Es una de las caciques más distinguidas de su tierra natal.
Su nombre significa “flor de oro”. De ella se dice que era una mujer muy notable, siempre creyó en la paz y en la justicia. Era muy generosa y bondadosa.
Amaba mucho a su gente. Pero esas virtudes fueron la causa de su condena: la ahorcaron.
El 5 de diciembre de 1492, cuando Colón y su tripulación arribaron a la isla que los aborígenes llamaban Quisqueya, Bohio, Babeque y Ayti, los españoles la bautizaron como La Española (Haití- República Dominicana).
En aquel entonces el dominio de la isla era de los taínos, y según Bartolomé de las Casas, había cinco cacicazgos.
El cacicazgo con mayor territorio era Jaragua y su líder era el hermano de Anacaona: Bohechío. Mientras tanto, Anacaona vivía en Managua con su esposo Caonabo.
Antes de finalizar el año de 1492, Colón ordenó la construcción de un fuerte, el cual bautizaron como el Fuerte de la Navidad.
Ahí dejó a 39 hombres y les dijo que no abusaran de las personas que vivían ahí pero no le hicieron caso. A su regreso, de 1493, encontró el fuerte destruido.
Los hombres que había dejado fueron asesinados. Según Gonzalo Fernández de Oviedo, “los indios, no pudiendo sufrir sus excesos porque les tomaban las mujeres e usaban de ellas a su voluntad, e les hacían otras fuerzas y enojos, como gentes sin caudillo e desordenada".
Los españoles culparon al cacique Caonabo. Según unas fuentes no fiables, Anacaona, al enterarse de que los indígenas estaban siendo maltratados, avisó a su esposo Caonabo y lo convenció de atacarlos.
Sin embargo está versión es inverosímil. Anacaona estaba muy lejos de ese lugar.
Tanto que le habría tomado tres días en llegar al lugar de los hechos. Se creé que Caonabo fue inculpado con falsas acusaciones. Además fue apresado de forma engañosa.
"Caonabo murió cargado de cadenas y grillos (grilletes)", según De las Casas, cuando una tormenta hundió la embarcación que lo llevaba a España, en 1496.
Después de esto Anacaona se fue a vivir con su hermano Bohechío en Jaragua, dónde era acatada y temida.
Y cuando, poco después, el hermano menor de Cristóbal Colón, Bartolomé, llegó al cacicazgo, a pesar del deterioro de la relación con los conquistadores, Anacaona persuadió a Bohechío a reconocer la soberanía de los Reyes Católicos y comprometerse a pagar un tributo que el adelantado había impuesto ya en otras regiones de la isla.
El encuentro entre los naturales y los españoles fue alegre. Bartolomé recibió muchos obsequios. Y él a su vez los invitó a subirse a una de las naves.
En 1502, Anacaona perdió a su hermano.
En reconocimiento a su liderazgo fue nombrada cacica de toda la isla Jaragua. Para entonces ya había enfrentamientos entre españoles frustrados y caciques que luchaban por su tierra.
El nuevo gobernador de las Indias, el comendador de Lares frey Nicolás de Ovando, se propuso pacificar la isla, y el lejano cacicazgo de Jaragua estaba en su mira, no sólo porque era donde se habían refugiado los españoles sublevados, sino porque le habían llegado rumores de que Anacaona y otros caciques estaban conspirando en contra de la Corona. Pero esa pacificación era con la punta de la espada.
El gobernador organizó a sus tropas y partió rumbo a Jaragua, mientras que Anacaona organizaba un gran recibimiento y lo esperaba.
Era un domingo de julio de 1503, cuando Anacaona recibió a Ovando en la plaza de Jaragua con gran fiesta de baile y canto, como era su costumbre.
El gobernador había venido con 70 hombres a caballo y 200 peones. Al encuentro asistieron otros caciques súbditos de Anacaona.
Tras varias demostraciones de paz y celebración, los caciques y acompañantes se congregaron en una casa de madera y paja. Ahí Ovando dió una señal: los apresaron, los amarraron y quemaron vivos.
Otros, atacaron a los indígenas que quedaron afuera. Las fuentes mencionan que los niños que trataban de huir les cortaban las piernas. Y a otros les atravesaban con una lanza.
Anacaona y su hija sobrevivieron lo que pasó a la historia como la Masacre de Jaragua. También se salvó Guarocuya o Enriquillo, sobrino de la cacica, quien 15 años después se rebelaría contra los españoles.
Sin embargo, la "suerte" de la cacica sería efímera.
Fue apresada, llevada a Santo Domingo y condenada a la horca por conspiración.
El director del Museo de Anacaona dice que "fue la reina taína más amada de todo el pueblo.
Hasta su último día de vida no bajó la cabeza y donó su vida por ellos".
Por su parte, Navarro simplemente la describe como "la máxima líder de toda la población, no solamente en esta isla (Española), sino que abarcaba Puerto Rico, Cuba y parte de Jamaica".
Por Armando Bautista