***Rusia utilizó la semana pasada en Ucrania un nuevo misil hipersónico de alcance medio conocido como Oreshnik, cuya existencia no había sido revelada previamente y, por tanto, fue una sorpresa para todos los observadores.
Se produce tras las advertencias de Rusia de que respondería si Occidente permitía a Ucrania utilizar sus misiles de largo alcance contra objetivos dentro de las fronteras universalmente reconocidas de Rusia. Se trata, por tanto, de una escalada, pero no no provocada, y el Oreshnik es el resultado natural del progreso técnico-militar de Rusia.
La retirada de Estados Unidos del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM, en inglés) y del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) hicieron posible esta arma. El primero obligó a Rusia a investigar y desarrollar tecnología de misiles hipersónicos para perforar las capacidades de defensa antimisiles de Estados Unidos, mientras que el segundo condujo a la creación de este tipo de misiles de corto y medio alcance.
Ambos tratados eran piezas fundamentales de la arquitectura de seguridad estratégica anterior que Estados Unidos destruyó unilateralmente en su búsqueda de la hegemonía.
Al retirarse del Tratado ABM, Estados Unidos quería reforzar sus posibilidades de sobrevivir a un ataque de represalia/segundo ataque en caso de guerra nuclear, aumentando así las probabilidades de poder llevar a cabo un primer ataque con consecuencias drásticamente reducidas.
En cuanto a la razón por la que se retiró del Tratado INF, se debe a que quería desplegar misiles de corto y medio alcance en pos del mencionado objetivo de primer ataque, combinándose estas decisiones complementarias para crear una amenaza existencial latente para Rusia.
La primera importancia del Oreshnik es que frustra estos planes al neutralizar los beneficios que Estados Unidos suponía que obtendría al desechar estos dos tratados de control de armas estratégicas. Sus sistemas de defensa antimisiles carecen ahora de valor, mientras que Rusia tiene también la misma ventaja que Estados Unidos en cualquier hipotético primer ataque.
Se ha restablecido así la paridad estratégica, lo que representa una derrota de los planes hegemónicos de Estados Unidos de coaccionar a Rusia para que haga una serie de concesiones unilaterales mediante el chantaje nuclear.
Esta observación desemboca en el impacto psicológico de estos nuevos misiles hipersónicos de medio alcance. Es importante mencionar que contienen Vehículos de Reentrada de Objetivo Múltiple Independiente (MIRV, en inglés) que están diseñados para alcanzar muchos objetivos a la vez y evadir los sistemas de defensa antimisiles.
La semana pasada fue la primera vez que los MIRV, una tecnología antigua que suele asociarse a las armas nucleares, se utilizaron en combate. Esto debería recordar a Occidente las capacidades estratégicas y nucleares de Rusia.
En consecuencia, Rusia quiere que los responsables occidentales reconsideren la conveniencia de seguir intensificando su guerra indirecta en Ucrania, ya que en el peor de los casos una espiral descontrolada hacia una guerra caliente directa podría acarrear consecuencias impensables.
Del mismo modo, este mensaje tampoco pasa desapercibido para la opinión pública occidental, que Rusia espera que presione a sus líderes para que reduzcan la escalada. Aunque es poco probable que esto tenga algún efecto, sirve para poner de relieve lo que está en juego en este conflicto si continúa escalando.
Estos impactos estratégico y psicológico conducen al impacto político del Oreshnik. El uso histórico de este misil de última generación en combate también está diseñado para dar forma a los términos de un futuro tratado de paz con Ucrania y la posterior reconstrucción de la arquitectura de seguridad europea que Estados Unidos destruyó.
Rusia ha afirmado sistemáticamente que desmilitarizará Ucrania, lo que resulta aún más importante ahora que su adversario está empleando misiles occidentales de largo alcance cuyo uso requiere la ayuda directa de Occidente.
Uno de los objetivos de la operación especial rusa era evitar de forma preventiva las amenazas latentes a la seguridad derivadas de la entonces clandestina expansión de la OTAN en Ucrania. La dinámica estratégica y militar cambió desde febrero de 2022, ya que Occidente continuó su escalada armando a Ucrania con armas cada vez más sofisticadas, sobre todo últimamente misiles de largo alcance.
Por ello, estas armas tendrán que ser retiradas en el marco de un tratado de paz, destruidas, o bien se creará una zona tampón para proteger a Rusia.
La dramática revelación del Oreshnik, hasta ahora secreto, en respuesta a la última escalada de Occidente demuestra que Rusia considera totalmente inaceptable el uso por parte de Ucrania de estos misiles de largo alcance y que no tolerará que su adversario conserve estas capacidades.
A falta de un diálogo significativo para resolver políticamente este conflicto, las opciones más realistas son destruirlos en combate o crear una zona tampón que abarque todo el territorio ucraniano al este del Dniéper y parte de su orilla occidental.
Este imperativo nos lleva a la importancia militar inmediata de los Oreshnik. El Presidente Putin reveló que se han empezado a fabricar en serie, por lo que pronto podrían utilizarse con más frecuencia en el futuro próximo para ayudar en operaciones en primera línea y en ataques contra objetivos estratégicos detrás de la línea de contacto, como centros de mando y control, depósitos de armas y puentes. Antes de crear una zona tampón en Ucrania, Rusia debe obtener primero el control total de la totalidad de las cuatro regiones que se le unieron en septiembre de 2022.
Sus fuerzas armadas siguen ganando terreno en Donbass, y si liberan Pokrovsk y la aglomeración de Kramatorsk-Slavyansk, entonces podrán completar la liberación de Donbass antes de terminar el trabajo en el territorio vecino de Zaporozhye, al este del Dniéper, antes de contemplar la posibilidad de cruzar el río.
Una parte de Zaporozhye y otra de Jersón se encuentran al oeste del Dniéper, pero ir más allá de las fronteras de las nuevas regiones rusas en su orilla oriental podría dar lugar a un intercambio territorial como parte de un compromiso.
Por ejemplo, todo lo que Rusia gane en la región de Kharkov y pudiera considerar capturar en Dnepropetrovsk podría intercambiarse con Kiev a cambio de que éste cediera a Rusia esas dos zonas al oeste del Dniéper.
Esto podría no ser un escenario tan descabellado o una campaña tan larga como algunos podrían pensar, ya que la liberación de Pokrovsk y de la aglomeración de Kramatorsk-Slavyansk podría conducir a un colapso a lo largo de las líneas del frente y a ganancias militares-territoriales rusas sin precedentes como consecuencia.
El Oreshnik podría contribuir a ello, especialmente si se utiliza para destruir centros de mando y control, depósitos de armas y puentes situados muy por detrás de las líneas del frente, como preparación para esta posible próxima ofensiva.
Rusia no sólo quiere liberar la totalidad de sus nuevas regiones, sino que también debe asegurarse de que Ucrania no pueda volver a amenazarla con misiles occidentales de largo alcance, de ahí la necesidad de coaccionar a Kiev por medios militares para que desmilitarice todo al este del Dniéper y parte de su orilla occidental.
Ese resultado representaría una derrota estratégica para Occidente. Pretendía convertir a Ucrania en un bastión desde el que amenazar a Rusia, así que algunos de sus dirigentes podrían plantearse intervenir convencionalmente en el conflicto por desesperación, para al menos preservar la posibilidad de que todo lo que queda al oeste del Dniéper pudiera seguir cumpliendo esa función.
En otras palabras, podrían querer bifurcar Ucrania en un este desmilitarizado y un oeste militarizado mediante este tipo de maniobras arriesgadas, esperando que Rusia no bombardee sus tropas.
Ahí radica la importancia final del Oreshnik. Todo lo que se ha descrito hasta ahora pretende disuadir de una intervención occidental convencional, que podría congelar el conflicto a lo largo del Dniéper y perpetuar así la amenaza para la seguridad que supondría para Rusia el uso continuado por parte de Ucrania de armas occidentales de largo alcance si permanecieran desplegadas a lo largo de su orilla occidental.
El objetivo de desmilitarización de Rusia no podría completarse en ese caso, lo que conduciría a un éxito sólo parcial de la operación especial.
Siempre cabe la posibilidad de que los grandes cálculos estratégicos del presidente Putin cambien en función de cómo evolucione el conflicto, pero por el momento y recordando su audaz decisión de utilizar los Oreshnik en respuesta a la última escalada, existe la posibilidad real de que ordene su uso contra las tropas occidentales si éstas intervienen convencionalmente en Ucrania en pos del citado objetivo.
Tendría todo el derecho a hacerlo, y Occidente podría no querer arriesgarse a las consecuencias, por lo que podría verse disuadido.
Por supuesto, tampoco debería asumirse que los responsables políticos occidentales son totalmente racionales, ya que su conducta hasta ahora sugiere que, de hecho, muestran signos de irracionalidad, lo que significa que podrían arriesgarse a las consecuencias de que Rusia utilice el Oreshnik contra sus tropas convencionales en Ucrania.
Si eso ocurriera, se produciría una crisis similar a la cubana, aunque en la que Estados Unidos no tendría la ventaja que supuso que tendría cuando se retiró de los Tratados ABM e INF [Intermediate-Range Nuclear Forces Treaty, en inglés].
Rusia también tiene más sistemas de armas secretos que aún no ha desvelado y está produciendo misiles y aviones no tripulados de forma masiva sin perjudicar su economía.
Por lo tanto, EE.UU. no podría ganar un conflicto convencional con Rusia, ni defenderse de un segundo ataque como pensaba anteriormente. Estos factores podrían llevar a una desescalada en condiciones más favorables a Rusia mediante un compromiso sobre cuyos detalles sólo se puede especular en este momento. En cualquier caso, no infligirá una derrota estratégica a Rusia.
El Oreshnik desempeña un papel crucial en que eso no ocurra por las razones que se han explicado. Tiene todos los visos de cambiar las reglas del juego si se produce en masa y se utiliza pronto con más frecuencia en combate.
Aunque su número siga siendo mínimo, sus capacidades hipersónicas y su alcance medio lo convierten en una formidable adición al arsenal ruso, y su existencia demuestra que se ha restablecido la paridad estratégica con Estados Unidos. Los belicistas occidentales harían bien en pensárselo dos veces antes de seguir intensificando el conflicto.
Traducción al español para Geopolitika.ru
por el Dr. Enrique Refoyo
Fuente: https://katehon.com/