El socialismo en cuanto modo de producción constituye un cambio ideológico en la forma de asumir la lógica de la naturaleza de las relaciones sociales; así como, en la forma en que los seres humanos valoramos esa realidad.
La lógica del ser humano frente a la naturaleza, frente a la relación con otras personas y frente a sí mismo cambia con el socialismo.
Cambia su forma de asumir lo que es normal; su forma, de entender las relaciones entre los distintos hechos que constituyen su realidad: su cotidianidad. Sus manifestaciones políticas, económicas, culturales y sociales cambian como resultado de la negación de la forma de hacer estas actividades en el capitalismo.
Y, en cuanto tal, desarrollan nuevas formas de relacionarse políticamente, para la toma de decisiones, nuevas formas de relacionarse económicamente, para cubrir las necesidades materiales del ser humano, nuevas formas de expresar la naturaleza humana a través de la cultura y nuevas formas de relacionarse socialmente para distinguirnos los unos de otros. Sin que esa distinción implique, como en el capitalismo, diferencia inhumanas de calidad de vida; sino, por el contrario, plenitud en el desarrollo de las capacidades y habilidades individuales de los seres humanos para el disfrute individual y colectivo de nuestra humanidad.
En ese sentido, la espiritualidad socialista se presenta como una negación a la inseguridad emocional que genera la espiritualidad capitalista. Ya no son necesarios los hábitos emocionales que, en cuento mecanismo de defensa, nos llevan a reaccionar de manera virulenta o sumisa a situaciones adversas creadas por relaciones sociales insanas.
Hábitos que, alguna vez, nos permitieron encontrar la integridad mental necesaria para sobre vivir; pero, que quizás hoy ya adultos no son necesarias. En el socialismo, y más aún en el comunismo, las relaciones humanas cambian para la tranquilidad emocional de nuestra humanidad. Ya no es necesario pensar «yo sobre todos el mundo para sobrevivir»; sino, nosotros compartiendo y disfrutando nuestro vivir.
La lógica en nuestra forma de asumir la felicidad cambia en el socialismo, porque nace de relaciones humanas de convivencia, colaboración mutua, participación consciente, disfrute, responsabilidad en la toma de decisiones, relación armónica con la naturaleza y paz interior del ser humano.
El miedo, la amenaza, la humillación, el irrespeto, la angustia y el sobresalto serán cosa del pasado. En el socialismo, la paz interior será el resultado de una manifestación profunda de compromiso con la humanidad, que nace como resultado de la negación de la existencia de toda amenaza, angustia o temor en la mente de los hombres y mujeres.
En el socialismo, la paz interior no será una búsqueda angustiosa por escapar de la realidad; sino, una manifestación plena de la tranquilidad de la mente. Una mente que actúa sin sobresaltos ni aceleramientos sino con parsimonia y equilibrio expandiendo las capacidad humana a límites no conocidos.
La búsqueda alocada de placeres que impone el modo de producción capitalista para profundizar la dominación de unos pocos llenos de amenaza y temor sobre una mayoría desesperada, acelerada y sin orientación se ve negada en el socialismo y restituida su humanidad.
El socialismo reivindica una mente tranquila, equilibrada y lenta que es capaz de disfrutar de sí misma y de sus relaciones con los demás. Ya no es necesario que la mente reaccione con violencia o sumisión porque está equilibrada. Ya no es necesario correr sin orientación porque existe una mente tranquilidad que sabe disfrutar de la vida buscando internamente la paz y el amor que necesita, aprovechando, ahora sí, a plenitud, su relación con su entorno.
En el socialismo, y más aún en el comunismo, las relaciones de producción estarán enraizadas en esta espiritualidad socialista que definitivamente cambia la dimensión humana. Convirtiendo al hecho productivo en una parte sustancial de la realización humana; negando así, la explotación capitalista.
El papel de los líderes de la vanguardia económica y política, en el proceso revolucionario, será contribuir e impulsar la auto transformación ideológica de todos los trabajadores y la trabajadoras, comenzando por sí mismo, a fin de construir la espiritualidad socialista capaz de romper las cadenas de la esclavitud que subyacen en nuestras mentes desde hace siglo.
En el comunismo nuestra mente será libre y estará en paz consigo misma: estará en equilibrio con ella, con los otros seres humanos y con la naturaleza. El comunismo no es solo una necesidad económica para la sobre vivencia humana; sino, una necesidad de la mente y el espíritu de las mujeres y hombres, niños, adolescentes y ancianos para encontrar nuestra humanidad. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo!
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