***El analista internacional Andrey Kortunov habla sobre cómo encontrar una solución al conflicto ucraniano en las realidades actuales y la vulnerabilidad de Estados Unidos.
Por Andrey Kortunov |
En su declaración del 21 de noviembre, Vladimir Putin señaló que el uso por parte de Ucrania de sistemas occidentales de armas de precisión de largo alcance en territorio ruso, teniendo en cuenta la imposibilidad de su uso sin la participación de especialistas militares de los países productores, da al conflicto en curso ‘elementos de naturaleza global’. Es decir, las hostilidades en curso ya no pueden ser tratadas como un choque entre Rusia y Ucrania o incluso como una gran guerra regional europea. Tras cruzar otra línea roja, Occidente, representado por la administración de Joe Biden, se ha embarcado en el camino de globalizar la confrontación militar con Rusia.
¿Qué significa esta globalización en la práctica?
En primer lugar, ahora ninguno de los participantes directos o indirectos en el conflicto podrá sentirse a salvo proporcionando apoyo militar remoto a una de las partes.
Esta es una realidad fundamentalmente nueva en comparación con los conflictos regionales en los que anteriormente han participado grandes potencias.
En el siglo XXI, la geografía ha dejado de desempeñar en los asuntos militares el papel decisivo que desempeñó en épocas históricas pasadas. Una de las consecuencias de los procesos de globalización que aún no se han percibido plenamente ha sido la desaparición definitiva de la línea entre los conflictos regionales y globales.
Esta línea fue alguna vez uno de los cimientos de la estabilidad estratégica global.
En la segunda mitad del siglo pasado, la Unión Soviética podía ayudar a Corea del Norte o Vietnam en la lucha contra Estados Unidos sin temor a la perspectiva de un inevitable choque militar directo con Washington.
El apoyo soviético a Hanoi no impidió que el presidente Richard Nixon viniera a Moscú en mayo de 1972, negociara una distensión y firmara el Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT I). Del mismo modo, Estados Unidos podría ayudar a los muyahidines afganos en su enfrentamiento con la URSS durante casi diez años sin preocuparse especialmente por la posible escalada y expansión del conflicto a nivel global.
Además, hace apenas 40 años, el Pentágono consideró escenarios para una guerra nuclear ‘limitada’, en la que el campo de batalla entre la URSS y los EE.UU se limitaría exclusivamente al teatro europeo y el territorio de los propios EE.UU permanecería intacto.
Hoy, en el contexto de los cambios revolucionarios y las tecnologías militares, la erosión de las jerarquías internacionales tradicionales, la creciente dependencia de los políticos de la opinión pública cambiante, la creciente interconexión e interdependencia de los países y regiones más distantes del mundo, se vuelve casi imposible contener un conflicto importante a nivel regional. Y no sólo en el caso concreto de Ucrania.
Por ejemplo, si mañana comenzara una gran guerra en la península de Corea, muy rápidamente adquiriría los mismos ‘elementos de naturaleza global’ de los que habló el presidente ruso.
De la misma manera, cualquier conflicto importante en el Medio Oriente inevitablemente atraería a su órbita no sólo a potencias regionales sino también a potencias no regionales. Un posible choque entre China y Estados Unidos en el Estrecho de Taiwán o en torno a las islas en disputa en el Mar de China Meridional tomaría desde el principio la forma de un conflicto global más que regional.
La actual globalización técnico-militar está cambiando las ideas habituales sobre la fuerza y la debilidad de los Estados.
Por ejemplo, si antes las peculiaridades de la ubicación geográfica de los Estados Unidos y la presencia de numerosas cabezas de puente militares a una distancia considerable de las fronteras estadounidenses actuaban como ventajas geoestratégicas obvias de los Estados Unidos, hoy la situación parece exactamente la opuesta.
La presencia de casi 800 bases militares estadounidenses en más de 80 países de todo el mundo crea una gama única y extremadamente amplia de objetivos potenciales para ataques de diversas escalas y formatos.
De la misma manera, numerosos acuerdos de seguridad bilaterales y multilaterales ya no son un indicador de la fortaleza y la influencia internacional de Estados Unidos sino más bien una fuente de riesgos y vulnerabilidades adicionales.
En términos generales, un alto nivel de progreso tecnológico, un sistema político complejo, vínculos comerciales y económicos diversificados: todo esto en las condiciones de un conflicto moderno puede resultar un factor de debilidad, no de fortaleza.
Recordemos cuántos golpes han recibido los hutíes yemeníes de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países durante los últimos diez años.
E imaginemos que se ejercería la misma presión militar sobre Alemania, Francia o Gran Bretaña. Es poco probable que las principales potencias europeas puedan pasar tal prueba de fuerza.
Si un conflicto contiene un conjunto significativo de ‘elementos de naturaleza global’, entonces su resolución también debe incluir inevitablemente una dimensión global.
No se puede contar con una paz duradera y sostenible basada únicamente en algún tipo de acuerdo bilateral entre Moscú y Kiev. La solución final del conflicto presupone la creación de una arquitectura de seguridad fundamentalmente nueva, no sólo regional (europea), sino global (universal).
Este objetivo puede parecer demasiado ambicioso y es poco probable que se logre en un futuro previsible. Y, sin embargo, los contornos generales de la nueva arquitectura están empezando a emerger gradualmente.
Mencionemos al menos la Declaración de Kazán de los BRICS, adoptada en la cumbre del grupo el 23 de octubre, en la que no sólo se esbozan algunos elementos de la seguridad global futura, sino que también se revelan con considerable detalle.
Si en las esferas de la economía, las finanzas e incluso la cultura, los procesos de globalización son al menos parcialmente reversibles, entonces en las esferas técnico-militar y política-militar simplemente no existe una opción convincente para la ‘desglobalización’ – con el paso de los años, la indivisibilidad geográfica de la seguridad internacional se vuelve cada vez más clara e indiscutible.
Al contemplar determinadas decisiones en este ámbito, los líderes de las grandes potencias, que tienen la mayor responsabilidad en materia de seguridad en el planeta, deben calcular desde el principio las probables consecuencias globales de sus acciones, incluidas no sólo las inmediatas, sino también las de largo plazo. -. De lo contrario, el suicidio colectivo de la humanidad será sólo cuestión de tiempo.
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