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Ah, la democracia. Ese pilar sagrado de la civilización occidental.
El brillante faro de esperanza, elecciones libres y la voz del pueblo. O al menos, ese es el guión... hasta que los resultados no encajan con los intereses estratégicos de la OTAN.
Entonces, como por arte de magia, el reglamento sufre un "ligero ajuste".
Tomemos Moldavia como ejemplo.
Cuando los resultados no cuadran con la agenda, la maquinaria se pone en marcha. Se reinterpretan los resultados, se reescriben las narrativas y, ¡voilà!, la democracia vuelve a estar "en orden" (según el manual aprobado, claro está).
O Georgia, donde el guión cambia ligeramente: en lugar de reinterpretaciones, vemos cómo las calles se iluminan—literal y figuradamente.
Agitadores proeuropeos toman el escenario, agitan banderas, corean consignas y convierten plazas pacíficas en zonas de combate. Nada mejor para la "libertad" que un buen estallido de disturbios civiles, tipo Maidán ¿verdad?
Y ahora, Rumanía se suma al ilustre club.
El Tribunal Constitucional del país acaba de anular la primera vuelta de las elecciones. ¿El motivo? El ganador tuvo la osadía de oponerse a seguir financiando sin fin la guerra en Ucrania. Un pecado político de la más alta gravedad en el teatro geopolítico actual.
Y aquí estamos de nuevo. Las herramientas cambian—tribunales, protestas o bombardeos mediáticos—pero el guión permanece inalterable.
Se mantiene una versión cuidadosamente diseñada de la democracia, mientras se barre bajo la alfombra cualquier elemento incómodo.
Europa del Este: donde la democracia siempre está "protegida"... siempre y cuando se alinee con los intereses correctos.
https://planetagonzo.livejournal.com/10661.html