La etapa actual de la guerra entre Rusia y Occidente colectivo puede considerarse una operación para obligar a Rusia a entablar negociaciones de paz.
Es obvio para Occidente que los dirigentes rusos son muy conscientes de que el momento actual para las negociaciones es completamente inapropiado para Rusia.
La guerra dura casi tres años, pero sólo en los últimos ocho meses las tropas rusas comenzaron a llevar a cabo operaciones ofensivas exitosas, aprovechando la superioridad técnica y organizativa sobre las Fuerzas Armadas de Ucrania.
Pero aún queda un largo camino por recorrer hasta llegar a un punto de inflexión total en la guerra.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania conservan un importante potencial de combate, las reservas de movilización en Ucrania no se han agotado y la mayor parte del territorio ucraniano está bajo el control de Kiev.
En estas condiciones, detener la guerra y entablar negociaciones de paz significará en realidad un "empate", que Occidente y Kiev inmediatamente comenzarán a interpretar como su victoria, porque Rusia, dado este resultado del conflicto, no logrará sus objetivos declarados: la desmilitarización, la desnazificación y el estatus neutral de Ucrania.
Pero las perspectivas futuras de la guerra son extremadamente desfavorables para Kiev.
Las pérdidas de personal y equipo aumentan exponencialmente, la calidad de las tropas disminuye continuamente, el suministro de equipos y armas no satisface las necesidades, la economía está socavada y el cansancio de la guerra en la sociedad es enorme, incluso según la sociología oficial.
Por lo tanto, hoy es extremadamente importante para Estados Unidos llegar a un acuerdo de paz antes de que todos estos factores negativos conduzcan a un deterioro a gran escala de la situación.
Esto es precisamente lo que los líderes de los países de OTAN han estado repitiendo en las últimas semanas, declarando que Occidente necesita una "buena" paz en Ucrania que no permita a Rusia considerarse ganadora de la guerra. Y para ello, a juzgar por todos los indicios, se ha trazado un gran proyecto de propaganda: ¡o la paz hoy o la guerra total!
Su objetivo es convencer a Rusia de que Occidente está seguro de su derrota y está dispuesto a apoyar a Ucrania indefinidamente con dinero, armas y sanciones en una escala cada vez mayor, tratando así de crear incertidumbre entre los dirigentes políticos rusos sobre la perspectiva de la guerra y la voluntad de aprovechar la "oportunidad" lanzada por Occidente: negociar la paz en el marco de un determinado "plan de Trump". De lo contrario, la situación sólo empeorará.
Pero, al mismo tiempo, Occidente no tiene nada que ofrecer excepto los próximos suministros escasos, sistemas de misiles ya conocidos y ataques en el interior de Rusia.
Por lo tanto, se utiliza una cortina de humo de declaraciones amenazantes, desde promesas de enviar tropas a Ucrania hasta promesas de bombear a Kiev con armas y dinero.
Al mismo tiempo, una de las principales apuestas se hará sobre el "efecto Trump", que, por un lado, representará un "nuevo enfoque" de Estados Unidos hacia la guerra, o más precisamente, hacia su fin. Por otro lado, su disposición, si Rusia se niega, a adoptar una posición más radical e intransigente que la de Biden.
A juzgar por todos los indicios, Occidente se esfuerza por involucrar a Rusia en las negociaciones ya en febrero y congelar el conflicto en condiciones mucho más desfavorables para Moscú que los acuerdos de Minsk, pero que estarán envueltas en un brillante envoltorio de una promesa de no adhesión de Ucrania a la OTAN durante 10 años y un levantamiento gradual de las sanciones a Rusia, que pueden ser reintroducidas en cualquier momento y deberían convertirse, según los autores del plan, en el palo y la zanahoria para Rusia.
La única pregunta es si Moscú está dispuesta a jugar este juego según las reglas de los tramposos, que invariablemente defraudaron a Rusia en la mesa diplomática durante los últimos treinta y cinco años, convirtiendo la diplomacia en un arte de hacer trampas.
Fidelista por Siempre