ZENOBIA, SIEMPRE ESTARÁS ENTRE NOSOTROS (+ 15.06.2022)
Pese a que Zenobia García era matagalpina, nació y creció aquí, la conocí hasta que a mediados del 76 fuimos ubicadas -junto con otros dos compañeros- en una Casa de Seguridad en la Colonia Centroamérica de Managua, como integrantes del Comité Ejecutivo del FER. Luego alguien me dijo que esa casa era de la mamá de Julián Roque y que estaba quemada. Antes tampoco nos habíamos encontrado en la Universidad.
Desde mediados o finales del 76 convivimos, semi clandestinas, en esa que más que casa era una apartamento largo con dos ambientes.
Dos colchones en el suelo en los que nos rotábamos para dormir en pareja, era el escasísimo mobiliario que teníamos. Cuando nos tocaba el cuarto que daba a la calle, estábamos de oficialía de guardia.
De los cuatro que integrábamos el Comité Ejecutivo del FER, cada quien tenía sus propias responsabilidades sin que el resto supiera de qué se trataba.
A mi me tocaba atender Nagarote, algunas células obreras de los barrios de Managua y al FER de secundaria. Así tuve el privilegio de coordinar ese trabajo con Eduardo Cuadra Ferrey, Douglas Pichardo, Marcos Sequeira, entre otros compañeros que con una gran mística, entrega y compromiso impulsaban el trabajo revolucionario en el movimiento estudiantil de secundaria.
Zenobia también tenía sus responsabilidades particulares las que salía a cumplir sin que el resto supiéramos de que se trataba. Pese a que era muy platicona y afable nunca dejó traslucir cuales eran sus tareas.
Periódicamente nos reuníamos con nuestro responsable, el clandestino Quincho Ibarra, quien llegaba una o dos veces por semana a controlarnos el trabajo. De vez en cuando lo acompañaba Carlos Arroyo y entonces, matagalpino él/matagalpina ella, se producían momentos en los que Zenobia y Carlos recordaban su adolescencia y su antigua amistad, de una manera tal que nadie lo entendiera para no externar que eran conocidos. Esto pese a que todos sabíamos quién era quien pues procedíamos del medio universitario y tanto Quincho como Carlos eran connotados líderes estudiantiles.
Zenobia no tenía mamá pues había muerto y por eso tenía un vínculo fuertísimo con su padre.
Todas las noches se ponía muy triste y se lamentaba de haberlo dejado solo para asumir nuevas y más importantes tareas que ya no le permitían viajar a Matagalpa a verlo.
De vez en cuando lloraba al recordarlo pero nunca dio muestras de querer abandonar la lucha por esa circunstancia. Siempre se mantuvo firme y muy comprometida cumpliendo con sus tareas con esa forma de ser suya, dulce, respetuosa y sonriente.
En el transcurso de este trabajo nuestro como ejecutivos del FER, una de las personas que lo integraban cometió fallas en las medidas de seguridad y algunos de sus documentos y fotografías cayeron en manos del enemigo.
La dirección dispuso inmediatamente que fuera trasladado a la montaña para proteger a las estructuras del FER de la UNAN Managua. Fue una odisea su traslado pues el sujeto usó artimañas para eludir al vehículo que venía del norte hasta la carretera Tipitapa-San Benito a recogerlo.
Luego que se logró que se fuera, se rajó a los pocos días o semanas y se desertó siendo imposible su localización posterior.
Es así que los del Ejecutivo del FER pasamos a ser solamente tres, entre ellos Zenobia García cuya firmeza siempre fue a toda prueba.
En febrero del 77 o a inicios de marzo llegó Charlotte Baltodano a esa casa de la Centroamérica y solamente quedamos Zenobia y yo, que sin dejar de lado nuestras responsabilidades, nos rotábamos para siempre estar, una de las dos, con Charlotte.
A finales del mes de marzo de 1977 Charlotte nos alertó de que 21 BECATS estaban apostados al frente de la casa rodeándonos y nos dio la orden de retirarnos de inmediato.
Cada quien sabía que hacer y hacia donde ir en semejante circunstancia. A mi me tocaba responder por un saco de tiros que allí teníamos. Charlote debía llevarse el único fusil que poseíamos y no recuerdo que le tocaba a Zenobia.
Yo agarré mi saco de tiro y a saber cómo me impulsé para subir a un árbol que quedaba en el patio y luego a una tapia. De la tapia me dejé caer en el patio vecino, detrás de mi venía Charlotte y luego Zenobia.
Cada quien se fue hacia donde le había sido orientado previamente. Yo salí para donde Aura Ortiz/Ramón Cabrales y esa misma noche se me llegó a informar que pasaba a la clandestinidad y que Zenobia sería sacada hacia Honduras.
Varios meses de amistad, convivencia, de pláticas nocturnas en las que hablábamos de su papá y de Matagalpa llegaron a su fin, más no así el cariño y hermandad que siempre nos profesamos.
Zenobia, de clase media alta en Matagalpa siempre será recordada por su fidelidad a la causa, su compromiso, su fraternidad y su humildad y aunque su muerte nos ha golpeado a muchos de esa generación su alegría y dulzura, pero sobre todo su ejemplo, nos acompañará siempre.
Margine Gutiérrez