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2023 será un año de definiciones importantes, empezando por el conflicto en Ucrania.


Mis palinuros y atlántidas, antes que nada, que haya un 2023 sorprendente, en el buen sentido, lo que en sí una ambigüedad, porque lo que para unos estará bien, para otros será lo contrario. 

Pero ustedes entenderán a qué me refiero, que no soy de los que ocultan filias y fobias, al menos en el campo político.

Como todos son inteligentes e insensatos (van de la mano), estarán imaginando que el año que inicia viene con traca, mejor dicho, con más traca que la que se dio en 2022.

2023 será un año de definiciones importantes, empezando por el conflicto en Ucrania. 

No se engañe nadie, en semanas, ese escenario empezará a arder de verdad, pues Rusia irá con todo, excepción hecha -esperemos-, de las armas atómicas. 

La OTAN lo sabe y andan sus miembros apurados en enviar cuanto antes miles de toneladas de armamento al gobierno UKronazis pelele, no vaya a ser que su desangrado ejército termine de derrumbarse antes de tiempo. 

Eso dejaría muy mal a EEUU, aunque en Washington ya tienen experiencia en eso de ver derrumbarse a sus ejércitos nativos, como recordarán de Vietnam y Afganistán.

Hay quienes creen que la guerra en Ucrania será larga y que veremos a Rusia empantanada en un conflicto interminable. 

Quienes se figuran este escenario son, casi todos sin excepción, atlantistas convencidos, que coleccionan pasquines de Superman y sueñan por las noches que son una suerte de Batman no disfrazado. 

Nosotros, que militamos en el bando de la dialéctica materialista y no creemos en superhéroes, vemos otro escenario.

De entrada les diré que he creído, desde un principio, que EEUU y el gallinero europeo incurrieron en un error estratégico colosal al convertir lo que era un conflicto limitado y de fácil arreglo, en una guerra entre Rusia y la OTAN, o, para decirlo más claro, en una guerra de EEUU y la OTAN para derrotar a Rusia y arruinarla. 

Esa idea aventurera y fuera de la realidad la lamentarán muchos años.

No es preciso ir a West Point para conocer lo básico de la cosa militar. 

Basta leer a Tucídides y examinar las causas de la derrota alemana en la I Guerra Mundial para entenderlo. 

Veamos.

Dice Tucídides que las guerras son, sobre todo, una cuestión de dinero. Dinero para obtener los recursos que exige una guerra: dinero para pagar el salario que permite reclutar soldados; dinero para el abastecimiento de las tropas; dinero para obtener las armas necesarias... 

En tiempo de Tucídides todo se movía a lomo humano o animal, no había de otra. 

Hasta los barcos iban a remo. De manera que, en la época de Tucídides, la comida era lo que proporcionaba la energía necesaria para bestias y hombres. 

El brazo de los armeros se movía gracias a la comida. Así que el dinero se empleaba, principalmente, en obtener comida (energía).

Alemania perdió la I Guerra Mundial sin haber perdido una batalla ni ver su territorio invadido. 

Alemania tuvo que rendirse porque se quedó sin alimentos para el ejército y el pueblo y sin petróleo para mover maquinarias y vehículos. Se quedó sin fuentes de energía. 

El trauma general que provocó aquella derrota sin derrotas militares caló tan hondo en el país que, aún hoy, Alemania mantiene una reserva estratégica de alimentos de 800.000 toneladas. 

Midan desde la perspectiva histórica el impacto de aquella derrota por carecer, simplemente, de alimentos básicos y de petróleo y gas.

Veamos a Rusia. Es un país-continente, con 17 millones de kilómetros cuadrados. 

Hay, en Rusia, literalmente, de todo. Energía para mover el país y a un cuarto del mundo; alimentos en tal abundancia que es el primer exportador de trigo y cereales, además de exportar carne, lácteos, aceites y etcétera a buena parte de su vecindario.

 Dispone de todos los minerales necesarios (primer exportador mundial de titanio, por ejemplo). Por último, tiene una población grande (150 millones de habitantes) y altamente educada. 

Es una superpotencia espacial y sus capacidades humanas y de recursos han permitido resistir con tanto éxito la batería de brutales sanciones atlantistas que el tiro les salió por la culata a los atlantistas (de hecho, las sanciones han movido a Rusia a lanzar el mayor proceso de reindustrialización desde el lanzado por los bolcheviques). 

Los países de este club de agresores e invasores están en crisis, mientras Rusia terminó 2022 con las mayores reservas internacionales de su historia. 

Si la Alemania de 1918 era la cruz, la Rusia de 2022 es la cara, sonriente y segura, de un país que sabe de su poder y del poder de ese poder. 

Para recordarlo, mandó de paseo un barquito con misiles hipersónicos Kinzal y recién anunció que los drones submarinos Poseidón (llamados "el arma del juicio final") están siendo fabricados en serie, después de superar todas las pruebas.

De ahí que mi perspectiva del conflicto en Ucrania no contemple una guerra larga. 

Al contrario, creo que, en algún momento de este año (puede que del siguiente, pero no más), el ejército ukronazi colapsará por falta de reclutas y de dinero, del mismo modo que no pocas economías europeas se sumirán en graves crisis. 

Porque, al final de todo, el control de la energía es el control del poder y quien tiene la energía, en este escenario, no es Europa, sino Rusia.

Y aquí los dejo, que esto empezaba con el propósito de ser un escueto saludo de año nuevo y poco más y escribo una novela.

Lo dicho, que 2023 sea de traca, de traca de las buenas (ya me entienden).

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