***A fines de octubre, la Asamblea General de Naciones Unidas votará, por trigésimo segundo año consecutivo, una declaración de condena al criminal bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, único en la historia por su duración (ya casi 65 años), por su alcance (castiga a empresas y gobiernos de terceros países que comercien con Cuba), por su amplitud (además del bloqueo en sí, comprende un conjunto de leyes migratorias, listas negras y políticas de “cambio de régimen” activas, que van desde la propaganda abierta hasta la comisión y promoción de actividades violentas y terroristas).
Desde hace décadas, la inmensa mayoría de los países del mundo vota condenando el bloqueo, pero al mismo tiempo, la mayor parte de los medios lo describe con eufemismos como “embargo” y termina por regurgitar, de una u otra forma, los argumentos que desde Miami escupen las mafias anticubanas al servicio del Departamento de Estado.
La razón es doble: por un lado, esta inmoral e ilegal política afecta a todos los países del mundo independientemente de su orientación ideológica, y por el otro, todavía y a pesar de la crisis de Occidente, los medios y los periodistas “bienpensantes” están sometidos a una óptica proestadounidense.
“Algo habrá hecho Cuba”, dicen los medios del mal llamado “sentido común” y hablan de “ineficiencias” en el sistema y de que “Cuba debe abrirse al mundo”, como si no fueran los Estados Unidos los que intentan cerrar cualquier puerta que Cuba quiera abrir.
La situación actual de Cuba no es fácil. Después de la anunciada “normalización” de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en 2014 nada ha sucedido en sentido positivo. La administración Trump primero, y la de Biden después, revirtieron esos cambios y, si acaso, no han hecho otra cosa que endurecerlos aún más, incluyendo a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, dificultando aún más los viajes a Cuba y el envío de remesas a la isla y politizando aún más la migración haciendo uso de fachadas humanitarias.
A todo esto hay que agregar, claro está, la planificación, promoción y financiamiento de todo tipo de movimientos de “cambio de régimen” en la isla.
Por culpa del bloqueo, la lista negra terrorista de Estados Unidos y todas las otras sanciones, Cuba no puede exportar ni importar, los bancos no pueden efectuar pagos ni abrirle cuentas bancarias, las navieras no pueden atracar en puertos cubanos, cualquier operación con la isla se vuelve cara y engorrosa de modo que la industria cubana tiene problemas para abastecerse de materias primas y repuestos y el sector salud se ve privado de comprar medicinas, ni siquiera teniendo el dinero.
El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, denunció el mes pasado que el bloqueo le cuesta al pueblo cubano más de 421 millones de dólares mensuales, más de 13.8 millones de dólares diarios, y más de 575 683 dólares en daños por cada hora de bloqueo.
Esta es una suma exhorbitante para un país pequeño de 11 millones de habitantes, y esto ha sido así desde 1960 hasta la fecha.
Porque el bloqueo no es más que el castigo de Estados Unidos a una isla que osa seguir su propio camino en el Caribe desafiando al “Destino Manifiesto” y a la Doctrina Monroe.
La resistencia del pueblo cubano es bíblica, porque no es solo un bloqueo.
Se trata de una política que por más de 6 décadas ha incluido invasiones, actos terroristas, cientos de intentos de asesinato contra sus dirigentes y una campaña permanente de desprestigio y de invisibilización de sus muchos logros. Porque si ya seguir estando en pie y resistiendo es un logro, Cuba se da además el lujo de presentar unos sistemas de protección a la población envidiables, aún y en estas difíciles condiciones.
Como es sabido, en estos días la isla enfrenta una grave situación con su sistema eléctrico causada fundamentalmente por la falta de combustible y mantenimiento adecuado de las plantas de generación. Esto no es obra de ninguna “ineficiencia del sistema”, sino del bloqueo.
Desde Miami, Estados Unidos, los “influencers” y medios contratados por el Departamento de Estado dicen que “el bloqueo no existe” y al mismo tiempo que es un “pretexto” del gobierno cubano para esconder sus deficiencias. Si “no existe”, ¿por qué dicen que es un “pretexto”? Y si es un “pretexto”, ¿por qué no lo levantan?
Al mismo tiempo, esos mismos medios, cuando pretenden analizar “seriamente” la situación, reconocen abiertamente que la CIA y el Gobierno de Estados Unidos siguen desde el espacio a cada tanquero que con los transponders apagados se aproxima a los puertos cubanos para intentar burlar el bloqueo y entregar algo de combustible, con el fin de demandar a la empresa dueña del buque.
El descaro y la hipocresía de los Estados Unidos con respecto a Cuba son totales. Se podría decir que demuestran su impotencia para, tras más de 6 décadas de guerra, doblegar la voluntad de independencia del pueblo cubano.
Los objetivos de esa propaganda son evidentes para el pueblo cubano dentro de la isla y también para quienes han decidido emigrar, no con el objetivo de sumarse a la agenda imperial conra Cuba, sino simplemente para buscar nuevos horizontes.
Lo que quiere el imperio es que Cuba se convierta en Haití, un país dominado por las mafias y sumido en la miseria. El problema es que, para hacer de Haití lo que ese país vecino es hoy, las potencias coloniales tuvieron que tener éxito en el terreno en el que fracasaron con Cuba: invadirla y destruirla.
El pueblo cubano prevalecerá porque ya ha pasado por otras pruebas más duras que esta. Reservas morales, tiene de sobra, pero además también tiene a su favor los vientos de la historia.
Esta semana, en Kazán, Rusia, se celebra la décimosegunda cumbre de los BRICS, y en ella se discutirán temas decisivos para la transición a un nuevo orden mundial multipolar, como la creación de una nueva arquitectura financiera que reemplace el dominio del dólar.
Uno de esos temas será la solicitud de membresía de Cuba en los BRICS, lo que constituirá el mayor desafío al bloqueo estadounidense a la isla.
Y la semana próxima, la inmensa mayoría de las naciones volverá a votar por una condena al bloqueo, pero esta vez con una alternativa concreta sobre la mesa a las brutales políticas estadounidenses como las que Washington aplica contra el pueblo cubano.
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