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Rusia, ¿La Paz A Cualquier Costo?

Edelberto Matus

Nuestro justificado odio al imperialismo yanqui, al injusto sistema capitalista, el cariño por Rusia, la comprensible nostalgia por la Unión Soviética y el gran proyecto socialista que llevaba adelante la otrora superpotencia mundial y la formidable historia de luchas y victorias del gran estado euroasiático, nos ha sumado sin reservas a los que creen que en todo lo que el gobierno ruso desde el 24 de febrero (inicio de la Operación militar especial) ha venido diciendo.


Ciertamente el sistema de injusticia y explotación impuesto por el capitalismo global, ha entrado en crisis pese a la renuncia a aceptar tal realidad por parte de las élites que hasta ahora han dispuesto a su antojo de los recursos naturales y el trabajo de toda la humanidad en su propio beneficio mediante la guerra, la economía y la manipulación cultural. 

Hoy, gracias a la resistencia de los pueblos y al surgimiento de polos económicos, políticos y militares en competencia con el statu quo del liberalismo burgués, la marcha de la historia sigue su curso en su dialéctica indetenible.

Países como China y Rusia lideran esa lucha por la construcción de un nuevo paradigma en las relaciones internacionales, la multipolaridad que debe de traer al mundo posibilidades de mayor justicia en las relaciones Internacionales, en el intercambio comercial, mediante el respeto a la singularidad y autonomía de cada nación, que deben de conllevar hacia la paz y la colaboración internacional.

En ese entendido comprendemos que la llamada” Operación militar especial” (OME) llevada a cabo por la Federación rusa en Ucrania y territorios independentistas del Dombás (hoy territorios de Rusia) han sido una obligada respuesta a los planes de expansión de la OTAN que pretende cercar y si fuera posible, destruir a Rusia.

Sin embargo, luego de nueve meses de guerra en esos escenarios, con avances y retrocesos propios de la dinámica de la guerra y las decisiones políticas, tanto Rusia como en algunos círculos políticos importantes de occidente se habla de la apertura de un proceso de negociaciones que lleven a la paz justa y duradera. 

Pero cada lado tiene su propia concepción de los términos “negociación” y “paz”.

Rusia ha resistido lo impensable frente a las mayores sanciones económicas (en realidad un componente esencial de la feroz guerra híbrida largamente planificada e impuesta por Occidente) y el cerco informativo y desinformación que jamás una nación ha sufrido. 

Sin embargo, Rusia no solo ha resistido, sino que incluso ha logrado mantener los números de su economía y soportar el peso de una guerra de “uno contra todos” con resultados más que notables. 

Empero, todo tiene límites y los gobernantes rusos también saben que los tiempos de la guerra tienen caducidad y deben en algún momento dar paso a las negociaciones de paz, sino se alcanza una victoria contundente sobre el enemigo o si acaso se ha logrado un mínimo aceptable de tus objetivos de guerra. Pero esto no debe de ser a cualquier costo.

Importantes funcionarios y voceros del gobierno encabezado por el presidente Vladimir Putin hablan hoy de estar dispuestos a sentarse a negociar el fin de la guerra.

¿Por qué Rusia necesita poner fin a la guerra sin haber conseguido todos los objetivos de la OME?

Rusia es un país inmenso con recursos naturales casi ilimitados, pero cuya economía, en los últimos treinta años de exposición al neoliberalismo y el control de grupos de la oligarquía empresarial y financiera rusa y europea, depende de un modelo primario exportador, que en las condiciones actuales de guerra juega en contra del país pues tiene que hacer uso de intermediarios (obligado por las sanciones) no muy fiables y socios comerciales que juegan sus propias cartas.

Aquí también cabe mencionar que el desarrollo económico y tecnológico impuesto por los intereses de esas élites económicas internas y extranjeras, en los últimos treinta años ha transitado por necesidades del mercado, pero no a los intereses estratégicos del país.

En consecuencia, Rusia se ha quedado un poco a la zaga en el desarrollo nacional de tecnologías claves para la paz y la guerra como, por ejemplo, la de semiconductores de las que depende para desarrollar su industria civil y, sobre todo, militar. La mayoría del complejo militar industrial ruso está en manos privadas cuyos intereses no necesariamente está en concordancia con los del gobierno y el pueblo ruso.

La economía rusa es hasta ahora una extensión del mercado global (la “gasolinera de Europa” le llamaban despectivamente), donde una parte de la clase empresarial no responde a los intereses nacionales, sino a los mercantiles e incluso quisieran continuar con el saqueo de los recursos de los pueblos que conforman la Federación de Rusia, aunque para esto fuera necesario que Rusia perdiera la guerra frente a la OTAN.

Hoy en dia, Rusia no puede, como en tiempos de la URSS, poner al servicio del pueblo y la victoria total sobre sus numerosos y poderosos enemigos todos los recursos materiales y humanos de la nación. 

Es otro sistema, otra ideología, otro país y otra mentalidad.

Rusia al igual que lo que sucede en todas las sociedades industriales y periféricas del mundo que gravitan o han gravitado alrededor del Sistema capitalista, su imposición de antivalores y la contracultura, también se enfrenta a la apatía social (que influye en la economía, la política, la defensa de la soberanía y los valores culturales nacionales) por lo que tiene que hilar fino para poder avivar la llama del patriotismo entre importantes capas de su propia ciudadanía, sobre todo aquellos nacidos después de los años noventa.

Durante los treinta años que siguieron a la caída de la URSS, la población fue sometida a un intenso proceso de “despolitización” que sumió a una parte considerable del mismo en la apatía, proceso guiado por las nuevas élites y los medios masivos globales que condujo al despojo de sus valores patrióticos y del amor a sus ricas tradiciones y cultura milenaria, rindiéndose a la concepción más individualista de la ideología del liberalismo burgués occidental.

Hay lucha política interna, pues la guerra sólo ha silenciado (pero no eliminado) la competencia política e ideológica, sobre todo aquella que es avivada y financiada desde el exterior. Eso hace que el gobierno y el partido en el poder sea muy cauto, al punto de revertir importantes decisiones, medidas y planes anteriormente tomadas y prometidos. No olvidemos, repito, que Rusia es hoy un país liberal, capitalista a diferencia de la extinta Unión Soviética.

A nivel internacional, Rusia lucha por evitar el aislamiento en el concierto de naciones y las organizaciones internacionales y aunque las sanciones económicas también lesionan a las economías europeas y de otras regiones del mundo, los gobiernos de las más importantes han cerrado filas con los yanquis.

China juega un rol basculante, cuida mucho sus propios intereses, pero no se define al lado de Rusia, aunque aprovecha las dificultades económicas rusas cuyos hidrocarburos y metales están impulsando aún más el acelerado desarrollo del gran dragón, pareciera que China en esta coyuntura no se siente tan fuerte para retar a los yanquis, evitando asociarse con Rusia, un aliado que le daría la ventaja definitiva. 

Los cálculos políticos priman.

La India, otros países del BRIC y “aliados” de temporada como Turquía o Arabia Saudita no garantizan a largo plazo la fortaleza comercial de Rusia. Y los rusos lo saben.

Europa occidental que debe su desarrollo y poder económico desde los años setenta a Rusia (antes URSS) necesita sus recursos y por eso están necesitados de un “borrón y cuenta nueva” (que no podrá ser) aunque dejen abandonado a los ucranianos a la orilla de la acera. 

Son los círculos del poder económico y de la ciudadanía los que exigen un acuerdo con Rusia, aunque por lo pronto esto no detiene (por presiones del Estado profundo aferrado ala destrucción total de Rusia) el apoyo militar, financiero y político al régimen fascista que gobierna Ucrania.

Los gringos viven su propia novela. Aunque el establishment sabe cuáles son sus objetivos para tratar de detener la caída libre de su imperio mundial, en la epidermis política el país de las barras y las estrellas, los ácaros de la política tradicional yanqui se enfrascan en una lucha nunca vista por el poder, por lo que el declive económico, los altos precios, las facturas impagables asociado a la inflación y a procesos más profundos agobian a los votantes y dañan su acceso al sueño americano. 

Recomponer estas cosas también pasa por poner el pie en el “clutch” o en el freno de la política exterior y “el conflicto eslavo” es toral. Por eso ha habido canales abiertos con los rusos donde halagos, presiones y amenazas se confunde en un diálogo “secreto”. Retroceder aquí, avanzar allá. Dar acá, entregar allá.

Es importante subrayar que los gringos y sus socios entienden perfectamente la situación interna de Rusia, las presiones a las que está sometido el gobierno y sus dirigentes, de tal manera que si bien es cierto también necesitan un final “feliz” de la OME, también comprenden que no deben de renunciar a su principal objetivo. 

Destruir o al menos debilitar a Rusia, a tal punto que esta no sea ni competencia económica, ni una amenaza política a sus ambiciones de continuar saqueando al mundo a su antojo. Por eso presionan por un acuerdo que más se acerque a una capitulación de Rusia ante Occidente.

Algún acuerdo regional y el entendimiento necesario en aspectos de seguridad entre la OTAN y Rusia, es decir, entre los gringos y Rusia. 

Acabar el conflicto antes o durante el presente invierno. Para eso Rusia entregó el óblast de Járkov, la ciudad y alrededores de Jerson y fue complaciente con un “acuerdo de cereales” que nunca le benefició. El sacrificio mayor será abandonar los objetivos más importantes de la OME.

En la hoja de ruta de posible negociación con los gringos, Rusia da por hecho que Ucrania perderá definitivamente su región más rica:

El Dombás con sus dos provincias, Donetsk (quizá todo el oblast, incluyendo a Kramatorsk, Artemovsk y Avdeevka) y Lugansk; el oblast de Zaporozhie y el de Jerson que asegura el corredor terrestre para la joya de la corona: La Península de Crimea que garantiza disputarle el dominio del Mar Negro a Turquía y hacer del Mar de Azov, un mar interior de la Federación de Rusia.

Veremos si los rusos también logran que en el acuerdo con los gringos que evite la entrada en la OTAN de Ucrania, Finlandia, Suecia y Georgia. Acuerdos que de haber realismo y voluntad política de las partes podría sentar las bases para nuevos tratados en un futuro cercano sobre limitación de armas de alcance medio en Europa.. Algo difícil, pero no imposible. Sería un gran triunfo de Rusia.

Con un acuerdo de paz realmente proactivo, Ucrania evitará, su destrucción total tarde o temprano y logrará conservar la mayoría de su territorio, aunque su economía ya está en bancarrota y necesitará años para restablecerse.

China quedaría entonces frente a frente a los gringos y la OTAN recargada con las naciones adversarias del Asia- Pacífico.

Una última reflexión: Si e bien es cierto que con el empecinamiento de la expansión de la OTAN la OME era inevitable, también es la necesidad del acuerdo de paz, pero de una cosa estemos seguros, Rusia, aunque tenga incidencia en los conflictos regionales como hasta ahora, nunca será una superpotencia mundial, mientras no haya un cambio político y económico sustancial interno. Su desempeño en esta guerra dejó al descubierto muchas contradicciones y falencias.

De paso tenemos que decir que a China tampoco aún le alcanza para ser la superpotencia global que pretende su dirigencia. Su destino está en una gran alianza, donde Rusia esté presente.

Los gobiernos europeos, aun odiando a Rusia, con un acuerdo temprano que detenga al menos el gran daño económico y social que ya están viviendo, saltarán en un pie de alegría.

Pero hay malas noticias: Si el mundo multipolar no se concreta, el empobrecimiento de Europa occidental nos anuncia que muy pronto el mundo volverá a ver una guerra en ese continente. Carecen de recursos naturales, con una población acostumbrada al derroche, mientras el mundo ya aprendió cuánto valen sus propios recursos.

Si no hay acuerdo temprano (antes del invierno) o en los primeros meses del 2023, la OME evolucionara a guerra total y la destrucción de Ucrania será inevitable, aunque el costo económico y político acarrear a Rusia un gran deterioro, tendrá que propiciar cambios conceptuales e ideológicos que lo lleven a su sociedad más allá del liberalismo y el tradicionalismo ruso que lo lleven a una alianza estratégica con China. Rusia no puede permitirse ser derrotada.

Pero alejándonos del pesimismo, en resumen, a pesar de los grandes costos políticos, Rusia sale ganando de este conflicto que en realidad es el primer cara-a-cara contra la OTAN y sus aliados. 

Aumentará su territorio, asegurará aún más sus fronteras, puede ser que consiga un buen acuerdo sobre detener la expansión de la OTAN que potencialmente pone en peligro la seguridad del país; quizá en el combo se logre un acuerdo sobre limitación de armas en Europa.

A lo interno ha logrado saber realmente el estado y potencialidad de sus Fuerzas Armadas, su industria militar, su economía, sus fuerzas sociales, la capacidad de las fuerzas reaccionarias y antipatriotas, cuáles son las necesidades, por dónde hay que enrumbar al Estado para hacerlo más fuerte invencible.

Edelberto Matus.

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