La historia atestigua que desde el siglo IX, algunos de los pueblos eslavos y otras etnias que medraban por las amplias planicies que hoy conocemos como Rusia, Ucrania y Bielorrusia, se unieron fundando pequeños unidades nacionales hasta consolidarse en el poderoso Estado ruso que expulsó a las hordas tártaro-mongolas y a otros enemigos de su tierras y que con el pasar del tiempo se convirtió en un imbatible Imperio medieval y pre-capitalista, pasando por una potencia mundial socialista, hasta su separación en tres repúblicas distintas a principios de los noventa del pasado siglo.
Su fuerza residía en la unión de sus pueblos, principalmente de la etnia rusa y las que conglomeradas se conocen hasta hoy en día como “pueblo ucraniano”.
Una asociación virtuosa que los amigos, aliados y enemigos de Rusia siempre han tenido en cuenta.
Esto lo patentiza el comentario que al respecto hiciera en su momento Otto von Bismarck, el autócrata, relevante figura en la creación del Imperio Alemán y la arquitectura de las fronteras de Europa.
Pareciera que tal “consejo” también fue tomado en cuenta por Hitler y hoy por los gringos y la OTAN.
Aunque el final no fue el que aquel esperó que sucederia o estos creen que sucederá:
“Ucrania
El poder de Rusia solo puede ser destruido separando de ella a Ucrania… es necesario no solo separar, si no enfrentar a Ucrania contra Rusia, contraponer a dos partes de un solo pueblo y observar como el hermano mata al hermano.
Para esto solamente es necesario encontrar y entrenar traidores entre las élites nacionales y con su ayuda cambiar la convicción de una parte de ese gran pueblo, a tal punto que odiará todo lo ruso, odiará- sin saberlo- a su propia raza.
Todo lo demás es asunto del tiempo.”
Otto von Bismarck,” Canciller de hierro” del Imperio alemán 1815 -1898.
Edelberto Matus.
