España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

Nicaragua: Javier Hidalgo, militante de la causa sandinista

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***Un guerrillero a carta cabal, un militante de la causa más que un militar, aunque fue de los mejores jefes de BLI que tuvo el EPS.

Su amor al pueblo nunca fue una declaración teórica sino un modo de vida.

Prodigaba amor a la gente humilde y rechazaba a quienes abusaban del poder que otorga el uniforme.
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Su muerte fue un durísimo golpe no solo para el EPS (10 de julio de 1988) sino también para las estructuras del FSLN a las que estaba ligado. Por que él también velaba por la imagen de su partido en los territorios en los que combatía. Informaba cuando algo andaba mal, criticaba y recomendada. 

Era un hombre de Partido. Por algo le fue entregada de forma póstuma la Orden Carlos Fonseca.

La mañana del domingo en la que Javier cayó, yo estaba en mi casa en Matagalpa cuando llegaron Manuel Salvatierra y Carlos Zamora a darme la pésima noticia y a decirme que tenía que ir a darle la terrible noticia a Sadie Ma. Rivas

Ella estaba en el MIDINRA en un taller con el Movimiento Comunal. Inicialmente me negué a hacerlo pero al final no me quedó más remedio que ir a buscarla al lugar del evento que quedaba a una cuadra de mi casa.

Ni siquiera me acuerdo del trayecto. Solo recuerdo el profundo dolor de Sadie que a gritos se negaba a aceptar la noticia, al tiempo que golpeaba con sus puños la pared.

Ella se fue para su casa a contarles a sus hijos y a su familia. Zamora y Salvatierra le preguntaron si quería ir a traerlo a Juigalpa y que con quien iría. Dijo que conmigo.

En un IFA manejado por Salvatierra salimos de Matagalpa sin decir ni una sola palabra hasta que llegamos a San Benito. 

Allí Manuel nos preguntó si queríamos tomar algo y él se bajó a comprarnos unos refrescos que nos tomamos en el camino siempre sin hablar una sola palabra.

Al llegar a la V Región Militar vimos que ya estaba el cuerpo de Javier en una tarima con compañeros haciéndole guardia de honor y una multitud de gente del pueblo. Sadie subió por atrás a la tarima. Yo solo recuerdo que me senté en las sillas de abajo. Nada más.

Cuando veníamos de regreso me dijo con una cierta voz de mando "vos me tenes que asegurar que lo lleven directo a mi cuarto porque quiero estar sola con él".

Ya de regreso en Matagalpa, en cuanto llegamos a Matagalpa me tiré del IFA para ir a asegurar la orden. 

El féretro entró directo a su cuarto pero fue imposible detener la avalancha que fue tras él. 

Centenares de personas, o quizás miles, se habían hecho presente para despedir al legendario guerrillero y a una de los más firmes y aguerridos defensores de la Revolución Popular Sandinista, con una profunda conciencia de clase y una fidelidad a toda prueba a la causa sandinista. 

También Matagalpa estaba consternada por la tragedia que se había abatido sobre Sadie, una de las muchachas más queridas por todos.

Al día siguiente nos fuimos a Yali a su entierro.

Sadie quedó destrozada y durante varios años se le hizo imposible superar esa enorme pérdida. Me tocó acompañarla en ese largo duelo que todavía me duele. 

No se merecía ese agudo y sordo sufrimiento.

Javier Hidalgo vivirá por siempre como un ejemplo de ese hombre nuevo que, con los defectos propios de los seres humanos, alguna vez pensamos que era posible construir y que sigue estando en el centro de nuestras utopías.

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