara a través del Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre del 2019.

Los dos triunfos electorales de Boric, en las primarias de Apruebo Dignidad contra Daniel Jadue y en la segunda vuelta presidencial contra José Antonio Kart, solo pueden explicarse en base a que la burguesía le prestó su apoyo. Boric, después del hundimiento político del régimen, se transformó en una pieza fundamental en el armado contrarrevolucionario que se desplegara desde que llegara a La Moneda en marzo del 2022. Con total certeza podemos decir que la instalación del Gobierno de Boric constituye la consumación de la derrota de las masas y la instalación de un feroz programa contrarrevolucionario, anti estallido y contrainsurgente. Que prácticamente la totalidad de la izquierda —sectores «revolucionarios» incluidos— le haya prestado su voto en las elecciones del 2021, no es sino una expresión superficial de la profunda derrota política sufrida en el período por las masas y el pueblo.

Este proceso explica la situación paradójica que se vive actualmente en el país. Por encima de la batallas de cosquillas en que se trenzan las fuerzas parlamentarias de izquierda y derecha, la gran burguesía necesita la perpetuación de este Gobierno «progresista» en tanto éste es capaz de aplicar su batería legislativa íntegramente y al mismo tiempo logra contener eficientemente todo foco de resistencia. El gran capital se da el festín y la cuenta la paga la izquierda. Que la entonces Ministra del Trabajo y hoy candidata en las primarias del oficialismo por el PC, Jeanette Jara, lamentara la muerte de uno de los mayores explotadores de Chile, Horst Paulmann, señalando que él «contribuyó a la generación de empleo y crecimiento», es un botón de muestra de esta forma de operación política.

Desde las voces autorizadas del gran capital, El Mercurio, La Tercera, Radio Biobío, han sido consistentes en valorar el «pragmatismo» de Gabriel Boric y su condición de «estadista«, que son los epítetos que dirigen a sus sirvientes cuando éstos les sirven. Al día de hoy Carolina Tohá es la candidata del régimen, la única que garantiza la continuidad de lo que ha hecho este Gobierno y es esto lo que explica que no se le ataque mayormente desde ningún sector y que la reyerta palaciega de la corrupción Hermosilla-Fundaciones mire más a lo parlamentario que a lo presidencial. Porque es el parlamento el espacio en disputa y el lugar desde el que se condicionará lo que haga La Moneda. El Congreso manda y La Moneda obedece. Los candidatos de la Derecha, Kast, Kaiser y Matthei, aparecen discretos acompañando los ladridos de su oficialidad, pero evidentemente no están levantando un programa de choque. Se limitan a exigirle al Gobierno que reprima más, que expulse a los inmigrantes y que agudice la militarización de los espacios públicos. Es algo evidente para quién quiera verlo: no hay disputa política, más bien un cruce de estilos entre furiosos y nostálgicos, como bien apuntara Rodrigo Karmy en una reciente nota sobre este tema.

Ahora, mientras el régimen dirime la alternancia, es importante dilucidar cuál es el camino. Por cierto la ocupación de los espacios democráticos es una primera cuestión, en tanto puedan ser ocupados. El fortalecimiento del debate político, sepultar toda forma de malmenorismo y electoralismo es una primera cuestión: no hay espacios institucionales para la resolución de la crisis social, esta es la principal lección de la derrota del levantamiento popular del 2019. Sin embargo, hasta este punto estamos abordando este problema como si esto se tratara de una cuestión meramente ideológica, de ideas. Y el problema no es de ideas encontradas, sino que de intereses de clase antagónicos que motorizan el conflicto social y lo proyectan al plano colectivo, político.

En este sentido resulta fundamental apelar al reagrupamiento de los sectores dispuestos a ganar la calle y salir a dar la batalla en contra de un régimen que transita hacia formas dictatoriales de dominación. La experiencia de los universitarios de Valparaíso resulta en este punto muy ilustrativa. No es primera vez que Valparaíso ha anticipado procesos que luego se generalizan en el país. Así ocurrió el 2010 con las tomas universitarias del Puerto; el 2016 con la llegada de Sharp al Municipio que anticipó a Boric en La Moneda; el 2018 con las movilizaciones por la muerte de Alejandro Castro y la portentosa huelga de la Asamblea Portuaria. La ruina de un viejo bastión obrero devenido en ciudad universitaria, pareciera ser el caldo de cultivo anticipatorio tanto para experimentos electorales como para la lucha popular.

Lo que plantean los estudiantes universitarios no es algo nuevo. En realidad se han limitado a recuperar el viejo programa reivindicativo de financiamiento y libertad de expresión que conduce al reclamo histórico del Claustro Triestamental. Pero esta recuperación es muy importante por cuanto importa comenzar a superar la larga enfermedad de la política del minorías, que arrasó con el movimiento estudiantil. En efecto, que los estudiantes se fragmentaran en torno a concepciones referidas a las minorías, las disidencias sexuales, el medio ambiente, el veganismo y el interminable arcoíris de la política de derechos, fue una manifestación política y de clase, de la ruptura de los universitarios con la mayoría explotada y el pueblo trabajador. El gesto político de los estudiantes porteños debe ser observado con la mayor atención, en un entorno universitario nacional en que las federaciones universitarias han tendido a desparecer precisamente por falta de impulso político de las bases estudiantiles.

No sería la primera vez, a su turno, que los estudiantes sirvan de detonante para movilizaciones de mayor alcance que involucren a la clase trabajadora. Los universitarios en Chile, por su cultura, concentración y su facilidad de organización, han jugado un papel de estrecha colaboración con la clase obrera. Así fue desde los orígenes de su movimiento y muy especialmente en la lucha en contra de Pinochet. No podemos desdeñar su influencia vivificante en momentos de derrota política como los que vivimos. Proyectar un hecho coyuntural como la expulsión de los candidatos oficialistas de la Universidad de Valparaíso, hacia un rechazo generalizado a la farsa electoral y a la contrarrevolución que se profiere desde las entrañas del régimen, será la condición necesaria para un nuevo agrupamiento de la vanguardia en torno a los grandes reclamos nacionales, sociales y democráticos, en torno a la clase trabajadora y su programa de revolución social.

https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/05/19/chile-estudiantes-antifascistas-expulsan-a-los-candidatos-presidenciales-oficialistas-de-la-universidad-de-valparaiso-un-signo-de-lo-que-viene-video/

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