Haití celebra hoy el 218 aniversario de su independencia con grandes desafíos y en medio de una crisis institucional, política, económica y sanitaria, pocas veces vista en su historia.
El 1 de enero de 1804, el líder revolucionario Jean Jacques Dessalines proclamó la independencia de Francia tras 12 años de combate del ejército indígena contra una de las mejores tropas de la época, bajo la tutela de Napoleón Bonaparte.
La revuelta comenzó en 1791 con una insurrección de esclavos al norte de la isla, liderada por el jamaicano Boukman, quien intentó implementar la declaración Derechos del Hombre y del Ciudadano establecidos por la Revolución Francesa, y que proclamaba iguales a todos los hombres.
La sublevación, reconocida como el primer gran movimiento revolucionario en la América colonial, tendría lugar en un territorio profundamente desigual, que contaba con cerca de 570 mil habitantes.
La independencia del país caribeño significaría un hito, al convertirse en la primera nación libre liderada por personas que fueron esclavizadas.
Pero no sería tan fácil para el pequeño país que se vio obligado a pagar cinco veces el presupuesto nacional de Francia y seis veces el costo de Luisiana en Estados Unidos, para que el país europeo reconociera su independencia, lo cual desplomó su economía.
Tras 218 años la situación se agrava en la nación que el pasado año vivió el quinto magnicidio de su historia, el segundo peor terremoto en una década, además de una crisis sociopolítica e institucional sin precedentes.
Haití llega al 2022 sin presidente electo, con un primer ministro (Ariel Henry) que recibe el rechazo de un amplio sector político y de la sociedad civil, y el fin del mandato del tercio de los senadores en activo.
Además, Henry planea unas controvertidas elecciones generales para dotar al país de un Gobierno legítimo, y la modificación de la Constitución, todo ello mientras conviven dos acuerdos políticos, opuestos entre sí, y en momentos en que la comunidad internacional se encuentra divida con respecto a Haití.
PL