En el decir “La Cumbre de las Américas”, dizque América del Norte, América Central y América del Sur, como parte de un solo continente, supuestamente reúne a los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de lidiar con desafíos presentes y futuros que enfrentan los países de las Américas a través de posiciones dialogadas y civilizadas planteadas desde el más estricto respeto entre todos sus miembros.
Es así que en enero de 1994 el Presidente Bill Clinton propuso organizar una Cumbre Presidencial en los Estados Unidos con el fin de discutir principios y valores democráticos de fortalecimiento institucional para la integración hemisférica a fin de mejorar el bienestar económico y la seguridad de los ciudadanos de los países participantes.
Desde la primera cumbre que tuvo por escenario Miami, Florida, en 1994 hasta hoy se han realizado siete encuentros bajo esta modalidad en diferentes países donde los temas agendados de manera pública fueron aquellos que respondieran a los retos de la globalización desde la creación de un área de libre comercio para las naciones del continente.
La Cumbre de las Américas es la única reunión que convoca a líderes de los países de América del Norte, Central, sur y del Caribe. Habiendo sido prioridad hasta en algún momento de su existencia evitar la confrontación y mediante el diálogo, “exponer y resolver las diferencias.
La Novena Cumbre de las Américas está programada del 6 al 10 de junio y se realizará en Los Ángeles, Estados Unidos y la única novedad que salta la vista es que para la edición de este 2022 serán excluidos Cuba, Nicaragua y Venezuela porque su anfitrión, Joe Biden, dice que están fuera del radar “democrático” que monitorea desde la casa blanca lo que por supuesto ya perfila una “cumbre desencumbrada” ante la indignada reacción en cadena que ha provocado esta exclusión en varios países de américa latina.
Habiendo tenido “La cumbre de las américas” una conformación ideada por Bill Clinton, expresidente de los Estados Unidos y considerando que el imperio no te da un paso que no sea el enmarcado en sus planes de dominio, no se nos hace difícil afirmar que el propósito fundamental jamás fue compartir valores democráticos, fortalecer las instituciones democráticas, idear un mecanismo que respondiera a la constitución de bloques para enfrentar los retos de la globalización o la creación de un área de libre mercado, sino que en realidad siempre se trató del interés imperial para mantener a nuestros países, a los que sigue viendo como su patio trasero, como venadito dentro de su huerta, adelantándose sin duda, una vez terminada la guerra fría, al interés ruso, chino, iraní por incursionar al comercio, compartir visiones políticas y abrazar proyectos sociales con una América Latina que fue despertando desde sus pueblos en la medida que tomó conciencia del saqueo inmisericorde que Estados Unidos hizo de nuestras riquezas y recursos, amen de las criminales dictaduras que nos impuso a lo largo de muchas décadas dónde el golpe de estado era la esencia de su democracia.
Hoy por hoy reunión de líderes de gobierno que Estados Unidos pretende organizar en Los Ángeles de 6 al 10 de junio y que busca proyectar el “resurgimiento del liderazgo estadounidense en la región”, corre el riesgo de convertirse en una debacle de relaciones públicas de ribetes épicos.
A tres semanas de la pretendida cita existe el temor de que, en vez de resaltar la visión del gobierno de Biden para una parte del mundo que el expresidente Donald Trump ignoró en gran medida, el evento podría mostrar la disminución de la influencia de Estados Unidos para lograr que su agenda avance en la región sobre todo en un contexto dónde la agenda querrá traer a nuestro continente el conflicto creado por Washington contra Moscú a través de sus perros de pelea en la OTAN y utilizando desde hace años a la Ucrania Nazi que es el centro ya de una guerra mundial. Para sus efectos Joe Biden quiere utilizar la cumbre de las américas para poner como el malo de la película a Vladimir Putin, de eso estamos claros y para lograrlo entre otras cosas excluye de la cita a naciones que abiertamente nos reconocemos como amigos de Rusia.
Pues bien, para desgracia de Joe Biden, el viejito senil de la Casa Blanca, un número cada vez más creciente de jefes de Estado de América Latina y el Caribe, incluidos los presidentes de México y Brasil —los dos países más grandes de la región— están considerando no asistir y en la misma sintonía los países que integran el CARICOM, además de Argentina y Honduras que ya se pronunciaron en la misma línea, lo que sería un desplante humillante para la Casa Blanca.
Frente a este gran otro gran revés de la política exterior imperial el nerviosismo norteamericano es evidente y como salida de baño, que no convence a nadie, por el contrario, llama a la risa, los organizadores dicen ahora que “no se han enviado invitaciones formales y que la Casa Blanca no ha tomado una decisión final sobre quién será o no invitado” y aunque la atención se centra en la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, lo cierto es que la reacción es la de una América Latina profundamente herida, que exige respeto a su dignidad e inteligencia y que cansada de tanto abuso sabe que Estados Unidos no es la solución sino el origen de sus grandes problemas.
En algunos países ya existe incertidumbre sobre cómo la cumbre abordará los desafíos apremiantes en un momento en el que la región lucha por recuperarse de la brutal recesión económica causada por la pandemia, la inflación galopante, la degradación ambiental y el desmantelamiento de las instituciones democráticas de las que Estados Unidos y sus satélites como la Organización de Estados Americanos son los verdaderos culpables porque en todo deterioro que represente la reversa democrática en nuestros países ahí está la garra del águila imperial y sus sicarios como Luis Almagro, entre otros.
Sobre su exclusión ni Cuba, ni Nicaragua, ni Venezuela han hecho comentario alguno que indique malestar por la decisión imperial, porque somos naciones que ya tenemos una decisión respecto a la prepotencia intervencionista e invasiva de la Casa Blanca y a la que seguiremos diciendo que si así lo quiere que hable “miércoles” desde afuera pero desde adentro o nos respeta o nos respeta y francamente no necesito dar razones para hacer comprender que, ese mismo lenguaje se habla no solo en Managua, sino también en la Habana y en Caracas.
La amenaza de un boicot masivo, que toma como esencia de su protesta la exclusión de Nicaragua, Cuba y Venezuela, en realidad es un desafío contra Joe Biden que únicamente busca promover sus intereses en las Américas, donde Estados Unidos ha jugado un papel negativo y descomunal durante mucho tiempo en la búsqueda de su propio interés y no en el de los demás y de ahí que esté priorizando en su agenda temas que giran exclusivamente alrededor de lo migratorio aunque la causa de la migración masiva en busca del mal llamado “sueño americano” sea la misma pobreza extrema que el saqueo imperial en nuestros países ha generado.
El descumbre de la cumbre a tres semanas de su realización, independientemente de la exclusión que se hace de Nicaragua, Cuba y Venezuela, es un mensaje de América Latina, que es mucho más que la América Anglosajona, de que en este tipo de eventos ya no hay cabeceras, que todos están sentados en el borde de una mesa redonda donde todos son iguales y dónde el pago de entrada es el respeto, la igualdad, y la dignidad de quienes están ahí para dialogar y no para que unos se crean los dueños y regañen a otros.
Estados Unidos nunca fue lo que pretendió ser. A lo mejor su poder económico y militar logró imponer en algún momento que fue el “salvador del mundo”, pero los hechos demostraron, como el imperio romano en su tiempo, como la colonia española, como el Nazismo Alemán o el ucraniano de hoy, que la negación de la libertad que decía defender era su propia sed de dominio a costa del saqueo y la sangre que hicieron derramar contra pueblos a los que estúpidamente siguen viendo y tratando como esclavos.
Pues bien, hoy somos testigos de una reacción ya ni siquiera hemisférica, sino planetaria y de odio contra Estados Unidos y no hablo de gobiernos, sino que hablo de pueblos, porque una cosa es el interés de los individuos que representan a los estados o a los gobiernos y otra lo que piensan por lo que sufren los pueblos y testimonio de lo que expreso lo recopila la historia del diario vivir en cada parte del planeta donde como mosca el imperio norteamericano a puesto sus patas para llevar y traer cacas propias y ajenas porque contrario al Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro, el Tío Sam todo lo que toca lo convierte en estiércol.
Esperemos qué pasa en las próximas tres semanas y en qué desemboca la que por ahora luce como una desencumbrada cumbre de las américas; el invento imperial que por idea original tuvo mantener a las naciones que nos declaramos libres como “venaditos entre tu huerta” en una tierra que estúpidamente la Casa Blanca cree es su patio trasero.
Por: Moisés Absalón Pastora