La plataforma de la Política Internacional de los estados Unidos esta apuntala por su capacidad financiera que aprovecha la dictadura del dólar en la economía mundial; por el control de las principales organizaciones multilaterales económicas, financieras y políticas; por el monopolio de las medios corporativos y el Internet; por su todavía apabullante poderío militar, y su liderazgo mundial en la defensa y expansión de la ideológica del liberalismo burgués.
Sin embargo, con el ascenso industrial y comercial en los últimos treinta años de China y otros competidores, los Estados Unidos dejaron de ser la “Fábrica global” de bienes y servicios, como un siglo atrás Inglaterra dejó de ser el “Taller del mundo”.
Es decir que la base productiva de la economía yanqui se ha debilitado e inevitablemente esta realidad impactará en los cinco puntales de la política exterior antes mencionados, determinando el ocaso del dominio mundial del Imperialismo yanqui.
La certeza de esta decadencia ha hecho aún más peligroso al Imperialismo yanqui que lleva adelante una ofensiva ininterrumpida en busca de cumplir sus objetivos geopolíticos y geoeconómicos de trascendencia estratégica, empezando -al despuntar el nuevo milenio- con la ya famosa “guerra contra el terrorismo (que según el periodista Daniel Estulin ha sido una verdadera guerra de conquista), continuando con el financiamiento de los “golpes suaves” a gobiernos desafectos alrededor del mundo, enmarcados en la doctrina militar de “cuarta generación” basadas en las tácticas de guerra de baja intensidad y guerras híbridas del pasado reciente.
La “guerra de cuarta generación” combina presiones económicas, acciones políticas y diplomáticas, operaciones militares de baja y mediana intensidad que incluso pueden tener involucramiento directo de tropas yanquis y sus aliados europeos y ha sido y sigue usándose en su enfrentamiento tanto contra las grandes potencias competidoras como China y Rusia y sus respectivas esferas de influencia, contra potencias regionales desafectas tales como Irán, y también en teatros más pequeños pero de gran importancia geopolítica como Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Libia, Somalia, Níger, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros.
Asistimos a un traslape histórico: El descenso de una superpotencia y el ascenso de otra que aunque ya ha ocurrido antes, representa (por el progreso tecno- científico, el poder destructivo y cantidad de los artilugios bélicos, la masa poblacional y la globalización) un peligro de destrucción total de la civilización. En esta coyuntura va quedando atrás el equilibrio de fuerzas y empieza vislumbrase una transición de poder de unipolar a bipolar y quizá multipolar.
Los Estados Unidos han definido oficialmente que en esta nueva etapa China es su contendiente principal y en consecuencia han desplegado desde la pasada administración presidencial de Donald Trump una confrontación económica y política contra el gigante asiático jamás vista y que si nos atenemos a la retórica oficia, poco a poco va escalando hacia un gran conflicto militar.
Con el pretexto de la defensa de la democracia de la provincia rebelde de Taiwan, el libre tránsito comercial por el Mar Meridional y la seguridad de sus aliados en la región Asia-Pacifico como India, los países del Sudoeste asiático, Corea del Sur, Japón, Australia, Filipinas, las grandes y pequeñas Islas-Estados y colonias de esa región, los Estados Unidos y Reino Unido, utilizando tanto el poder blando como la amenaza del uso del poder duro, desarrollan nuevas alianzas militares y pretenden desplegar nuevos sistemas de armas y equipos de última generación que incluyen submarinos de propulsión nuclear, aviones y sistemas coheteriles de defensa y ataque en algunas de esas naciones.
Todo esto con un propósito evidente: Cercar en sus propias playas a la Armada China, controlar el tráfico de materias primas, mercaderías y suministros para ahogar a la economía y desestabilizar su gobierno y sistema político y finalmente provocar el derrumbe del Sistema socialista de China.
La comercialización de los productos chinos de alta tecnología, así como los suministros para su fabricación son boicoteados por el gobierno yanqui y sus socios, se impone absurdas restricciones y sanciones económicas, el congreso de los Estados Unidos aprueba proyectos de ley para incidir en la política interna de China, especialmente en apoyo de los grupos separatistas de la región de Uigur, siempre con el insano propósito de dañar el prestigio de la industria local y poner en entredicho el respeto a los Derechos Humanos por parte del Estado chino. Incluso se declara un boicot a los Juegos olímpicos de invierno en China previstos para el año 2022, persiguiendo siempre el propósito de aislar al país y evitar el auge del nuevo hegemón.
China, para muchos especialistas ya sobrepasa en rubros decisivos a la economía gringa y supera apabullantemente a las economías asociadas en la Unión Europea y Japón.
Los números del intercambio comercial con estas potencias económicas juegan a favor de China, incluso esta nación es dueña de la mayor cantidad de bonos de la deuda del tesoro de los Estados Unidos y grandes y pequeñas empresa gringas dependen de la cadena de suministros que se origina en la poderosa industria china.
La RPCH hoy es el mercado principal de decenas de países (aun del llamado “primer mundo” y de la periferia del Sistema), que no sólo se va convirtiendo en el mayor destino de sus exportaciones e importaciones, sino que se va constituyendo en la más beneficiosa alternativa para apalancar su propio desarrollo y transitar hacia las posibilidades que ofrece la llamada IV revolución industrial, sin entregarse a la voracidad de las corporaciones yanquis que se llevan los beneficios y a su paso dejan atraso y pobreza.
Si a nivel de la infraestructura, la producción y el comercio internacional la RPCH va haciendo realidad su ya famosa “Ruta de la Seda” (a la cual más y más países se van sumando a esta revolucionaria forma de hacer negocios) y que por primera vez, fuera del control gringo, va también dinamizando la economía mundial, la circulación de bienes y servicios y dando más poder a sus creadores, a nivel tecnológico este súper-Estado se va consolidando también como potencia global, retando a las corporaciones gringas y europeas en el campo donde se decidirá finalmente el destino de la humanidad:
Las nuevas tecnologías de la comunicación e informática que garantizan el dominio del comercio mundial para lo cual han creado la “Ruta de la Seda Digital”, que ya inquieta a los gigantes tecnológicos y a las potencias económicas y militares del mundo.
Esta es la realidad ante la cual los países chicos, medianos e inclusive grandes (geográfica o/y económicamente hablando) van abandonando el mandato gringo de apoyar a Taiwan que al final solamente está en posibilidades de apoyar a sus socios mediante financiamiento limitado y tecnologías agroindustriales.
El peso específico en el campo diplomático de la RPCH se ha ampliado en las últimas décadas a la par de su consolidación como segunda potencia económica global.
Más allá de su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, su liderazgo en la Asamblea General, en otros órganos principales y agencias especializadas de esa y otras organizaciones multilaterales es palpable, al igual que su liderazgo en la firma y sostenimiento de importantísimas Conferencias, Tratados internacionales y en el diario acontecer de la política y diplomacia internacional.
El llamado “Poder suave” de la RPCH hoy en día se manifiesta alrededor del mundo y en muchísimos aspectos de las Relaciones Internacionales y la vida de los ciudadanos.
China, la economía más grande del mundo (16.5 de toda la economía global, también es la economía más dinámica y atractiva para los inversores extranjeros del planeta, los números lo respaldan: En el 2020 la Inversión Extranjera Directa (IED) en China fue de 149, 342 millones de dólares, principalmente en la industrias tecnológicas, automovilística, bio-farmacéuticas, etc.
Sus inversiones solamente en América Latina en el 2020 ascendieron a cerca de 80,000 millones de dólares y ya es el primer socio comercial de África. Las empresas y el dinero chino están presentes incluso en la economía de la UE y los propios Estados Unidos.
China está entre los mayores financistas y colaboradores de organizaciones mundiales como la FAO o la OMS, para mencionar algunas, Las relaciones culturales, los intercambios a nivel educativo, científico, de mitigación y prevención de desastres, etc., muy robusto y dinámico.
No menos importante (desde el punto de vista de defensa y sobre todo, disuasorio) es el cada día más apabullante poder militar de la República Popular China que engloba la construcción de una flota de guerra moderna y competitiva, muy pronto de alcance mundial; el mayor ejército terrestre del mundo, sus modernas y numerosas fuerzas aeroespaciales, su triada estratégica nuclear de disuasión y su industria militar pujante.
Elementos importantes en la estrategia de defensa de la seguridad nacional de China que sin embargo tiene como principal la alta disposición y patriotismo de cada uno de sus soldados y mandos.
Este componente militar del Estado chino, complementa la pujanza económica, industrial, financiera y tecnológica de un país que no propugna por la fuerza y que prioriza en sus relaciones internacionales la observancia de la paz y la colaboración.
Con este país es que Nicaragua ha restablecido relaciones diplomáticas plenas. La República Popular China, un país que no solo es un excelente socio comercial y político, sino que también es muy cercano porque compartimos una ideología donde el bienestar de todos, la paz y la colaboración es lo más importante.
Edelberto Matus.